Hay muchas formas de intentar la construcción de memoria ante las masivas violaciones de derechos humanos que se han registrado en Venezuela. El trabajo habitual de las organizaciones de derechos humanos como Provea es la documentación minuciosa y detallada, orientada a presentar casos nacionales e internacionales, o también hacia la difusión de investigaciones que permitan conocer la magnitud de las violaciones y su impacto en diversos sectores de la población.

Este enfoque de documentación y denuncia, sin embargo, solo puede llegar a la pequeña audiencia de activistas que se interesan por estos temas. Llegar a otras audiencias, al público en general, supone trabajar bajo otros formatos. Sobre todo, exige que las denuncias puedan convertirse en un relato capaz de suscitar las emociones y la empatía del público. Hay muchas iniciativas de esta naturaleza, incluyendo portales como La Vida de Nos, que busca justo presentar desde el punto de vista de sus protagonistas las terribles historias que muchos venezolanos han tenido que enfrentar en estos años de crisis política y emergencia humanitaria.

Pero no solo está la web. Pese a las múltiples dificultades del contexto, del cierre de muchas librerías, la censura y la autocensura, se siguen publicando libros. Y entre las novedades de la Editorial Dahbar se encuentra un libro titulado No te olvides de mi, en el que la periodista Kaoru Konekura emprende la tarea de presentar al público los testimonios de los presos políticos, haciendo especial énfasis en los menos conocidos. Porque no todos los presos cuentan con el privilegio de aparecer en las portadas de los medios digitales o de tener campañas públicas por su liberación. Conversamos con ella, para conocer más sobre este nuevo libro.

Es importante tu trabajo de rescatar los testimonios de presos políticos que no necesariamente son los más nombrados o recordados por el público. ¿nos puedes contar cuántos casos aparecen en el libro y cuáles son los tipos? Por ejemplo, ¿fueron personas detenidas en el marco de protestas u otro tipo de coyuntura?

“Coyuntura” creo que no expresa la gravedad de estas detenciones. Si se piensa en Franks Cabaña, por ejemplo, detenido en 2017, el único que queda por el vuelo del helicóptero de Óscar Pérez y que no tiene juicio desde 2022 ni prueba en su contra, da cuenta de algo más grande que incluso sostener las tramas oficiales. El jurista Santiago Canton, quien escribió el prólogo, lo llama “mal absoluto” y estoy de acuerdo. Ese mismo mal les cayó al capitán Carlos Piña y la estilista Peggy Morales, dos de los cuatro detenidos por el estadounidense Jerrel Kenemore, que fue canjeado en diciembre de 2023 y a quien ni siquiera conocen. Las actas policiales de este caso se contradicen entre ellas y evidencian el montaje del cuento del extranjero que viene a desestabilizar a Venezuela.

Y ese mal absoluto da para todos: a la enfermera Layla Miranda le achacaron el incendio del galpón del Seguro Social en Carapa, en 2022, todavía no ha comenzado su juicio. A Darío Estrada lo acusaron de homicidio intencional en contra del fiscal general y de un gobernador sin nombre. Darío, y esto es muy importante, es persona con trastorno del espectro autista, por lo tanto, es inimputable y a él no solo lo imputaron, en las semanas posteriores al 20 de julio, lo condenaron a 30 años de cárcel sin una sola prueba en su contra. A Ramón Centeno, de la juventud del PSUV, nada que le dan la medida de casa por cárcel, pese a que el deterioro de sus piernas es bastante notable. Esto es lo que hay en el libro. Son diez relatos de doce presos políticos, todos detenidos antes de la elección presidencial. Pero todo preso político mencionado tiene una breve descripción sobre su caso. En total, entre relatos y menciones, creo que son cuarenta y cuatro.

¿Los casos que relatas, son personas que siguen detenidas o que ya han sido liberadas?

Solo tres fueron excarcelados. Sus juicios siguen. Así que, como dice el abogado Juan Luis González, cuya conversación aparece en el apéndice: “están en libertad, pero no están en libertad”.

¿Cómo fue el proceso con estas víctimas para obtener información sobre sus casos?

Desde el principio, quise que el preso político hablara y esto fue posible en muchos relatos. Pero acordamos no decir ni la vía ni el procedimiento de cómo lo logramos. Con ellos, sus familiares, que también son víctimas, y sus abogados, el proceso fue como suele ser, muy paciente, muy organizado y muy meticuloso. Lograr esto no fue por una cotorra de quince minutos. Fueron muchas conversaciones, papeles, horas, días. El relato de Rodeo 1 se hizo desde febrero hasta abril de 2024. Casi todas las noches de los sábados y los domingos hablaba con los familiares mientras dormían a sus muchachos, hacían alguna tarea del colegio a última hora, montaban unas arepas o aprovechaban que llegó el agua. Comenzamos a registrar cuando ni se sabía qué era Rodeo 1 y cerramos cuando ya había un mínimo de orden con las visitas. Por esos días no tenía muy claro en qué iba a acabar todo ese registro y ahora tenemos uno de cómo se fue haciendo ese lugar con las exigencias de los familiares.

Quisiera decir algo más: estos relatos no van solo de los casos, también cuentan la vida ahora, como la de Bruno Juárez, que es el barbero en su centro de detención, los anhelos como el de Emirlendris Benítez de oler a su hijo y amores como el de los esposos Ivonne Barrios y Daeven Rodríguez, que se mantuvo en la DGCIM-Boleíta y cuando los separaron. La esperanza también cuenta y se cuenta.

¿Cuáles dirías que son los elementos comunes en los testimonios que aparecen en No te olvides de mi?

El olvido, claro, y lo increíble que son las tramas y los procesos. En las conversaciones del apéndice, los abogados Juan Luis González, Joel García y Zair Mundaray explican con claridad cómo el colapso del sistema de justicia es uno de los elementos comunes que nos tiene donde estamos.

¿Cuál es la importancia de que estas violaciones de derechos humanos se publiquen a través de distintos formatos y no solo como noticias o denuncias?

El libro aguanta la explicación que no cabe en un tuit y todavía hay lectores de libros o de relatos largos en medios digitales. Me acuerdo del libro anterior a éste —Ahora van a conocer al Diablo, editado por Oscar Medina—, allí se hizo público el relato de Emirlendris Benítez. Luego ese relato apareció en medios y mira cuánto ha pasado desde entonces. Además de la abogada Rocío San Miguel, Emirlendris es uno de los ejemplos más notorios de que sí hay presas políticas en Venezuela.

¿Cómo es la respuesta del público ante este tipo de libros?

Me es difícil saberlo. Claro que la aspiración es que este libro genere interés. Es de relatos de gente que está viva, que la detuvieron en nuestros mismos espacios y situaciones, en una alcabala, en el aeropuerto, en un local comprando un celular o por estar en grupo de WhatsApp, y le armaron una trama tremenda. Esta gente sigue presa, tiene años presa y esto es un problemón que merece atención y solidaridad. Pero cada quien decide a qué dedicar su atención y eso lo respeto.

Prensa Provea.