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José Gregorio Afonso

Profesor universitario, Presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela (APUCV)

Gregorio Afonso Se conmemoró el pasado 22 de diciembre los 300 años de la Universidad Central de Venezuela (UCV), ocasión propicia para reflexionar sobre su larga historia, anterior a la república, que va desde la creación de la Real Universidad de Caracas en 1721 hasta convertirse en la actual UCV. En estas notas nos delimitaremos a hablar, exclusivamente, de algunos episodios contra la UCV que la lastimaron severamente en su momento durante el siglo XX y XXI, pero nunca lograron su propósito de doblegarla.

Las dictaduras venezolanas y algunos gobiernos democráticamente electos, no han podido lograr con éxito su aspiración de doblegar el espíritu rebelde y la movilización de la comunidad universitaria, en especial, la de sus estudiantes quienes han protagonizado, tanto, las luchas particulares de los universitarios por presupuesto, pasaje estudiantil y autonomía, como, los reclamos populares de inclusión social, justicia y democracia.

Las dictaduras de los generales Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, así como, el gobierno electo democráticamente del Doctor Rafael Caldera fueron implacables contra las UCV. Los tres la allanaron y suspendieron indefinidamente sus labores académicas. Sometieron a muchos de sus docentes y estudiantes a la persecución, el destierro y la muerte. Sin embargo, pese a que la comunidad universitaria no pudo impedir el allanamiento de su campus y cierre, su reapertura mostró a la “casa que vence la sombra” firme, sin abandonar sus propias luchas y las del pueblo venezolano.  

La dictadura Gomecista cierra a la UCV por diez años (1912-1922). Sin embargo, al reabrirla, el contacto con el saber científico y humanístico reavivó el carácter crítico de su comunidad y su compromiso social y político con el país. Es así como los protagonistas del ocaso de esta tiranía fueron los estudiantes UCEVISTAS de la denominada “Generación del 28”, quienes en ese año desafiaron a este cruel régimen. Luego de la muerte del dictador, son nuevamente los estudiantes de la UCV quienes contribuyen notoriamente a que el sucesor del dictador y Ministro de Guerra y Marina tenga que abrirse a cambios democráticos.

La historia contemporánea de Venezuela registra la destacada participación de los estudiantes y las autoridades de la UCV en la movilización de febrero de 1936, la cual partió desde su sede en Caracas rumbo a Miraflores, con el rector de ese entonces, el profesor Francisco Rísquez y diversos dirigentes estudiantiles al frente. Su reclamo podría resumirse en democracia y justicia social. Esta enorme manifestación de unas 50.000 personas, junto a eventos de protesta de otros sectores sociales, marcó el rumbo del gobierno del General López Contreras quien, producto de la presión popular con los UCEVISTAS a la vanguardia, gobernó en la dirección de abrirse a reformas democráticas que permitieran dejar atrás a la dictadura Gomecista.

Pese al cierre de la UCV por diez años y el contexto de adversidad y represión de la dictadura Gomecista y de los primeros días del gobierno de López Contreras, la UCV siempre acompaño las expectativas de libertad y progreso de la sociedad venezolana. La dictadura pasó y la UCV se mantuvo sin doblegarse.

Posteriormente en la dictadura Perejimenista, la UCV fue nuevamente agredida, a través del denominado “Comité de Reformas” que por mandato de la dictadura destituyó a las autoridades legítimas de la UCV y expulsó a cientos de profesores y estudiantes, además suspendió indefinidamente las actividades académicas. En esta oportunidad, la bota militar atentaba otra vez contra una institución civil, en la que la crítica y la acción creadora no pueden ser mediatizadas por los intereses del poder. Eran los tiempos de la doctrina de la seguridad nacional y el anticomunismo que en América Latina edificaba la narrativa de las dictaduras militares.

De nada le sirvió al poder esta nueva agresión contra la UCV, ella no se doblegó, profesores y estudiantes continuaron abierta y clandestinamente en algunos casos, su labor crítica y activismo en favor de la democracia.

La acción de los UCEVISTAS por la democracia encuentra en 1957 su punto más alto, cuando los jóvenes universitarios, en conjunto con los estudiantes de educación media, principalmente de Caracas, declaran el 21 de noviembre el inicio de una huelga contra el anunció de convocatoria a un plebiscito por parte del dictador. Esto desencadenó protestas similares en otras universidades  y en zonas populares. Se le reconoce como una acción que contribuyó significativamente a la caída de la dictadura en enero de 1958. Una vez más, la UCV, pese haber sido cerrada en años anteriores y golpeada por la represión contra sus estudiantes y profesores: No se doblegó.

El tercer episodio de estas resumidas notas sobre el carácter indoblegable de la UCV ante las pretensiones del poder de subordinarla a sus intereses, lo protagoniza un gobierno civil, democráticamente electo, pero temeroso ante el proceso de renovación universitaria que en esta se desarrolló a finales de la década de los 60. Un hecho de enorme connotación académica e institucional influenciado por las posturas críticas de las reformas de Córdova y el Mayo Francés.

El interés del gobierno del presidente Caldera cuando allana a la UCV en 1970 era claro: cerrarle espacio al pensamiento crítico e imponer la formación de orden tecnocrática subordinada al poder y a su ideario de modernidad. Con el cierre de la universidad, impuso para su reapertura una nueva Ley de Universidades menos autonómica que la que le precedía y promovió la figura de las universidades experimentales, cuya autonomía dependería de la aprobación del Estado.

La agresión del presidente Caldera tampoco doblegó a la UCV. En las décadas por venir, la “casa que vence la sombra” se mantuvo firme en sus luchas por respeto a la autonomía, presupuesto justo, pasaje estudiantil, más y mejor democracia, así como, contra las tesis privatizadora de la educación pública, promovida por las multilaterales de crédito a través de las tesis de matrículas diferidas y diferenciadas.

Larga es la lista de agresiones contra las universidades desde la reapertura en 1971 hasta el inicio del siglo XXI, resume más de un centenar de estudiantes asesinados, intervención de universidades experimentales y varias incursiones de la fuerza pública en sus campus para agredir a sus comunidades, sin embargo, la UCV se mantuvo firme, reiterando que su única subordinación es a la verdad, no es territorio de dogmas ni de acomodaticios.

Como bien lo señale al principio de estas notas, estas reflexiones se delimitan a hablar, en forma en extremo resumida y bajo un enfoque de orden sociopolítico, de la resistencia de la UCV al poder que ha querido doblegarla. Su intención, en medio de la dictadura actual, es refirmar que la UCV y en general la universidad  venezolana tienen en su naturaleza e historia la fortaleza para resistir la inédita y generalizada agresión a la que es víctima por parte de la actual dictadura Madurista.

Si bien la dictadura Madurista, no ha cerrado a la UCV como en los tres momentos mencionados, le ha impuesto condiciones de existencia que son una agresión distinta a su cierre, pero igualmente generan mortales consecuencias.

La dictadura Madurista ha obligado la migración forzada de cerca de la mitad de sus trabajadores y estudiantes; le ha impuesto un cerco jurídico que impide renovar a sus autoridades; le limita normar su vida académica; la ha asediado estimulando la violencia política contra sus manifestaciones y ha sido permisiva con la acción delincuencial; la ha despojado de su autonomía administrativa y financiera y tiene como aspiración final: lograr la restricción total de la libertad académica. Sin embargo, como ocurrió las anteriores, esta dictadura, más temprano que tarde pasará y la UCV se conservara allí, impávida y comprometida con la reconstrucción democrática del país y en especial, con la vuelta de los universitarios que el régimen les impuso marcharse.

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