Informe entre AVESA y PROVEA.

En el informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en Venezuela del 2019 se alertó que, “algunas mujeres que se vieron forzadas a intercambiar comida por sexo” (OHCHR, 2019) en el marco de la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC) del país. Este reconocimiento público ha llevado a diversas organizaciones a explorar la dinámica del sexo transaccional por supervivencia en Venezuela, con el objetivo de conocer cómo se genera y sostiene esta forma de intercambio sexual que se realiza para poder cubrir necesidades básicas tales como alimentación, aseo personal, vivienda e incluso medicinas (AVESA, 2021).

El sexo transaccional por supervivencia es entendido en este estudio como una forma de violencia y explotación sexual producto de la prevalencia de una cultura patriarcal que sostiene la supremacía de la sexualidad masculina, que se combina con una disminución de los umbrales de la empatía en las personas del contexto lo cual facilita y promueve la depredación de personas más vulnerables en un contexto de precariedad, desprotección y pobreza.

Si bien el sexo transaccional por supervivencia no es una dinámica nueva en el país, la pandemia por el virus COVID-19 ha exacerbado la crisis venezolana y ha contribuido a aumentar las brechas de género ya agravadas por la EHC, posiciona a las mujeres y niñas en una grave situación de vulnerabilidad (AVESA, Mujeres en línea e ILDIS, 2021), y, por tanto, en alto riesgo de sexo transaccional por supervivencia.

Esta situación ha sido identificada por diversas organizaciones y personas del ámbito humanitario que reportan un alarmante aumento de esta forma de violencia sexual a nivel nacional y en particular en zonas fronterizas, zonas de extractivismo, comunidades muy empobrecidas adyacentes a espacios comerciales y de consumo de alimentos.

Con el fin de ahondar en esta realidad y analizar las dinámicas de sexo transaccional por supervivencia en nuestro país, se realizó el presente estudio desde una metodología cualitativa y una epistemología feminista, en el que se entrevistó un total de 16 personas, en su mayoría mujeres, procedentes de diferentes estados del país que realizan sexo transaccional por supervivencia en los estados Apure, Nueva Esparta y Táchira. El grupo estuvo integrado por personas adolescentes y adultas, y se incluyeron heterosexuales, homosexuales, bisexuales, y personas con VIH. El trabajo de campo tuvo una duración de 6 meses (septiembre 2022 a febrero 2023).

Los resultados muestran que todas las personas entrevistadas poseen una alta vulnerabilidad social y económica y se han iniciado en el sexo transaccional desde la adolescencia o muy jóvenes, con el objetivo de cubrir tanto las propias necesidades básicas como las de su grupo familiar, convirtiendo esta práctica en su mayor sustento económico, aunque no se sientan bien ni quieran continuar ejerciéndola.

Usualmente la transacción es por dinero para adquirir insumos básicos, y en todos los casos se reportó que fueron hombres los que “pagaron” por el intercambio sexual. La violencia (verbal, sexual, física) está presente y forma parte de la transacción.

Las personas no se perciben como víctimas de explotación sexual, la violencia y el abuso sexual parte de sus historias de vida y la educación sexual que recibieron estuvo llena de mitos y tabúes pasados de generación en generación sin elementos que desproblematicen la sexualidad ni el reconocimiento de riesgos para la salud o de acciones para afrontar la violencia basada en el género.

El estudio muestra cómo la combinación de una situación de pobreza, con prevalencia de inequidades de género y la cultura patriarcal, así como con la vulneración de derechos, particularmente de los sexuales y reproductivos, generan las condiciones para que se dé un aprovechamiento o depredación sexual de las personas más vulnerables, como son, mujeres, adolescentes y personas LGBTIQ+. En el sexo transaccional por supervivencia se reproduce una dinámica de poder basada en lo económico y en el género que aumenta a la par de la vulnerabilidad y pobreza de las personas.

Educación sexual recibida

Las mujeres entrevistadas explican que su educación sexual provino fundamentalmente de su grupo familiar, destacando a madres y abuelas en esta labor y estuvo referida a la menarquia, al amor romántico, la gestión menstrual y los inconvenientes asociados a un embarazo no deseado. Reportan nula información sobre derechos, placer, prevención de embarazos o protección ante infecciones de transmisión sexual, y abundantes mensajes negativos o de prohibición sobre la sexualidad.

