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Luis Alberto Crespo

Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.

Luis Crespo | El viernes 17 de agosto 2018 Nicolás Maduro anunció en cadena nacional un “nuevo sistema salarial junto con la reconversión monetaria”: medidas que se ejecutarían de inmediato con otros cambios en materia económica, como la fijación de precios de los bienes y servicios anclada al PETRO, como parte del “programa de recuperación, crecimiento y prosperidad económica”.

Mucho dijo y alardeó sobre estas medidas económicas, pero la realidad está allí, los venezolanos la vivimos a diario con salarios pulverizados, el bolívar destruido, altos niveles de pobreza, desnutrición y desigualdad.

A dos años de la reconversión, que consistió en la eliminación de cinco ceros al bolívar, y la entrada en vigencia de un nuevo cono monetario en el país, se evidencia el rotundo fracaso del régimen en materia económica: la realidad es que actualmente Venezuela tiene una moneda aún más destruida en un escenario donde persiste una inflación galopante.

Como consecuencia, la moneda venezolana perdió sus cualidades o atributos como dinero, lo que motiva su rechazo, abriendo paso a otras monedas para realizar las operaciones de intercambio (dólar norteamericano, Euro y peso colombiano). El bolívar apenas cumple su función como medio de cambio en la actualidad, además las piezas del cono monetario están rezagadas, escasas y son prácticamente inútiles.

No había dudas de que el bolívar no cumplía sus funciones, la distorsión del sistema de precios y pagos en el país se agudizaban, lo cual aceleró el uso del dólar norteamericano y otras monedas en las transacciones de bienes y servicios en el país.

La economía venezolana está distorsionada y presenta graves desequilibrios macroeconómicos, esto se expresa en altos niveles de incertidumbre, falta de incentivos, destrucción de los factores productivos, colapso de los servicios públicos, inflación galopante, aunado a ello, la ausencia de perspectivas de un cambio político en el corto plazo que permita impulsar una estrategia económica para corregir los fenómenos antes mencionados que profundizan la crisis.

Los venezolanos padecen cada vez más los rigores de un régimen fracasado que condena a la población al empobrecimiento estructural por sus paupérrimas condiciones de vida y hambre; Venezuela cada día está en peores condiciones económicas y sociales.

Es importante recordar que, en esa oportunidad, Nicolás Maduro habló de un “Nuevo sistema salarial y nuevo sistema de precios de los bienes y servicios en el país, anclados al PETRO, prometiendo que eso significaría una mejoría sustancial de los ingresos de los trabajadores y las trabajadoras venezolanas”, sin embargo hoy vemos, que el salario mínimo venezolano apenas tiene un poder de compra del 1,4% de la cesta alimentaria, según cifras del CENDA.

En este contexto el régimen anunció el anclaje de los salarios al PETRO, e inició expresando “Si ellos dolarizan los precios, yo petrolizo el salario. Yo aspiro a una recuperación económica con el anclaje del PETRO al nuevo sistema salarial venezolano” sin embargo, a los pocos días de estas declaraciones, cambiaron las reglas y crearon el artificio sobre un tipo de PETRO que se utilizaría como referencia para los aumentos salariales, no anclado al valor del barril de petróleo y sin libre fluctuación, en definitiva fue otro engaño a los trabajadores.

El régimen desprecia el papel fundamental de los salarios, para el sano desempeño de la economía, y que estos deben analizarse constantemente en su relación con otros factores como el empleo, la productividad, competitividad, inversión y el bienestar de las sociedades.

Durante la nefasta gestión del régimen, avanzó la dolarización transaccional desordenada, no obstante, los trabajadores del sector público, jubilados y pensionados reciben salarios en bolívares, ampliándose la brecha de desigualdad entre quienes acceden a “monedas duras” y quienes no, quedando estos últimos expuestos a la pobreza.

Nicolás Maduro hace imposible que la gran mayoría de venezolanos vivan merecidamente de su trabajo, reciben remuneraciones míseras, razón por la cual no pueden satisfacer las necesidades básicas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) expresa que los salarios son fundamentales para las condiciones de trabajo y el empleo en los países, además de ser la principal fuente de ingresos para los trabajadores, determinando sus condiciones de vida.

Las familias venezolanas enfrentan un escenario económico muy difícil, la hiperinflación ha persistido por tercer año consecutivo, manteniéndose con fuerza durante la pandemia y el confinamiento, desde marzo los precios de los alimentos se triplicaron y en las medicinas aumentaron de manera exponencial.

El país requiere respuestas efectivas para enfrentar los impactos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia, hasta ahora solo vemos mayores niveles de represión, control social y la opacidad reinante en la gestión pública.

Luego de 23 semanas de confinamiento, el covid-19 está en una fase de expansión en nuestro país, generando dudas sobre la pertinencia de radicalizar o flexibilizar el aislamiento social, dado su alto impacto en la mermada actividad económica del país, así como también por el agotamiento emocional de las familias.

A dos años de los anuncios de “una nueva reconversión monetaria y un nuevo sistema salarial” fracasados, el resultado en Venezuela es:

  • un salario mínimo que a duras penas significa 1,3 dólares mensuales,
  • una moneda destruida,
  • un cono monetario escaso e inútil,
  • las familias venezolanas sufriendo grandes penurias.

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Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.