La socióloga cree que el atolladero político llegó a un punto en el que nadie puede gobernar, por lo que encontrar una solución pacífica será clave para prevenir una escalada de la crisis económica y social que afronta Venezuela
El conflicto político en Venezuela llegó a su punto más álgido desde que Nicolás Maduro llegó al poder en 2013. Tras la juramentación del presidente del parlamento, Juan Guaidó, como mandatario encargado del país, la disputa escaló en todos sus niveles, hecho que ha dejado mella en la población, que sufre las consecuencias de una economía cada vez más destruida y el debilitamiento del tejido social.
Ante esta situación, diversos actores de la sociedad civil intentan hallar soluciones que permitan culminar con la disputa política entre ambos bandos. Mientras que algunos círculos no ven con malos ojos algún tipo de acción militar, otros abogan por una ruta pacífica que necesariamente pasa por un entendimiento entre las partes involucradas.
En este contexto, la socióloga Verónica Zubillaga, acompañada por un grupo de venezolanos de diferentes áreas profesionales y tendencias políticas, emitieron un documento denominado ‘Por una salida pacífica, electoral, democrática y soberana para Venezuela’, que busca recolectar firmas para darle una voz contundente a propuestas políticas y civiles que pasen por una resolución pacífica.
Zubillaga relata a TalCual la dirección a la que apunta este “manifiesto de principios”, y por qué puede ser una clave para destrabar el conflicto político que sostienen la cúpula del chavismo y la oposición venezolana.
¿Cuál es el objetivo de esta recolección de firmas?
Los objetivos del documento son varios. Subrayaría tres:
- Visibilizar a un sector importante de la población que se viene pronunciando, que aparece en las encuestas, hasta hace poco silencioso, que quiere una solución política.
- Promover la capacidad de movilización de la sociedad civil. Proponiendo cuatro principios básicos para facilitar debates. El documento es una herramienta para plantear debates.
- Reunir gente del chavismo, de la oposición y de muchos sectores con reconocidas diferencias para mostrar que somos capaces de ponernos de acuerdo en las premisas básicas que orientarían un nuevo pacto social, de convivencia.
-¿Cuáles son estos principios básicos en torno a los cuales buscan reunir a los venezolanos?
-Nuestra idea es plantear la posibilidad de que nos podamos reunir gente muy diversa, con diferencias entre sí, sobre estos principios básicos: el rechazo a la injerencia indebida de gobiernos extranjeros y salidas de fuerzas armadas, la búsqueda mecanismos pacíficos y resaltar iniciativas como las del Grupo Internacional de Contacto. También clamamos por un acuerdo que lleve a un proceso electoral transparente, con observación internacional. Por supuesto, es necesario un órgano electoral que represente a todas las partes, un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE). Y muy importante, buscar la alternabilidad democrática con un mecanismo que garantice la convivencia. Esto alude al chavismo que quiere seguir siendo una fuerza política con perspectiva futura y representando la voz y los intereses de la población que lo apoya dentro del juego democrático.
El documento explícitamente quiso plantearse como fundacional, planteando principios fundamentales, pensando además en el tejido social del país.
-¿Es verdaderamente factible encontrar una salida política considerando la polarización de los bandos y el rechazo de la población a la palabra “diálogo”?
-Una de las críticas que ha afrontado el documento es que se trata de una propuesta ingenua. Nosotros en respuesta queremos subrayar que experiencias de países como Irak revelan que, lo que se piensa que puede ser una intervención armada puntual, puede generar una devastación extendida que se prolonga por décadas. El documento plantea la urgencia de una solución política ante la fantasía de una intervención armada.
Es muy difícil reconstruir la infraestructura urbana destruida y especialmente el tejido institucional ya bien erosionado. Recoger el agua derramada por la proliferación de armas y grupos armados organizados. Es fundamental un pacto de gobernabilidad.
-Así como hay ejemplos negativos de intervenciones armadas que no resolvieron problemas, ¿Hay algún caso en el que un diálogo resolviera una situación tan compleja como la disputa política que afronta Venezuela?
