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Luis Alberto Crespo

Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.

La economía venezolana en los últimos diecinueve años se ha caracterizado por la aplicación de una política económica de excesivos controles e intervencionismo.

Recordemos que fueron creados todo tipo de controles, leyes e instituciones con la finalidad de controlar los precios, la producción, los inventarios, la distribución de bienes y servicios, el mercado de capitales, el sistema financiero, el tipo de cambio, monopolizar las importaciones, exportaciones y expropiaciones masivas en los distintos sectores económicos del país.

El responsable de la crisis económica que atraviesa Venezuela es Nicolás Maduro. Su nefasta gestión económica, colocó a los venezolanos en precarias condiciones de vida donde resaltan alarmantes niveles de pobreza como lo reveló la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI 2021) con 94,5% de la población en pobreza, según la línea de ingreso y 76,6% en pobreza extrema. Al mismo tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), en su último informe, señala que en Venezuela el 27,4% de la población esta subalimentada.

La economía del país ha estado sumergida en un agudo ciclo depresivo durante la gestión de Nicolás Maduro, con una destrucción sin precedentes del 80% de su PIB.

Estamos en presencia de un reacomodo o viraje en las políticas económicas, impulsado con fuerza por los grupos de poder económico vinculados al régimen, que en su gran mayoría se han visto afectados por las sanciones y están siendo alcanzados por organismos de control financiero y legitimación de capitales en el mundo.

Esto presuntamente debido a las dudas sobre el origen de sus inmensas fortunas, que podrían proceder de la corrupción u otros ilícitos y hoy miran al país como su aliviadero político y económico.

«Se impone la necesidad de discutir una metodología que permita la reconstrucción del salario de los trabajadores venezolano en el corto y mediano plazo»

Es claro que este contexto se apuntala con la “Ley Antibloqueo” instrumento “legal” que puso en las manos de Nicolás Maduro y sus funcionarios el manejo económico y financiero de la nación en su totalidad. Su esfera incluye la administración de activos y pasivos, operaciones de mercado, privatizaciones, excepciones, inversiones, acuerdos internacionales sin consultar al poder legislativo y todo esto con el secretismo que le permite esta ley.

La producción interna para este 2021 tendrá la menor caída de los últimos ocho años o pudiera mostrar un estancamiento con respecto al año anterior, al mismo tiempo, se observa la reanimación del sector terciario de la economía donde destacan el comercio, la recreación, salud y oficios que logran dolarizar sus ingresos.

El sector petrolero para este año expresa una leve recuperación luego de una caída sin precedentes en sus niveles de producción con respecto al 2020.

Asimismo, la manufactura y la construcción siguen muy afectados por el ciclo depresivo de los últimos siete años de la economía venezolana.

La destrucción de empleos formales en Venezuela, de acuerdo con la información de ENCOVI 2021, en este año que culmina con respecto al período 2019-2020, fue en 1,3 millones de puestos de trabajo, tanto en el sector público como privado, destacando también que solo 40% de los ocupados están incorporados a un empleo en el sector formal de la economía.

Se observan reanimadas ciertas actividades económicas en medio del hambre, la pobreza, la desigualdad y la inequidad como graves problemas sociales presentes, en medio de la emergencia humanitaria compleja que enfrenta el país.

El viraje económico del régimen también se apalancó en la masificación de importaciones, la dolarización transaccional y el extractivismo desde la perspectiva más primitiva y expoliadora de los recursos naturales del Arco Minero, área muy rica en recursos minerales y triangula minerales por cash en divisas con sus aliados internacionales.

Cierra un año y los trabajadores del sector público, jubilados y pensionados reciben salarios o ingresos en bolívares pulverizados, el salario mínimo y el bono de alimentación no significan nada, apenas representan 1,51 y 0,64 dólares mensuales, lo cual pone a estos trabajadores dentro del umbral de pobreza extrema. Además los bonos otorgados por el sistema patria escasamente superan los 3,5 dólares al mes, y no subsana la destrucción del poder de compra de este sector.

En definitiva, se impone la necesidad de discutir una metodología que permita la reconstrucción del salario de los trabajadores venezolanos en el corto y mediano plazo, soy responsable de no plantear el debate en términos cuantitativos, pero sí exhortar a los sectores y actores vinculados con la necesidad de abrir los espacios para abordar el tema.

Recomponer los equilibrios microeconómicos y macroeconómicos en Venezuela es fundamental, como también el tema de los salarios suficientes para los trabajadores.

El año 2021 culminará con la expansión de bodegones, supermercados, cafés afrancesados, el dólar como referencia de moneda y las distorsiones que generan una sobrevaluación del bolívar con respecto al dólar, un Banco Central que acciona vendiendo reservas que están en sus mínimos históricos y asfixiando el crédito bancario vía encaje legal, sectores que tomaron un respiro gracias al desmontaje de controles perversos que por años generaron múltiples desequilibrios. 

Los ingresos no-petroleros incrementaron con respecto al 2020, la economía subterránea, remesas, oro del Arco Minero, entre otros, contribuyeron con la dinamización de los sectores que se recuperaron en este 2021.

Pero la pobreza, el hambre, desigualdad y colapso de los servicios públicos en el país marcan el día a día de los venezolanos. La desaceleración de la inflación y la posibilidad de salir del fenómeno de la hiperinflación luego de cuatro años aparece en el horizonte, sin embargo, dejando a su paso el poder de compra de los venezolanos pulverizado.

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Luis Alberto Crespo

Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.