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Carlos Patiño

Abogado defensor de Derechos Humanos. Coordinador de Exigibilidad en DESC de Provea.

Carlos Patiño |

Cuando inesperadamente tía Clelia se sintió mal, en la familia hubo un momento de pánico y por varias horas nadie fue capaz de reaccionar y discutir un plan de acción.

La salud de los enfermos; Julio Cortázar

Mantenerse sano es un acto de supervivencia y de fe. La atención médica en revolución decayó a niveles dramáticos, especialmente durante el gobierno de Nicolás Maduro. En muchos casos, la ausencia de medicamentos es total y prolongada y la atención en los hospitales precaria, poniendo en riesgo la vida de quienes sufren algún padecimiento de salud. Pero además, la victimización es doble, ya que la incertidumbre de no conseguir medicamentos y las consecuencias que ello acarrea afecta la salud mental de los pacientes.

Ante esta coyuntura, la respuesta del gobierno ha sido negar la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país. Defensores de derechos humanos como Francisco Valencia, director de CODEVIDA, han considerado la política del gobierno como deliberada, pues no se activan los mecanismos de cooperación  internacional para solventar la situación; posiblemente por la corrupción en el sector y los negocios de personas vinculadas al gobierno. La prioridad es mantener el poder y sus prebendas, independientemente que la vida de la gente esté en peligro.

Un ejemplo de ello lo representa el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales. El organismo ha dejado de suministrar medicamentos de manera continua. Hasta hace tres años aproximadamente hubo suministro oportuno por parte del ente. Luego comenzaron las interrupciones, culminando en la suspensión de los despachos. A falta de producción local, el gobierno optó por la importación de medicamentos a través de convenios con varios países, entre ellos India y Rusia; actualmente paralizados por deudas impagadas. Para 2018  la escasez ronda el 90%.

Julio Castro, representante de Médicos por la Salud, coincide en que estamos en la peor crisis del sector en Venezuela, al menos en la historia republicana, tomando como referencia los indicadores que el propio gobierno envía a los organismos internacionales. Para Castro, no existe una política pública de salud en el país, a menos que la política sea no hacer cosas: no vacunar, no garantizar medicamentos y atención adecuada. El único interés ha sido promover el control partidista de la salud a través del Carnet de la Patria.

Otra organización que documenta el tema, Médicos Unidos por Venezuela, también ha hecho un balance negativo de los hospitales y su infraestructura. Su director, Jaime Lorenzo, ha denunciado la destrucción de la estructura que se encargaba de hacer prevención en Venezuela: El gobierno acabó con los sistemas ambulatorios; verbigracia, la red Barrio Adentro, sistema paralelo bandera de la revolución, se encuentra prácticamente inoperativo. La vacunación también anda desaparecida. En resumen, no existe política de prevención.

Por otro lado, la infraestructura hospitalaria evidencia desabastecimiento de medicamentos y de material médico-quirúrgico, además de la parálisis total de los servicios de diagnóstico como la imagenología, los laboratorios y reactivos para detectar enfermedades de la sangre. Las terapias intensivas de los hospitales están cerradas por carencia de insumos, obsolescencia de equipos o porque la infraestructura no sirve. Sin contar con la intermitencia de servicios públicos de electricidad y agua, así como la insuficiencia de materiales para la higienización, entre ellos el cloro y los productos antibacterianos.

En la otra acera, la hiperinflación ha mermado la posibilidad de ampararse en seguros HCM privados, algunos de ellos ya dolarizados. Para Jaime Lorenzo, no hay nada que justifique semejante política de destrucción e indolencia, a menos que la política de Estado sea diezmar a la población. Lo que sí queda claro es que la dictadura en Venezuela ha prohibido muchas cosas, y tal vez la más grave de todas sea enfermarse.

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