-Con todas las distancias, un “Gran Acuerdo Nacional” en el año 1985 en Chile firmado en plena dictadura de Pinochet por personalidades opositoras y otras cercanas al régimen abrieron el paso para la transición en Chile a través de un proceso electoral posterior como el Plebiscito. Después de décadas de guerra, los Acuerdos de Paz en Colombia que tomaron también su tiempo y el apoyo de otros países. Hoy sin embargo el contexto colombiano sigue estando muy complicado.
Uno puede pensar también en la situación en El Salvador, donde después de años de guerra y miles de muertos, las dos partes llegan a un acuerdo de paz porque se dan cuenta que ninguna puede imponerse a la otra. La violencia que vino después ha sido más elevada precisamente porque no se cumplieron los acuerdos, porque el funcionamiento de las comisiones de justicia y verdad incumplieron sus objetivos. Por eso los desafíos del posconflicto son tan importantes.
Nosotros aspiramos a plantear debates y temas como la importancia de una solución política, la necesidad de fortalecer el protagonismo civil frente a los discursos y prácticas militaristas. Invitamos a pensar en el posconflicto y la arquitectura de sistemas de justicia transicional.
En este sentido, los procesos de transición de regímenes autoritarios a democráticos exigen una compleja arquitectura de justicia que implica elaborar un complicado sistema de sanciones y amnistías, priorizando temas claves como los abusos sistemáticos a los derechos humanos.
-¿Cuáles serían estos elementos de justicia transicional necesarios para afrontar el escenario posterior a un cambio de gobierno?
-Esos son precisamente los temas que tenemos empezar a estudiar y a plantear como sociedad. Para ello es importante la movilización social, de la sociedad civil reclamando justicia. Algunas ideas iniciales tomadas de otras experiencias, me atrevo a decir, apuntan a que necesitaremos la conformación de una Comisión de la Verdad y de la Memoria plural y con miembros respetables, además de legítimos, con acompañamiento internacional.
Con el tiempo, una experiencia muy relevante en nuestro continente de la que podemos aprender es de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, que surge por la cooperación de organismos internacionales de las Naciones Unidas (ONU), que han trabajado conjuntamente con fiscales y el sistema de justicia locales. Esa experiencia aborda la combinación entre corrupción, violación a los DDHH y criminalidad.
Es necesario plantear estos temas, plantearlos por la diversidad de grupos armados organizados que hay en el país, como los colectivos armados, además de la intersección de criminalidad y violencia política. Habrá que plantearse procesos de desarme, desmovilización y reinserción (DDR). Todo esto será importante y forma parte de la transición a la democracia.
-¿A través del documento buscan sentar las bases de todo este panorama que se generará tras lograr una solución pacífica?
-En realidad, el documento es muy sencillo y está pensado como herramienta para debatir. Que la gente hable de salidas políticas; traer otras palabras en nuestro vocabulario cotidiano, en nuestras conversaciones que tengan que ver con la salida pacífica que aspiramos muchos con vehemencia en el país. Critican que es escueto o que es básico, pero se trata de un manifiesto de principios que permita reunir esa diversidad para iniciar debates e identificación en torno a temas comunes, la voluntad de una salida política; de generar las condiciones claras para que se dé una salida electoral.
Mi preocupación es prospectiva en términos del desafío de convivencia al que nos enfrentaremos como sociedad civil. Apunta a la obligada convivencia que vamos a tener que forjar sectores del chavismo democrático y de la oposición, incluso en contraposición al sector militar.
-¿Cómo fue la receptividad de las personas ante la propuesta?
-Lanzamos el documento y en día y medio reunió 486 firmas muy diversas. Eso para los firmantes significa un logro muy importante. Hicimos una pausa por unos días la semana pasada frente a la gravedad de los eventos de persecución de los diputados, pero hasta el día del domingo 12 de mayo, llevábamos 534 firmas.
