Menos de 30 kilómetros separan a Santa Elena de Uairén, estado Bolívar de Pacaraima, estado de Roraima Brasil. Con frecuencia esa distancia es caminada por indígenas waraos que viniendo del oriente del país se proponen cruzar la frontera huyendo de la miseria en Venezuela. Al cruzar la frontera, a escasos trescientos metros, se encuentran con el primer control migratorio en Brasil.
Existe un amplio despliegue logístico del gobierno brasileño para atender a los venezolanos y venezolanas que ingresan a ese país. Se activó la denominada «Operación Acolhida» que tiene en funcionamiento varios campamentos para refugiados los cuales han sido creados en cooperación con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional de Migraciones (OIM) a los cuales se les conoce como centros de abrigo.
En el caso particular de los indígenas waraos existe en Pacaraima un centro de atención exclusivo para ellos. El propósito en mantener la comunidad, que no se disgregue. Paro son tantos los que huyen de Venezuela que el gobierno de Brasil no ha podido hasta el momento garantizar que todos estén en campamentos. Vivir en un campamento significa tener la posibilidad de tres comidas diarias, realizar aseo personal y atención de salud básica. Cerca de 500 están en un campamento.
Un número más o menos igual deambula por las calles de Pacaraima. Venden sus artesanías, recogen metales en las calles hurgando basureros y después venden a empresas que compran para reciclar, pero también viven de la caridad de quienes les da algo de dinero o comida. La Misión Guaicaipuro que vendió el gobierno venezolano como la solución para dignificar a los pueblos indígenas, terminó expulsando a miles tanto a Brasil como a Colombia.
Una persona que se ha empeñado, incluso poniendo en riesgo su vida, en ayudar a venezolanos y venezolanas que llegan a Pacaraima y especialmente a los indígenas es el párroco de esa ciudad: Jesús López Fernández de Bobadilla. De nacionalidad española, corazón brasileño y sentimiento venezolano, así resume cuando se presenta.
Debería estar disfrutando mis últimos años de vida, pero hay hermanos que necesitan atención y a ellos dedico mi tiempo, comentó a un grupo de activistas de derechos humanos de siete países que tuvimos la oportunidad de visitarlo y conversar sobre su labor. De baja estatura y de corazón grande, este párroco desde el 2016 viene ayudando a cientos de personas humildes que llegan a Brasil buscando un mejor destino.
En 2016-comenta- se empezó a sentir en Pacaraima el flujo de venezolanos. La escasez de alimentos obligaba a miles de personas procedentes de distintas partes de Venezuela a buscar alimentos en Brasil. Pocos se quedaban. Compraban y regresaban. La situación empezó a cambiar. Empezaron a ingresar venezolanos que llegaban con el propósito de quedarse, fue un proceso lento. En 2018 fue el detonante, la migración fue masiva y quienes llegaban eran muy humildes. En ese río humano llegaron casi mil indígenas waraos. La parroquia organizó encuentros con representantes de la sociedad civil y autoridades locales para analizar el fenómeno.
Por su propia iniciativa y con recursos de la parroquia empezó a garantizar desayunos. Empezó con 80 y a los pocos meses ya la cifra se elevó a 1200 y luego superó los 2000. Personas de la sociedad civil y de la iglesia se sumaron al apoyo en ese enorme esfuerzo logístico y económico. No era Jesús multiplicando los panes, eran desayunos.
Hay pocos «caínes» y muchos «abeles» nos comenta. Muy pocas personas, pero que usando diversos medios, empezaron una campaña de xenofobia contra los venezolanos. Se les empezó a echar la culpa de todos los males de la ciudad y se señalaba al Párroco Jesús como cómplice. El 18 de agosto de 2018, la campaña tuvo su lamentable resultado. Sectores de la población de Pacaraima agredieron a venezolanos. Quemaron sus carpas o ranchos construidos, persiguieron por las calles con palos y objetos punzantes a cualquiera que ubicaban como venezolano. No importaba quien fuera, mujer, adolescente, adulto. Ser venezolano ya era motivo para la agresión. Los venezolanos tuvieron su día de los «cristales rotos». Varios venezolanos resultaron heridos, sus maletas o morrales quemados o robados y se les dejó en mayor miseria de la que ya padecían. El Párroco Jesús fue amenazado e insultado por autoparlantes que trasladaban por la ciudad.
La calma volvió a los pocos días y con ella también llegó la «Operación Acolhida» del gobierno brasileño. Hoy el padre Jesús López continúa apoyando a los venezolanos más humildes particularmente a los indígenas waraos. Tiene la colaboración de Acnur y de otras agencias de Naciones Unidas. La misma labor que empezó solo y con recursos de la Parroquia, la realiza ahora con un poco más de recursos lo cual le permite brindar más apoyo.
Los indígenas Waraos y muchos humildes en Pacaraima tienen su Jesús que les tiende la mano, también el gobierno brasileño.
Prensa Provea