El historiador y profesor universitario Tomás Straka asegura que, para que un proceso comicial pueda desencadenar una ruptura con el rumbo que viene teniendo un país, el mismo debe ser competitivo y que además, el costo de no entregar el poder debe hacerse alto para quien lo ejerce
Venezuela ha pasado de unos eventos electorales donde las expectativas estaban al máximo, en los que se esperaba una especie de choque de trenes y hasta se temía un desenlace violento, a unos eventos donde el chavismo juega solo, se consolida aún más en el poder y alcanza mayores niveles de control institucional. Para los comicios parlamentarios previstos para el seis de diciembre del presente año, el panorama parece no haber cambiado con respecto a los años inmediatamente anteriores y todo indica que los venezolanos observarán una película repetida con unos resultados cantados de antemano.
Y es que, aunque las elecciones generan una dinámica política que es imprevisible, los factores mayoritarios de la oposición (los que fueron ampliamente votados en los comicios de 2015) no han logrado descifrar la manera en que se pueda hacer efectivo el descontento de la población ante la administración de Nicolás Maduro ni tampoco el respaldo electoral que han tenido, el cual no se ha traducido en la ejecución del poder que emana del sufragio, como se vio no solo en los pasados comicios parlamentarios, sino en las elecciones de gobernadores (caso del estado Bolívar).
Pero de la historia se pueden obtener importantes lecciones de cómo un proceso electoral puede conducir a un cambio en el rumbo político del país. En conversación con la alianza informativa Provea-TalCual, el historiador y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Tomás Straka, explica que para hacer efectiva la decisión de la población plasmada en unas elecciones, se hacen necesarios diversos factores que puedan propiciar que el poder se doblegue ante la voluntad popular.
Las elecciones fueron una fuente real de poder entre 1958 y 1998
«Si los procesos electorales son competitivos y le dan el poder a quien triunfa puede generar cambios importantes. Hay un ejemplo que salta a la vista, en 1998, una crisis política condujo a que en un proceso electoral ganara el candidato anti sistema, y ese candidato, a través de una serie de procesos electorales fue desmontando el sistema político imperante”, expresó Tomás Straka, autor de libros como La República Fragmentada y la Épica del Desencanto.
Explicó que, durante la llamada IV República, hubo casos que demostraron que las elecciones eran una fuente real de poder. “Hay que ver lo que significaron dos hitos importantes, primero cuando Rómulo Betancourt le entrega a Raúl Leoni (1964), es la primera vez que un presidente electo democráticamente le pasa la banda a otro; de igual manera, cuando el año 1969 se la pasa a Rafael Caldera, es la primera vez que la oposición gana las elecciones. Así que efectivamente podemos decir que un evento electoral genera cambios grandes”.
Indicó que a simple vista puede parecer que los citados no fueron cambios muy grandes, pero que en su histórico contexto fueron trascendentales. De igual manera, advirtió que, cuando los procesos electorales no cumplen con esa misión que le está asignada, como es que la sociedad se exprese, también pueden generar cambios importantes, como se vio en la crisis venezolana de finales del siglo XIX, como cuando el fraude de 1898, o el desastre 1846, que trajo como consecuencia un gobierno civil.
Las elecciones pueden propiciar cambios imprevistos
“Las elecciones pueden generar el cambio que es el esperado dentro de la institucionalidad, como es que cambie un gobierno o se consolide un sistema –asegura Tomás Straka-, pero también puede generar cambios de manera no prevista. Cuando las elecciones son abortadas o pervertidas, por fraude, por el desconocimiento por parte del poder, esto desencadena procesos que en muchas ocasiones tienen consecuencias distintas a aquellas que esperaban quienes lo perpetran”, señaló.
Precisó que, en 1846, el desconocimiento de un proceso electoral trajo como consecuencia a la larga la pérdida del poder de lo que se conoce como la oligarquía conservadora. “Pensaban que iban a tener el poder para siempre y lo perdieron en dos años”, resaltó.
Continuó explicando que, en 1898, Joaquín Crespo pensó que iba a quedar como el amo absoluto de Venezuela “y resulta que hubo una guerra civil en la que a él lo matan”. Así mismo, en 1957 parecía absoluta la consolidación de Marcos Pérez Jiménez, pero “el resultado fue que la sociedad dijo basta, y eso generó una reacción en cadena que en cuestión de un mes hizo que Pérez Jiménez saliera del poder. Hay fraudes que consolidan, pero hay otros que tienen un efecto búmerang”.
Multiplicidad de factores
-¿Hay experiencias en otros países donde la dinámica electoral presente un régimen totalitario y que a raíz de un evento electoral se produzca un quiebre?