No se identificaron relatos sobre educación sexual desde instituciones educativas o de salud, prevalece una educación sexual problematizada, cargada de mitos y tabúes, sin información veraz, documentada ni científica que no brinda herramientas para la toma de decisiones responsables sobre la sexualidad a la par de que no permite a las mujeres apropiarse de sus cuerpos, sus procesos (menstruación, embarazo, parto, menopausia, por ejemplo) y su placer sexual. Tampoco les permite identificar situaciones de riesgo para prevenir infecciones de transmisión sexual o actuar con prontitud ante diversas formas de violencia sexual.

Alicia comenta Vb “mi mamá a los 9 años me decía que tenía que estar pendiente de una broma roja que me iba a llegar, eso es el periodo y llega a los 12 o 13 años, y cuando le llegue esa cosa roja usted me tiene que decir”. Y más adelante agrega: Vb “Yo siempre andaba en la calle y mi mamá me decía que cuando me fuera a meter un piripicho y fuera a salir embarazada que le dijera, para decirme como tenía que cuidarme, me decía:cuídese, cuídese que una barriga no es fácil`. De modo similar, Carolina destaca los mensajes dados por su madre Vb “Mi mamá me dio información sobre cómo y cuándo me iba a venir el periodo, y cuando me di cuenta fue que me comenzó a venir De las relaciones sexuales me dijo que me cuidara, que algún día me iba a casar e iba a tener relaciones El día que me casé, que me fui con un hombre, comencé a tener relaciones sexuales, pero eso me dolía, yo me metí a vivir con un hombre a los 16 años”.

En el caso de los hombres, se aprecia igualmente una marcada influencia familiar en la educación sexual recibida, pero en sus casos, los mensajes no estaban relacionados con el embarazo ni la procreación, pero sí sobre las relaciones sexuales. Miguel explica Vb “en mi casa me decían que el sexo era normal, pero no me dijeron nada de eso de queer, de homosexuales. Me explicaba lo básico, hombre – mujer tú sabes…”. Estas diferencias en el contenido de la educación sexual de ellas y ellos, reproducen la pauta cultural que enfatiza el placer y las relaciones sexuales en la educación de los varones, mientras que para las mujeres el foco se centra en lo reproductivo. Para ambos se trata de una educación sexual problematizada.

Llama la atención que uno de los entrevistados hizo énfasis en la dimensión afectiva o amorosa de la sexualidad, Andrés comenta Vb “para mí sería una práctica que hacen dos personas que se quieren… Yo en realidad estaba con chamos y yo pensaba que estaba enamorado, en realidad pensaba que el sexo era amor. Siempre asocié el amor con sexo.” Usualmente esta dimensión no es abordada con los varones en su educación sexual, lo que no significa que no esté presente y que los hombres no se hagan preguntas al respecto. Debe existir una educación integral de la sexualidad que incorpore las dimensiones biológicas, sociales, económicas y psicológicas de la sexualidad.

Tanto hombres como mujeres reconocen la importancia de recibir educación sexual, pero a la vez muestran insatisfacción e indican la inefectividad de la educación recibida. Alicia explica Vb “a mí me enseñaron lo básico, me dijeron de las relaciones sexuales, pero de todas maneras salí embarazada y tengo que andar sola con mis dos hijas, para donde vaya tengo que llevármelas”. Otras muestran que la educación sexual recibida no las ayudó a tener opciones distintas al sexo transaccional, Manuel indica Vb “no aprendí mucho, ya ve…” mientras que Marisol plantea Vb “es importante que uno sepa esas cosas aunque luego no sirven de mucho”, y por su parte Sofía dice Vb “a mí se me olvidó eso”. Para estas mujeres la sexualidad y las relaciones sexuales carecen de valor y no aportan bienestar o placer en sus vidas, como dice Angela Vb” eso es esto que hago por dinero, porque lo necesito”.

Historia de abuso sexual

Seis de las 16 personas entrevistadas indican expresamente haber vivido abuso sexual, otras no lo reconocen, pero en sus entrevistas reportaron situaciones claras de abuso sexual como, por ejemplo, el inicio de relaciones sexuales con hombres mucho mayores que ellas o tocamientos en sus genitales. Al estar normalizadas socialmente estas situaciones de abuso sexual no son identificadas como situaciones de violencia sexual.