Hemos visto el debate que ha generado. Por la complejidad del conflicto, percibimos mucha impotencia e indignación en un sector, que piensa que a estas alturas la única salida es la militar. Ese sector ha recibido negativamente el documento. Aunque lo que vivimos nos parece realmente insostenible y la magnitud de la crisis humanitaria es atroz, nosotros argumentamos que los procesos de intervención militar inauguran epidemias más profundas de violencia armada e ingobernabilidad todavía mucho más graves que lo que vivimos ahora.
Por otro lado, los firmantes se han apropiado del documento y hay un sentimiento de que es necesario dar estas discusiones, en ese sentido la iniciativa ha recibido comentarios muy positivos y la gente se ha comunicado, ha generado debates que precisamente permiten visibilizar a un sector de la población que clama por una solución política.
-Tras los eventos recientes, con las instituciones públicas afines del oficialismo atacando al parlamento, ¿cree que se han complicado las posibilidades de diálogo?
-Estos eventos han suscitado enormemente una solución política. Desde mi perspectiva es aún urgente plantear la necesidad de una negociación con mediadores legítimos.
-Los acercamientos previos entre oficialismo y oposición fallaron en 2014 y 2017 ¿Por qué funcionarían esta vez?
-Los procesos de diálogos anteriores, que han desacreditado el diálogo como mecanismo de resolución de conflictos, no han tenido las mínimas condiciones para avanzar procesos de negociación. El mediador es una figura fundamental, y un personaje como José Luis Rodríguez Zapatero no mostró ser un mediador neutral, por lo que no garantizaba la confianza necesaria en la oposición para avanzar. Evidentemente el Gobierno ha instrumentalizado el diálogo como proceso.
Desde nuestra perspectiva, tomando en cuenta que no hemos tenido experiencias con mediadores confiables y por todo lo que está en juego, es necesario apoyar procesos como los que está llevando a cabo el Grupo de Internacional Contacto o los noruegos, que participaron en la firma de los Acuerdos de Paz en Colombia.
-¿De verdad se puede esperar algo positivo del Grupo Internacional de Contacto?
-Nuestra iniciativa quiere resaltar el apoyo de sectores de la sociedad civil frente a estos procesos. Estamos convencidos de que sin el apoyo de países mediadores y agentes confiables no podremos salir de este escoyo, y el Grupo Internacional de Contacto (GIC) está conformado por un grupo de países que representan credibilidad. Tenemos que estar conscientes de que muchos acercamientos son tras bastidores.
-¿Cree que, si más países apoyan esta plataforma podrían producirse mayores avances?
-Mientras más países apoyen la negociación, el proceso será más contundente. Sin embargo, estamos enredados en todos los intereses de países como Rusia, EEUU, China y Cuba, que tienen claramente intereses geoestratégicos, militares, políticos, económicos. Por eso nuestra voz se enlaza con la de países con este tipo de propuestas representadas por el GIC.
-Después de afirmar tantas veces que no dialogarán, ¿la oposición podría echarse para atrás y sentarse con el chavismo?
-La situación ha llegado al nivel de estancamiento tan perverso en el que ni Nicolás Maduro puede gobernar, ni Juan Guaidó puede tomar el poder. Por eso están obligados a sentarse y plantear una alternativa.
Las sanciones económicas este año, si bien son una carta de presión de la oposición, al mismo tiempo las consecuencias para la población serán muy graves. El apoyo de Estados Unidos ha sido importante para adquirir peso frente al gobierno de Maduro que ha contado con el apoyo de Rusia, China y Cuba. Ninguna parte se ha podido imponer a la otra. Trágicamente estamos sumergidos en un estancamiento que es muy perverso.
-¿Cuál es el panorama en el caso de que no se llegue a una salida política y pacífica?
-Un éxodo todavía más masivo, la profundización de las muertes que estamos teniendo, tanto por inanición como por acciones como violencia política y criminal. Un panorama peor y más catastrófico al que estamos viviendo ahora. Ni siquiera quiero pensar en esta posibilidad.
Por Brian Contreras Alianza Tal Cual-Provea
Foto: aperturaven,blogspot.com