-La gente me pregunta si es posible que dictaduras salgan con votos. En ningún proceso un solo factor es el que determina el todo. De modo que afirmar que unas elecciones hayan acabado con una dictadura sin ver otros factores, como los que por ejemplo aquellos que las obligaron a reconocer los resultados, es dejar forzosamente incompleto el asunto. No obstante, las elecciones sí pueden ser la estocada final, el punto de no retorno, o el evento que permite la final desembocadura de una transición.
Relató que así ocurrió en el caso del plebiscito chileno de 1988, o en las elecciones que acabaron con el régimen comunista en Polonia; o en los casos de Uruguay en 1984 y Brasil en 1985. “De un modo u otro, las elecciones siempre son importantes, de allí que lo que se haga frente a ellas es una jugada que suele tener consecuencias muy grandes, como participar, abstenerse, reconocer los resultados, no reconocerlos, etcétera.”
-¿Qué factores jugaron en la salida de Pérez Jiménez?
-Es un caso interesante, porque todo indicaba que nada podía sacarlo del poder. El fraude y la aparente calma con la que fue aceptado, parecían la definitiva consumación del poder absoluto. De hecho, hay un informe famoso de Inteligencia norteamericano de diciembre de 1957, que daba a Pérez Jiménez como inamovible por los siguientes años. ¿Qué pasó? Para decirlo de forma sencilla, que sus bases eran muy endebles. Más que un gobierno de fuerza, o además de un gobierno de fuerza, era un gobierno a la fuerza. Hubo un momento en el que todos los factores llegaron a la conclusión, cada uno por sus propios motivos, que con Pérez Jiménez estaban peor que saliéndose de él, por lo que la posibilidad de su perpetuación los inquietó.
Añadió que, de esa manera, lo que parecía la consolidación definitiva de la dictadura de Pérez Jiménez, fue el incentivo de muchos a acabar con la dictadura cuanto antes.
“El punto clave fue cuando un sector del Ejército demostró estar también descontento, lo que ocurrió con el intento de golpe del 1° de enero de 1958. A partir de ese momento las cosas se precipitaron. Se reencontraron todos los sectores opuestos a la dictadura, que demostraron ser mayoritarios y crecieron como una bola de nieve: desde los grandes líderes del exilio que decidieron unir fuerzas en el llamado Pacto de Nueva York, a lo que siguieron los manifiestos de todos los sectores, la formación de la Junta Patriótica, hasta el paro cívico del 21 de enero y los disturbios tras los cuales el Alto Mando le pidió la renuncia a Pérez Jiménez, que se demostraba no sólo incapaz de controlar la situación, sino ser la causa fundamental de los desacuerdos”.
Socialismo pretoriano
-¿Qué tanto ha cambiado la FAN actual a la que había cuando llegó Chávez al poder?
-No soy especialista en el tema castrense, por lo que sólo puedo decir lo que un observador ve desde lejos. La participación pública en la actividad política de forma partidista; la incorporación de su personal de forma masiva en la administración pública, y su incorporación a la actividad económica, en lo que en un artículo he llamado el socialismo pretroriano. Son cosas que, al menos en esa escala, no ocurrían antes. Domingo Irwin hizo aportes muy grandes para comprender el fenómeno del pretorianismo. Dos de sus discípulos, José Alberto Olivar y Luis Alberto Buttó han cooordinado un libro titulado el Estado cuartel. El título es bastante decidor.
-¿En el caso específico de elecciones parlamentarias, se ha llegado a quiebres políticos a partir de un evento de ese tipo? En Venezuela en 2015 se coartó un cambio político.
-Las elecciones para elegir el congreso hechas entre octubre y noviembre de 1810, son la base de la República de Venezuela. Ahí se eligió y se les dio legitimidad a quienes la establecieron. Las elecciones municipales de 1937 marcaron un quiebre que cambió el país para siempre. Dos años después del gomecismo, la oposición de izquierda obtuvo notables triunfos. Las elecciones para la Constituyente de 1946 marcan el gran hito de la democratización de Venezuela. Las elecciones regionales de 1989 marcan otro hito, cambiando en gran medida la correlación de fuerzas en el país. Las elecciones parlamentarias de 2015 también cambiaron de forma sustancial la dinámica política venezolana. Ellas marcan un antes y un después. Es decir, este tipo de eventos puede ser muy importante.
-¿Cree que si la oposición hubiera decidido participar y ganara eso ayudaría a forzar al gobierno a negociar?
No sólo hay que ganar. Hay que poder cobrar. Cuán temible o no eres a la hora de ir a cobrar, qué tan costoso es para el que debe dejar de pagar, son lo que marcan el resto. Si es más barato, digamos, menos costoso, no pagar, sólo los altamente motivados por razones éticas a hacerlo, pagarán. El resto, o se irá con la cabuya en la pata, o hará como Jalisco.
Para la Alianza Tal Cual – Provea
Foto: El Nacional.