Otro dato relevante es que, la verbalización de las historias de violencia sexual reconocidas se realizó para narrar casos en los que la violencia provino de personas extrañas o no familiares, aquí hay mayor explicación de los hechos y sus consecuencias emocionales, familiares y sociales; mientras que en los casos en que la persona señalada como agresora es parte del grupo familiar la respuesta es parca, seguida de silencio, indicando no querer continuar. Manuela y María solo refieren: “sí, un familiar” y guardan silencio. Lo que parece evidenciar el no poder verbalizar la situación de abuso intrafamiliar vivido por el conflicto emocional asociado e inferir una dinámica de “secreto” o vergüenza por los hechos.

Si contabilizamos las que reconocen y expresan sus relatos de violencia y el abuso sexual junto con las que no lo hacen, se puede afirmar que todas las personas entrevistadas poseen antecedentes de alguna forma de violencia sexual, siendo el abuso y la violación sexual o el intento de violación las más comunes en las mujeres.

Ingrid, por ejemplo, comenta Vb “un extranjero que andaba cobrando unas sillas, me agarró y comenzó a tocarme, cuando intentó forzarme, llegó una gente. Eso hizo que me soltara y no pasara nada. Eso fue cuando estaba en el campo con mis abuelos que me criaron. Ellos se fueron a otro fundo y me dejaron sola. Tenía 10 años”. Por su parte Alicia expone Vb “a los 12 años iba para la bodega y un extraño me agarró por los brazos y me obligó a tener relación sexual. Era un muchacho mayor que yo. Vivía por la comunidad. Yo grité y él me soltó. Después cuando salía de noche con mis amigas, el muchacho me esperaba para caerme encima. Se lo dije a mi mamá y ella dijo que iba a tener que ir a la Fiscalía para denunciarlo porque me dejó unos morados en los brazos. Denunció, pero no pasó nada porque el muchacho se fue a Chile”. Mientras que Jimena relata que fue violada a los 15 años por una persona conocida sin dar más explicaciones.

La impunidad y el silencio son la constante en todos los casos de violencia sexual referidos, esto marca una naturalización de este tipo de dinámicas y genera una especial vinculación sobre su cuerpo y su sexualidad, pero, además, al recibirse una educación sexual problematizada, se pierden o no se adquieren los referentes necesarios para los límites del contacto del cuerpo por parte de un “otro” y se normaliza la violencia del territorio corporal.

Sexo transaccional, prostitución y riesgos

En las personas entrevistadas prevalece la idea de que el sexo transaccional es una forma de prostitución, y que puede ser tanto un trabajo como un mecanismo de supervivencia, para Andrés, adolescente de Porlamar, Vb “bueno, es cambiar sexo por dinero. Hay personas que lo hacen como trabajo, lo hace porque quiere. Pero yo lo hice porque lo necesitaba”. Teresa por su parte explica Vb “es muy cansón, no se lo deseo a otra mujer, pero es con lo que puedo sobrevivir”. Ambos apuntan a que se trata de una elección extrema, o digamos, una elección coaccionada por la situación de necesidad en que se encuentran, toda vez que no cuentan con la posibilidad de acceder a un empleo u otra actividad que les permita un ingreso económico que les permita cubrir sus necesidades básicas.

Manuela, quien tiene tres años en la práctica de sexo transaccional destaca Vb “Un trabajo como cualquier otro con el que llevo mi sustento a la casa”, mientras que Ester, que tiene tan solo un año expresa Vb “Un trabajo normal, cuestión de necesidad”. Aunque ambas lo ven como un trabajo, Ester que tiene menos tiempo en la actividad plantea que lo hace por necesidad, por no tener otras opciones, mientras que Manuela, va normalizando la actividad como “un trabajo como cualquier otro”.

