El pasado miércoles 7 de septiembre se desarrolló una jornada de reflexión entre activistas de distintas organizaciones de la sociedad civil venezolana sobre las protestas de 2017, que se proponía discutir cuál había sido el aprendizaje de estas organizaciones a partir de aquellas jornadas de movilización masiva.

El foro contó con las presentaciones de Isabela Picón (Labo Ciudadano), Cheo Carvajal (Ciudad Laboratorio) y Rafael Uzcátegui (Coordinador General de Provea) y fue moderado por Lexys Rendón (Laboratorio de Paz).

La actividad comenzó con una recapitulación del contexto de las protestas de 2017, iniciadas como reacción a las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Durante 4 meses se registraron 6,479 movilizaciones, 133 personas murieron en el contexto de las protestas y 5.051 personas fueron detenidas de manera ilegal.

Entre los aprendizajes que se presentaron en la sesión de discusión, el aspecto principal es cómo la movilización no violenta fue capaz de generar tejido social.

De estas iniciativas surgieron diferentes organizaciones que se han consolidado y siguen trabajando hasta el presente. Al mismo tiempo, la cultura de la solidaridad se hizo presente frente a la represión y es otro aspecto positivo a rescatar de aquel período de protestas.

Uno de los principales aprendizajes es que las protestas masivas no son la única forma posible de movilización; otros tipos de acción pueden ser incluso más efectivas.

Las estrategias de movilización deben incluir espacios para la evaluación y la reorganización que permitan aumentar su alcance e impacto.

Las demandas maximalistas de aquellas jornadas de protesta, así como sus demandas cortoplacistas, amplias y difusas, dificultaban que pudiera haber logros concretos o éxitos parciales que pudieran motivar a los manifestantes.

Por ello, la finalización del ciclo de protestas con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, supuso gran frustración y fue una de las causas que impulsó la migración masiva en ese año.

Durante las movilizaciones de 2017, no hubo espacios de debate democrático de los dirigentes políticos con las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general.

La ausencia de esta posibilidad, junto con la frustración acumulada, generaron una ruptura y una pérdida de representación de los actores políticos que convocaron y lideraron ese período de movilización.

Esa ruptura se ha acrecentado puesto que la dirigencia política no ha hecho un balance de esta estrategia.

No solo no ha habido balance, tampoco ha habido memoria.

Los intentos de rememorar la represión a las protestas del 2017 han sido criminalizados, y no solo por el gobierno nacional.

Por ello, algunas iniciativas de preservación de la memoria han tenido que hacerse en espacios privados. Los esfuerzos de construir memoria por parte de la sociedad civil no son suficientes; es necesario lograr políticas de reparación integral a las víctimas.

La creciente distancia entre las organizaciones de la sociedad civil y el liderazgo político, ha llevado a que estas se hayan fortalecido y se hayan hecho más autónomas, en cuanto a sus posturas políticas y estrategias en busca de la democratización del país.

Adicionalmente, en el nuevo escenario de consolidación del gobierno de Nicolás Maduro y la constatación de que no habrá cambios políticos significativos en el corto plazo, ha supuesto el surgimiento de posturas enfrentadas dentro de la propia sociedad civil, sobre cuál es la mejor estrategia a seguir.

Frente a ello, la solución podría ser la dispersión estratégica: aceptar la existencia de diversas formas de activismo, pero a la vez ser capaces de coordinar las acciones para alcanzar el objetivo de la democratización, que sí es compartido.

Frente a la desesperanza que se ha generado entre la ciudadanía ante la imposibilidad de un cambio en los términos imaginados entre 2017 y 2019, se hace necesario generar una visión de futuro que sea compartida y sea capaz de enmarcar las acciones, más concretas, que son las posibles en las condiciones políticas actuales.

Aunque no sean masivas, protestas con objetivos definidos y alcanzables, como las de los trabajadores por el Instructivo ONAPRE, han demostrado su efectividad.

El reto es construir una narrativa en la que se entienda que la movilización por estas causas es también una lucha por la democratización y la defensa de los derechos de todos los venezolanos.

De la misma forma, la propuesta de un diálogo político nacional como el de México quizás no sea tan efectivo como múltiples diálogos centrados en los problemas concretos.


Prensa Provea