ACERCA DEL AUTOR:
Emiliano Terán Mantovani
Sociólogo venezolano, investigador en temas de extractivismo en América Latina. Miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela
Deslaves como el de Las Tejerías, así como una serie de inundaciones que se han generado y se siguen generando a lo largo del país, van dejando rastros dolorosos en cientos de familias venezolanas. Incluso impactos en la ya golpeada economía nacional.
Esto, además de las secuelas mencionadas, nos deja algunas preguntas ineludibles: ¿son evitables estas tragedias? ¿Hay responsabilidades más allá de la naturaleza? ¿Qué podríamos hacer para estar preparados para ellas, para abordarlas?
A partir de estas preguntas quisiera compartir cuatro breves reflexiones sobre esto, que consideramos hace parte de un debate urgente, ante los tiempos de crisis, vulnerabilidad ambiental y cambio climático que vive no sólo Venezuela sino el planeta.
Lo primero: existe una idea recurrente de que eventos como estos son sólo ‘desastres naturales’, que ocurren únicamente por las fuerzas de la naturaleza, como si no hubiese ninguna incidencia humana en la ocurrencia, resultados y magnitudes de dichos eventos, o como si nada si pudiese hacer ni en la prevención ni en la acción ante ellos.
Nada más lejos de la realidad.
Hay diferentes factores y causas que provocan y magnifican estos desastres. Por poner un ejemplo, hay una relación directa entre la deforestación y el incremento de inundaciones, dado que la pérdida forestal implica la eliminación de los filtros naturales de las lluvias, lo que hace que el agua escurra sin ser detenida.
La deforestación en Venezuela viene en incremento debido al avance de la frontera agrícola descontrolada, a la minería, a construcciones irregulares o al tráfico de madera, por mencionar ejemplos.
Este flagelo está haciendo mucho daño en numerosas cuencas hidrográficas del país.
Otros factores que intensifican estos eventos son la construcción de edificaciones ubicadas en zonas de riesgo, o los incendios forestales (que también generan pérdida de bosque), entre otros.
En general, la creciente intervención que ejercemos sobre la naturaleza vulnera los ecosistemas, lo que potencia los riesgos para la vida en ellos.
Lo segundo, es que lamentablemente hemos presenciado una política negligente del Estado venezolano en materia de gestión de riesgos y prevención, habiendo una ausencia de información climática y socioambiental actualizada y disponible al público; de sistemas de alertas tempranas; de mapas de riesgos en comunidades; de acceso público a información sobre planes de contingencia, simulacros de desalojo y planes evacuación; o bien de procesos de educación social y comunitaria para enfrentar estos eventos.
Preocupa mucho esta indolencia gubernamental en la medida en la que no se está preparando al país para eventos como estos, que además la ciencia señala que se harán más intensos y frecuentes en la medida en la que pueda empeorar el cambio climático.
Carecemos dramáticamente de una gestión de riesgos y desastres adecuada, y eso es algo que debe llamar nuestra atención.
Tampoco se ve que se aborden los factores que mencionamos que incrementan la vulnerabilidad de la población; de hecho lo que vemos es que el Gobierno nacional promueve la minería y no se ataca el avance de actividades ilícitas que degradan los ecosistemas y las cuencas hidrográficas.
Nada hace un país con una supuesta “recuperación económica” si destruye sus medios naturales de vida y no hace nada por contrarrestar la vulnerabilidad de sus habitantes.
Lo tercero, tiene que ver con los diferentes argumentos que hemos oído sobre el cambio climático en relación a estos desastres.
Maduro y varios voceros gubernamentales han afirmado que tragedias como la de Las Tejerías es culpa del cambio climático.
Pues sí, el cambio climático por supuesto que tiene gran incidencia en los drásticos cambios que se generan en los patrones estacionales planetarios. Pero dicho así como lo afirman estos voceros oficialistas, pareciese como si fuese sólo una cosa externa sobre la que no hay responsabilidades nacionales y sobre la que no hay ninguna acción que tomar, como ya hemos dicho más arriba.
A mi juicio, se trata de la enésima autoexoneración de responsabilidades, de culpabilizar sólo a un otro exterior (todo es culpa del imperio y de las sanciones), cuando más bien es una obligación del Estado salvaguardar la vida de los venezolanos.
Además de la necesidad de una urgente gestión de riesgos y desastres adecuada, Venezuela tiene compromisos internacionales para mitigar la emisión de Gases de Efecto Invernadero (o proteger sumideros de carbono) y adaptar al país a los nuevos tiempos climáticos.
Pero esto no se está haciendo: la promoción de políticas como el Arco Minero del Orinoco devasta bosques en la Amazonía, o la insistencia en la prescindible minería de carbón en el país, por mencionar ejemplos del devastador modelo de desarrollo que se promueve, son en realidad una contribución al empeoramiento del problema global.
Por años ni siquiera se publicó el Informe de “Contribución Nacionalmente Determinada” sobre cambio climático de Venezuela y se evidencia una total desidia para enfrentar la emergencia climática que ya llegó.
No vemos un debate serio al respecto, y esto aplica también para llamar la atención de liderazgos políticos de oposición.
El cambio climático existe, pero no puede servir para lavarse las manos de las imperiosas responsabilidades que también tienen las autoridades ante el problema.
Cuarto y último: por tanto, requerimos con urgencia que se tomen medidas y se asuma una gestión de riesgos y desastres adecuada a los desafíos que persisten en el país, tomando en cuenta que millones de venezolanos viven en zonas de riesgos, y eventos como estos seguirán sucediendo.
Se están priorizando acuerdos económicos con capitales transnacionales, dando numerosísimas facilidades a la inversión extranjera; esa misma voluntad política debería dirigirse en cambio hacia esfuerzos por proteger a la población, sus derechos y minimizar su condición de vulnerabilidad.
Es más, requerimos nuevos enfoques en dicha gestión de riesgos y desastres, unos que se adapten a las nuevas realidades del cambio climático.
Recuperación de la institucionalidad climática; promoción de planes de contingencia comunitarios, locales, municipales, nacionales; educación en gestión de riesgos; publicación permanente de datos pluviométricos e hidrometeorológicos; alertas tempranas, entre otras medidas ya mencionadas, son requeridas con premura.
Y que los liderazgos políticos reaccionen, pues no parecen entender las dimensiones del problema ni estar a la altura del tiempo histórico que nos está tocando vivir.
https://www.ecopoliticavenezuela.org/2022/08/17/despues-de-la-lluvia-impacto-economico-de-las-inundaciones-en-venezuela/
http://www.desarrollominero.gob.ve/presidente-nicolas-maduro-el-capitalismo-destruyo-el-equilibrio-de-la-naturaleza-el-equilibrio-del-planeta-es-el-culpable-del-cambio-climatico/
https://www.ecopoliticavenezuela.org/2021/09/24/el-observatorio-de-ecologia-politica-de-venezuela-hace-un-llamado-a-las-autoridades-nacionales-a-tomar-medidas-urgentes-y-efectivas-ante-la-crisis-climatica/
https://www.ecopoliticavenezuela.org/2022/10/21/venezuela-sin-planes-de-contingencia-frente-a-lluvias-torrenciales-y-el-cambio-climatico/
ACERCA DEL AUTOR:
Emiliano Terán Mantovani
Sociólogo venezolano, investigador en temas de extractivismo en América Latina. Miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela