La falta de agua por tubería es uno de los principales motivos de protesta en Venezuela. El servicio -uno de los más necesarios para tener calidad de vida- no llega de forma constante a mayoría de los hogares. En 2020 más del 60% de los habitantes de Caracas y Petare carecían de agua para enfrentar la pandemia, el barrio Luzón de la parroquia San Juan de Caracas no es la excepción en 2021.
El derecho humano al agua implica que las personas deben tener agua potable, en cantidad suficiente y continua. Ninguna de estas tres condiciones disfrutan quienes viven en Luzón
Desde la avenida San Martín a la altura de la Plaza Capuchinos, se visualiza el barrio Luzón, cuya cima culmina con un tanque de agua que muestra la figura del fallecido presidente Hugo Chávez. Cada vecino que sube y baja con su botellón de agua a cuestas tiene esa misma vista, la de la precariedad por no tener el servicio.
Desde el lunes por la tarde hasta el sábado en la noche las tuberías permanecen vacías en los hogares de Polvorín I y II, Las Brisas y Las Mercedes, sectores del barrio Luzón, donde cada familia tiene una historia sobre cómo enfrenta los días sin el suministro de agua.
Más de dos años sin el servicio de forma constante tienen los habitantes de esta zona popular de Caracas, viven entre tobos y envases plásticos con agua almacenada para poder luchar la ausencia del agua, así sea por unos días. Sin embargo, este no es el único problema que arropa a los vecinos, sumado a esto, la deficiencia del sistema se hace presente con la mala calidad: “El agua llega sucia, amarilla y a los pocos días de almacenada ya se ven larvas”
Naciones Unidas indica que el agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico, debe ser saludable; es decir, libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana. Una aspiración de los habitantes del barrio que se ve lejana
“Rezo para que el agua llegue sin falta el sábado, pero el ciclo se repite”, dijo una vecina que prefirió mantenerse bajo anonimato, señalando las tres botellas de agua amarillenta que le quedaban para cocinar y que guardaba junto a la puerta trasera de su casa.
“Un tobo grande y rojo y unas perolitas de refresco llenas de agua”, es la única forma que tiene Aida González para solventar los días sin el servicio en su casa, donde vive con sus padres desde hace más de 20 años.
“Cuando nos bañamos usamos una ponchera y esa agua después se usa para bajar el inodoro”, describió González para denunciar la precariedad en la que vive toda la comunidad.
“Es difícil tener calidad de vida cuando el agua tarda en llegar y cuando al fin llega está sucia y hay que usarla así para bañarse, cocinar, bajar la poceta”, relató una joven que tampoco quiso revelar su nombre por temor a que como medida represiva le quiten la bolsa de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), el programa de distribución de alimentos promovido por la administración de Nicolás Maduro que es manejado en las zonas populares por los consejos comunales.
“La situación es precaria porque el agua almacenada no dura nada. Lo poco que tenemos, los perolitos, todo eso lo llenamos. Ya estamos cansados de esto. Queremos que nos solucionen este problema”, reclamó una señora de 54 años de edad, vecina del sector.
En el lavaplatos de aluminio en la casa de la señora María Márquez hay una olla todos los días, porque el agua que usa para fregar es la misma con la que posteriormente deberá bajar la poceta.
“La necesidad nos hizo ver que no podíamos desperdiciar nada de agua”, resaltó la mujer, agregando que en ocasiones cuando están sin agua y llueve, llenan los tobos con agua de lluvia para bañarse y limpiar el baño.
“Lo que vivimos con el tema del agua es preocupante. Años atrás, hace como cinco años, en nuestra comunidad no faltaba el agua. Teníamos agua todos los días. Esto fue disminuyendo (…) Ahora solo la mandan de sábado a lunes y son pocas las casas de la comunidad que cuentan con tanque porque es muy costoso, entonces lo que se ve en las casas es un hogar lleno de perolitos. En mi casa si tenemos un tanque de material de cemento que se construyó hace mucho tiempo y es lo que nos ayuda tener agua en los días que falta”, relató Maybe Merente
“Es difícil tener que sacrificar un fin de semana porque es el único día que llega el agua y hay que estar en la casa esperando. Mi familia le ha surtido agua a los vecinos en ocasiones, cuando el agua no llega el día esperado porque el tanque es grande, gracias a dios, pero el que no, sufre”, agregó Merente preocupada por la situación que padecen en la zona.