Alicia rechaza mantenerse en esta actividad, plantea Vb “Ahora quiero trabajar para tener dinero para comprarles sus cosas a mis hijas, y no estar inventando de ponerme a tirar por un kilo de arroz, porque eso es una raya para mí. He agarrado bastante experiencia de mujeres que viven con un tipo y les piden que les den comida”. No obstante, muestra como salida la búsqueda de una pareja que le garantice una estabilidad económica, opción que mantendría a la joven con sus dos hijas bajo una dependencia económica y con alto riesgo de sufrir diversas formas de violencia.

Por su parte, Miguel, bisexual, señala sobre la prostitución Vb “Yo lo veo normal, porque todos somos seres humanos. Si está declarada en otras partes por qué aquí no. Y si es entre hombres me parece normal, lo que no me gusta es eso que la gente anda diciendo sus cosas: que fulanito me cogió, que me hizo esto”. Con esta afirmación Miguel pone sobre el tapete el debate acerca de la legalización de la prostitución y su aceptación como trabajo, debate que no está planteado en Venezuela actualmente y lleva a cuestionar aspectos como la prostitución como trabajo digno, la libre elección de la prostitución o el trabajo sexual en contraposición al derecho de los hombres al uso del cuerpo de las mujeres y de otros hombres en función a un poder adquisitivo mayor que les permite “pagar” por un “servicio”, en este caso, cuerpos de personas que se encuentran en situación de necesidad y no encuentran otros medios para obtener ingresos económicos, pero además, como señala Ángela Vb “fue algo que aprendí, ellos me enseñaron”.

El tipo de actividad sexual demandada en el sexo transaccional suele ser el coito vaginal o anal que incluye sexo oral y el uso de condón para la prevención de infecciones de transmisión sexual queda a cargo del hombre con quien tengan sexo transaccional, lo que significa que no siempre es utilizado; de hecho, uno de los entrevistados, Andrés, vive con VIH a consecuencia de esta actividad, explica Vb “algunas veces condón, y muchas veces nada. Me dio VIH. Lo supe porque yo estuve con alguien y en el teléfono me descubrió que hablaba con varios chamos . Entonces él me descubrió, se dio cuenta, se molestó conmigo y me dio el teléfono de la fundación, vine y me hice la prueba de una vez. Salió positivo”.

El consumo de alcohol y cigarrillos es reportado por la mayoría de las personas entrevistadas, y en algunos casos también se mencionó el consumo de marihuana u otras drogas. En cuanto al riego de violencia, efectivamente, se reporta violencia verbal en la forma de amenazas, descalificaciones e insultos; violencia sexual, en tanto hay imposición de formas de contacto sexual no deseados, e incluso, violencia física en la forma de empujones.

Esta violencia les motiva a dejar de realizar la actividad, Alicia comenta Vb “Me han maltratado, golpeado. No quiero seguir haciéndolo. Quiero comenzar a trabajar y ganar dinero para comprar mis cosas”. No obstante, la información que suministran las personas entrevistadas es que tienen el conocimiento de que muchas personas más se encuentran en esta situación, mujeres de diversas edades, incluidas niñas.

Pobreza y vulnerabilidad

Todas las personas entrevistadas se encuentran en situación de pobreza, no tienen los recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas ni los de las personas que se encuentran bajo su dependencia. Los relatos hablan de situaciones en las que estas personas no identificaron y/o no tuvieron acceso a otros medios en su entorno para acceder a recursos económicos para cubrir sus necesidades, o bien, los ingresos que poseen no les permiten cubrirlos en su totalidad.

Bajo esta condición de precariedad y urgencia de estas mujeres, adolescentes y hombres gays entrevistados, reportan que en algunos casos se les presentan personas, hombres, que proponen directamente la transacción sexual; o, en otros casos, se presenta un tercero, hombre o mujer, que les hace la invitación a incorporarse a práctica como solución para cubrir sus necesidades.

Lo que estas personas entrevistadas explican es que esta invitación está siendo realizada cada vez más a personas pobres y vulnerables, con lo que el sexo transaccional y las diversas formas de violencia y explotación sexual se expanden y mantienen a la par que lo hace la pobreza y la pedagogía de la crueldad.

La pobreza es, entonces, uno de los elementos que aparece como factor que aumenta el riesgo en estos grupos vulnerables de utilizar el sexo transaccional como estrategia de afrontamiento en el contexto de la EHC. Recurrir a esta estrategia no permite salir de la misma; las personas quedan atrapadas en la dinámica y para la salir de ésta, es necesaria la ayuda.

