En diciembre de 1999 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud, con el fin de promover la participación de los jóvenes en más ámbitos de la sociedad, atravesando los desafíos que ello supone en un contexto globalizado, con grandes avances tecnológicos, pero también con escenarios políticos y económicos cada vez más adversos.

En el marco de la celebración de esta fecha global, conversamos con Verónica Chópite Abraham, socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), co-fundadora y directora del Observatorio de Juventudes Venezuela (OBJUVE) e investigadora interesada en estudios juveniles y procesos sociopolíticos.

Es la percepción de los jóvenes en la actualidad uno de los indicadores cualitativos más complejos en un contexto país permeado por la incertidumbre -en diferentes niveles-, y es uno de los aspectos que, desde OBJUVE, se está analizando.

Vivir en un contexto autoritario como el venezolano implica vincular las expresiones emocionales de esto están asociadas a la frustración a la ansiedad a mucha tristeza mucho dolor tanto físico como emocional por la crisis.

Entendiendo que la juventud es la etapa de transición y en esa etapa de transición entre que va entre la niñez, a la adultez, hay un proceso importante en la generación de identidades. Dada la crisis, los mecanismos sociales para generar identidades son muy limitados y, por lo contrario, una de nuestras grandes conclusiones es que la juventud venezolana no transiciona hacia la adultez, sino que caen de golpe debido a los malos salarios, por las malas pensiones de jubilación se ven obligados a mantener a sus padres, por la crisis universitaria y educativa se ven obligados a insertarse muy tempranamente en el en el campo laboral, entre otros aspectos.

Tenemos ante nosotros un concierto de jóvenes que en gran medida están muy frustrados, porque no logran conseguir una vida con razones para valorar, o no como la quisieran, y eso obviamente complica su gestión y además está generando un desapego sobre los asuntos públicos y, particularmente, los políticos y sobre este último punto, es muy difícil saber cuántos jóvenes no están inscritos en el Registro Electoral. Hay una proyección de la organización Voto Joven, de un aproximado de dos millones y eso habla de la crisis institucional que, ni siquiera el CNE (Consejo Nacional Electoral), permite y habilita puntos de inscripción accesibles, pero tampoco pareciera que hay un interés juvenil por involucrarse en lo público porque no hay por razones como las que vivimos en los años 2014 y 2017.

“Las juventudes se ven decepcionadas en la clase política: la chavista por ser la generadora de la crisis y la opositora por generar expectativas, y que eso no movilice o no conlleve a un cambio del sistema político”.

De cara al escenario político que se avecina, ¿de qué manera, además del voto, los jóvenes aportarían en este proceso?

Hay una primera medida que es votando. Es el camino más básico de participación pública y ocurre porque los derechos de identidades de los jóvenes son constantemente violados por nuestro ecosistema político, pero también creo que otra acción: estamos poco interesados incentivar a los jóvenes a que trabajen por causas específicas y puntuales, muy propicio en un ecosistema cada vez más dictatorial, cerrado, violento y volátil con esta población.

Es más fácil convocar un grupo de jóvenes y decirle: mira, vamos a reunirnos para hablar sobre el efecto del calentamiento global en Venezuela y para sensibilizar sobre la contaminación del Lago de Maracaibo. Vamos a hacer unas intervenciones en la calle y en algunos espacios verdes para sembrar árboles y una agenda creativa para sensibilizar a la gente que decirles: vamos a hacer una protesta para luchar por la democracia liberal. O sea, al final creemos que las agendas por causas son más prácticas y más visibles para hacer cosas y al final por un camino natural. Las agendas de causas, si te involucras desde una causa específica por un camino natural, te vas a involucrar en lo político de una manera más formal.

Además, una tendencia de la juventud es involucrarse a lo político desde la informalidad y lo masivo, eso pasa en países de América Latina. En Venezuela no ocurre de esa manera porque nuestro ecosistema público es muy violento, y esa puede ser la idea de no involucrarse en objetivos tan grandes como la democracia y la libertad que, además, como no la hemos vivido no sabemos cómo se ve.

“Lo público se hace muy muy ajeno, las causas permiten tener un cable a tierra”.

