Alfredo Infante | El 23 de febrero de 2019, Venezuela vivió uno de los capítulos más dolorosos de su historia reciente. En la frontera con Brasil el gobierno asesinó y reprimió al pueblo indígena Pemón por ser favorable al ingreso de la ayuda humanitaria.
En la frontera con Colombia la Guardia Nacional Bolivariana y grupos paramilitares asesinaron población civil indefensa, quemaron camiones de comida y medicinas que ingresaban al país custodiados por voluntarios, para asistir a la población vulnerable en esta emergencia humanitaria que padece nuestro pueblo.
En sectores populares de Caracas, como La Vega, el FAES allanó casas de líderes sociales y políticos de base. Todo esto como una señal clara que estamos ante un gobierno enemigo de la vida y de los intereses del pueblo, el soberano. En este contexto, en el evangelio de hoy domingo 24 de febrero Jesús nos dice: «Amad a vuestros enemigos». Jesús es realista, no adulcora la realidad, habla de enemigos, de su existencia real.
¿Quiénes son los enemigos? Los que atentan sistemáticamente contra la vida porque han perdido el sentido humanitario; los que violan los derechos humanos porque desconocen la dignidad del otro; quienes de manera soberbia se erigen señores de la vida y el destino de sus hermanos atentando contra el bien común y la fraternidad.
A estos enemigos Jesús nos invita a amarlos. He aquí lo trascendente del evangelio. Pero ¿Cómo amar a quienes atentan contra la vida, la dignidad humana y el bien común? Lo primero que tenemos que tener claro es: ¿qué significa amar evangélicamente? Amar aquí no es un sentimiento light, dulzón, es, por el contrario, una virtud teologal.
En cuanto virtud implica elección y decisión personal de vivir a favor de la vida, de la dignidad y del bien común trascendiendo nuestro propio sentir o gusto. En cuanto teologal implica apertura, desde dentro, al Espíritu Santo, que como decía San Agustín «es más íntimo que mi propia intimidad».
El movimiento del Espíritu es la verdad, la justicia y el perdón que hace posible la fraternidad de los hijos e hijas de Dios. Amar a los enemigos es más que un acto ético, es un acto espiritual. Ahora bien, ¿Cómo se concreta este mandato de Jesús hoy en Venezuela? Amar no es resignarse ante la situación, es por el contrario, buscar salvarnos sin excluir al enemigo. Salvar al enemigo es sacarlo, liberarlo de la situación de pecado en la que se encuentra.
En la trama relacional en la que se encuentra actualmente el enemigo se está deshumanizando y, con su soberbia está generando un contexto objetivo inhumano, de terror, muerte y miseria. En este sentido, el primer punto de la agenda para el cambio, «el cese de la usurpación», es un claro acto de «amor al enemigo», porque le estaríamos liberando de una dinámica relacional que cada día lo deshumaniza y desfigura más como persona.
Por eso Jesús nos invita también a «poner la otra mejilla», que de ningún modo se puede entender como pasividad y sometimiento, sino como no actuar en el mismo paradigma del opresor, es decir, actuar de manera alternativa, como insistía Pablo «vencer el mal a fuerza de bien».
Y, por último, para rehabilitarnos como cuerpo social, lo más básico es el buen trato «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten». En este sentido, el segundo punto de la agenda, «gobierno de transición», tiene la tarea de poner las bases institucionales para que el resentimiento y la venganza ante tantas heridas no lleve la voz cantante, y se respete la vida y la dignidad de los victimarios respetando el debido proceso, sin impunidad, con justicia, pero con un profundo respeto por la vida y la dignidad del enemigo victimario.
Oremos Señor enséñanos amar. Sagrado corazón de Jesús en vos confío Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega. Caracas-Venezuela.
│ Jesuita. Director de la revista SIC-Centro Gumilla. Experto en temas migratorios y humanitarios. Conflictos, paz. | @SICalfredo
Publicado en Revista SIC