Conclusiones

El sexo por supervivencia es practicado en los estados referidos en la literatura revisada y las personas generalmente lo ejercen lejos de su lugar de procedencia, la vulnerabilidad social y económica está presente y se han iniciado adolescentes o jóvenes. El sexo transaccional ha sido la manera de cubrir las necesidades básicas, tanto propias como del núcleo familiar donde muchas de las personas entrevistadas son el único sustento; todas son migrantes dentro del mismo estado, a otros estados o a país cercano que les permite idas y venidas para traer el sustento familiar. La ausencia de educación integral de la sexualidad y los antecedentes de violencia sexual en sus diversas formas configuran la naturalización de la violencia en sus cuerpos. Los factores vinculados a este tipo de transacción se asocian a:

  • Condiciones económicas deprimidas, y muchas veces como única opción para obtener los insumos básicos personales y familiares.
  • Transacciones que incluyen violencia (verbal, sexual, física), enfatizando la dinámica de mayor poder por parte de quien coloca el dinero, generalmente hombres, y menor poder de quienes colocan el cuerpo. Y esta forma de violencia pareciera haberse normalizado y formar parte de la transacción como condición de ocurrencia, sin percepción de indicadores que la visibilicen como explotación sexual.
  • Una educación sexual recibida desde mitos, y tabúes pasados de generación en generación, sin elementos que desproblematicen la sexualidad y que brinden elementos para reconocer riesgos para la salud o para afrontar la violencia sexual u otras formas de violencia basada en el género.
  • Historia de violencia o abuso sexual que no siempre es reconocida por quien la sufre.

En relación con la experiencia de sexo transaccional en Venezuela, no es una práctica en la que se sienten bien ni quieren continuar; equiparan el sexo por supervivencia con la prostitución o el trabajo sexual y desean salir de estas prácticas.

Otro aspecto importante es que la dinámica de la transacción de sexo por supervivencia es la misma para mujeres y para hombres con orientación sexual homosexual o bisexual, lo que indica que las mismas dinámicas de poder están presentes independientemente de la orientación sexual y la edad.

El privilegio social de hombres con mayor poder adquisitivo de acceder al placer sexual pagando a otras personas por su cuerpo se ha potenciado en nuestro país en los últimos años, donde las condiciones de vida de la población se han agravado y no hay una garantía plena de los derechos sexuales y derechos reproductivos, en particular, el derecho a una educación integral de la sexualidad y a una vida libre de violencia. Esta combinatoria genera que haya una proliferación del comercio sexual en sus diversas manifestaciones y que las personas, particularmente las mujeres con mayor vulnerabilidad, queden atrapadas en esta opción como mecanismo de supervivencia. Las personas quedan en la dinámica del sexo transaccional por supervivencia y para la salir de esta dinámica es necesaria la ayuda.

Los hallazgos de este estudio son cónsonos con los encontrados en el 2020 por AVESA y Aid For Aids, entre los que se destaca que, las personas que ponen su cuerpo en el sexo transaccional por supervivencia son fundamentalmente adolescentes femeninas, mujeres jóvenes, adolescentes y hombres jóvenes gays, y hombres jóvenes con VIH en situaciones de pobreza; que adquieren una visión de la interacción sexual como opción válida como estrategia de afrontamiento ante la crisis en la que viven; y quienes poseen familias integradas por niñas y niños de edades tempranas donde algunas tienen discapacidad.

Recalcamos a partir de estos hallazgos la necesidad de modificar las condiciones de pobreza y vulnerabilidad de la población a la par que se garanticen los derechos sexuales y los derechos reproductivos, con énfasis en brindar una educación integral de la sexualidad desde la temprana infancia; así como en garantizar el derecho a una vida de violencia, en particular de violencia sexual.

Resulta imperante compartir estos hallazgos con organizaciones del estado y de la sociedad civil a fin de seguir realizando acciones en pro de una sexualidad integral, los derechos sexuales, los derechos reproductivos, prevención de la violencia basada en el género y la disminución de la pedagogía de la crueldad evidenciadas en estas acciones de explotación sexual como lo es el sexo por supervivencia.

Informe completo aquí

sexotransaccional-20.07