Involucrarse con algo que me importa y me preocupa y a partir de eso, buscar grupos aliados y seguros. O sea, si a ti te molesta el maltrato animal, por ejemplo, búscate un grupo que trabajan en contra del maltrato animal. Si te preocupan los derechos de la comunidad LGTBIQ, hay muchísimos activistas muy serios, que están haciendo un agente increíble, entre otros.

Con base en estas consideraciones, existe un aspecto muy complejo de entender y es el rol de los jóvenes en el contexto venezolano actual. A juicio de Chópite, se ha generado un ensimismamiento. Vivir en crisis no es culpa de los jóvenes: hay jóvenes que son jefes de hogares, que no tienen suficiente ingreso para pagar un postgrado. El sistema político venezolano hoy está diseñado para la pobreza. Los jóvenes no son un fracaso, son hijos de esta crisis. Entender esto es complejísimo, aunque no lo parezca, pero lo es porque tiene un impacto en la autoestima de las juventudes.

El segundo rol de los jóvenes es el de cuestionar. Hoy nosotros vemos con preocupación desde el OBJUVE que hay una agenda de naturalización de la crisis, ya no es que no haces cola de 12 horas, sino de seis, entonces ya eso pareciera como un avance importante, pero realmente la idea es que no hicieras cola.

No nos parece bien la intervención de la Cruz Roja porque hay actores opositores ahí, pero es que no logramos ver que la sola intervención, sino es un acto autoritario, es entonces el rol del cuestionamiento, de ser inquietos ante la crisis para que no le ganen la medida en que tú te mantengas en movimiento y te mantengas agrupado y no te aísles. Creo que los jóvenes le están ganando al ecosistema.

¿Qué acciones consideras que son prioritarias para cambiar la realidad de los jóvenes?

La primera acción es entender que los jóvenes también son víctimas o también padecen, por usar una palabra más amable, de la Emergencia Humanitaria Compleja. La atención humanitaria, por su naturaleza y sus protocolos, excluye naturalmente a las juventudes.

Para incluirte o ser beneficiario de un programa de transferencias directas o de ayudas sanitarias, debes tener una condición previa, básicamente biológica o de salud o una condición social muy específica, para que te atiendan y tu perfil sea incluido. Por ejemplo, los programas de transferencia directa de comida o de dinero, están determinados, probablemente, para personas entre 60 años en adelante, o mujeres con hijos o embarazadas, o personas que parecen algún tipo de discapacidad o vulnerabilidad económica, en este tipo de perfiles pueden entrar algunos jóvenes.

¿Cuál ha sido la respuesta natural ante eso?, la migración. Desde que iniciaron las olas migratorias, en el 2002 tras los grandes despidos de Pdvsa (Petróleos de Venezuela), los que más han migrado son jóvenes. Entre 2014 y 2017 hubo un gran pico de migración juvenil a tal punto que hoy ha llegado eso a un techo. Si tú ves como la última ola migratoria, la mayoría tienen edades más hacia los 40 que hacia los 30 y eso es porque en gran medida la población juvenil ya ha emigrado.

“Venezuela es un país que hoy tiene cifras poblacionales que debió haber alcanzado en el 2040, somos un país envejecido”.

Cualquier persona que quiera tomar una acción con respecto a las juventudes, es entender que Venezuela ya no es un país joven. Significa que a los que aún estamos en Venezuela nos cae un peso aún más grande, porque socio demográficamente tenemos una población pensionada que depende aún más de los que estamos económicamente productivos y eso pone un gran peso en nuestras espaldas. Habría que pensar en planes de atención de emergencia y eso pasa por educación de emergencia, planes de transferencias directas y otros a jóvenes para que puedan insertarse de una forma sana o reinsertarse al sistema educativo o laboral. Y también pasa por ejecutar la Ley del primer empleo que existe, pero no opera. Tiene bastantes inconsistencias contradicciones con la ley de juventud.

Entonces creo que son esas dos primeras medidas, o sea, activar planes de emergencia de atención juvenil, que es como te digo que deberían estar en el área de seguridad alimentaria, en el área educativa y en el área de micro emprendimientos con planes semillas para para movilizar la rueda económica en donde los jóvenes tengan una participación especial y eso tiene que ir complementado con una ley de primer empleo juvenil con sus debidas actualizaciones.


Prensa Provea