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Gioconda Espina

Al menos desde Caracas pareciera que durante la controversia en España a propósito de la Ley Trans — impulsada por Ministra de la Igualdad y su partido Podemos, así como por el partido de los disidentes de Podemos, el MAS, ley objetada por las feministas a las que las mujeres deben tanto desde la muerte de Franco–  no contaran las defensoras del proyecto con ideólogas que puedan sustentar la aprobación de la autoasignación sexual por “niñes” y, por tanto, la obligación de que la salud pública asuma el costo de la transición de un sexo a otro por la vía hormonal y quirúrgica.

Por esta precariedad de voces influyentes, que no sean de la farándula, han llevado a España a Judith Butler y a Paul B. Preciado (que es de Burgos, pero hace años vive en París), a que ayude a darle consistencia teórica al proyecto de ley. Butler defendió la ley sin ofender, personalmente, a las feministas españolas, llamadas por la comunidad trans, feministas TERF por sus siglas en inglés: Feministas Radicales Trans Excluyentes. O terfas, como prefieren decir.

A diferencia de Butler, Preciado no se ha cortado para atacar a las terfas que se mantienen en la “cordillera” y no se enteran de lo que sucede en la “cuneta ontológica actual”, especialmente Laura Freixas y Amelia Valcárcel.

Estas mujeres, afirma, que nunca han bajado a la “cuneta” a hablar con trabajadoras sexuales, trans, migrantes, etc, se mantienen en el mismo lugar desde los años 80 y desde su posición privilegiada (en el Instituto de la Mujer, precisó, aunque quizás quiso decir Consejo de Estado, congreso o universidades) se permiten negar la existencia de mujeres en otros cuerpos no binarios.

Pues con esas señoras –dice Preciado– no hay que hablar siquiera, ellas no son interlocutoras válidas en el debate filosófico contemporáneo. Los interlocutores de ellas son los del Episcopado.

Preciado no ve diferencia entre los discursos de la terfa Amelia Valcárcel y la señora Ayuso, alcaldesa de Madrid del Partido Popular que trabaja con el ultraderechista partido Vox. Los discursos de esas señoras terfas son “ruinas instrumentalizadas por el fascismo neoliberal contemporáneo” que quiere seguir clasificando a la gente de forma binaria: mujer/hombre. O heterosexuales/homosexuales.

Preciado dice algo que no debe haberle gustado mucho a Podemos y Mas: que más importante que aprobar la ley trans le parece aprobar la eliminación de ese dispositivo de control del Estado que es solicitar en el registro la identificación por sexo

Preciado no se identifica con ninguna de estas nominaciones. Dice más: no existe feminidad ni masculinidad ni disforia de género “como dicen los psiquiatras”. Lo que existen son cuerpos, que no son ni carne ni objeto sino “somatecas” que archivan relaciones constitutivas de las subjetividades, un lugar mucho mejor que las identidades.

El ataque a las terfas lo hizo Preciado al responder a una pregunta del público sobre qué hacer “con esas señoras transodiantes” que hacen resistencia a la aprobación de la ley trans.

Y esto sucedió en presentación de su libro Dysphoria Mundi (Anagrama, 2022), entrevistado por Ernesto Castro, quien fue reconocido por Preciado como otro filósofo “fontanero de la ontología” que impone lo que es el ser a través de dispositivos más o menos violentos. Preciado se presentó como situado en la línea de Deleuze y Guattari, igual que Butler y Negri y otros 47 filósofos (esta vez no incluyó a Castro).

Y como Deleuze y Guattari toma lo que William Burroughs, un novelista que asesinó a su mujer estando drogado (esta definición la dio Preciado en la presentación), dijo:  que “el poder nos hace adictos”, como hoy somos adictos a las RRSS que WB no conoció. RRSS, “dispositivos del poder”, esta “heroína digital” de la que parece que no podemos prescindir, aunque nos avisa que sí se puede: Preciado no está en ninguna red, afirmó (pero su presentación la vemos en Caracas por Youtube y alguien del público en Madrid le recuerda que lleva celular).  

Además de Burroughs asumió en su libro la posición del primer marido de Hanna Arendt, Günter Anders (de paso nos “recuerda” que fue el “cornudo” de Heidegger), quien después de la II Guerra se fue a Hiroshima y dijo que “ahora más que nunca hace falta la filosofía”, porque con Hiroshima (no con Nawasaki, por lo visto) se había ampliado el holocausto.

La verdad es que no parecen suficientes las razones “filosóficas” para haber tomado a Burroughs y a Anders como referencias fundamentales del libro que presentó.

Volviendo a la ley trans y las terfas que la han adversado desde 2020, Preciado dice algo que no debe haberle gustado mucho a Podemos y Mas: que más importante que aprobar la ley trans le parece aprobar la eliminación de ese dispositivo de control del Estado que es solicitar en el registro la identificación por sexo.

Si se eliminara esta exigencia, afirma, la mitad de lo que propone la ley estarían resueltas. Claro que no se refirió al detalle del nombre propio. Si al nacer te registran como Beatriz y luego tú te rebautizas Paul, guiado por lo que Preciado llama “función deseante”, quien te pida on line el carnet de identidad te ubicará por el nombre como hombre o mujer. Y más fácil será la ubicación de manera presencial, sólo guiándose por la vista.

Terminando de escribir me entero de que el PSOE ha comunicado a Podemos que no votará la ley sin las enmiendas que protegen a los niños y niñas presuntamente trans, que fueron presentadas hace pocas semanas por esas terfas incansables y teóricamente mejor preparadas que se apellidan Valcarcel, Freixas… y Amorós, Miyares, De Miguel, Álvarez… Enhorabuena.

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