Niños, niñas y adolescentes en medio de la escasez de agua y la crisis
Los niños, niñas y adolescentes también han visto afectada su calidad de vida al no tener agua en sus hogares, muestra de esto es el testimonio de un vecino, quien no sabe cómo explicarle a su nieto que no puede hacer una actividad simple y cotidiana como bañarse todos los días porque el agua almacenada solo alcanza para lo justo.
“En casa tenemos un niño pequeño y cuando dice que se quiere bañar y no hay agua no sé cómo explicarle lo que estamos viviendo”, mencionó el vecino, quien además destacó las dificultades en medio de la pandemia, como no poder lavarse las manos, que es una de las recomendaciones principales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por el Covid-19.
Unas casas más allá, en el barrio Luzón, vive un adolescente de 15 años que conoce prácticamente a toda la comunidad. Es un joven que comparte vivienda con sus abuelos (quienes solo dependen de la pensión) y carga botellones de agua a quien lo necesite a cambio de dinero para ayudar en casa, pasando a ser uno de los menores de edad que en medio de la crisis se ven obligados a trabajar.
Luis (nombre falso que usaremos para resguardar su identidad) no lleva la cuenta de cuántos botellones de agua de 20 litros carga a diario, pero si tiene la certeza de los 15 que sube a sus hombros cada dos semanas a una de las vecina, quien lo llama cuando necesita grandes cantidades porque el agua por tubería no llega.
“Baja y sube más de tres veces al día con el botellón de agua en la espalda y cada vecino le da lo que puede”, dijo uno de los habitantes de Luzón que le paga al menor por buscar agua.
El trabajo infantil en Venezuela se incrementó un 20% durante la pandemia por el coronavirus, de acuerdo con un informe de la ONG internacional World Vision publicado en el 2020.
El día más esperado por los habitantes del sector es el sábado, pero cuando el suministro no llega a los hogares en el tiempo previsto, los vecinos comienzan a bajar con sus botellones azules hacia la avenida San Martín, donde usualmente buscan locales que se dedican a la venta de agua potable.
La solución que ofrecieron los Consejos Comunales fue dar un subsidio a los vecinos para recargar agua en un local al pie de Luzón, lugar en el que surte casi toda la comunidad. Entregaron a cada familia un ticket equivalente a 270 mil bolívares, cuando un botellón de 20 litros tenía un valor de 800 mil bolívares. No obstante esa ayuda desapareció desde que entró en vigencia el último cono monetario.
“Esa medida no era una solución. Eran pañitos de agua caliente para que la gente pensara que estaban haciendo algo por la comunidad”, dijo un vecino que pidió permanecer bajo anonimato y que manifestó su inconformidad con la supuesta solución a una problemática que hoy no afecta solo a la parroquia San Juan sino a todo un país.
En medio de la situación precaria, el local cerca de la avenida donde se abastecen los vecinos, se convirtió en un lugar concurrente para los habitantes de la zona, quienes pagan y llenan sus envases de plástico para luego subir la colina con su botellón de agua a cuestas y se detienen de esquina en esquina para descansar bajo el sol. Otros usan sus carritos de mercado para ayudarse con el peso.
La alerta y desesperación del sector incrementa cuando en el local de costumbre, cerca de la avenida, no hay suministro para vender porque piensan: “eso es señal de que el agua no vendrá pronto”
Hace unos meses atrás llegó el día sábado, pero el agua por tubería no, ya “los perolitos” y botellones estaban secos y era difícil conseguir agua potable en los locales, lo que obligó a la comunidad a organizarse y lograron traer una cisterna, que no fue suficiente para abastecer a todas las familias. El agua suministrada por la cisterna tampoco era de calidad y fue una de las encargadas quien admitió, en ese entonces, que sólo debía usarse para el baño.
La realidad por la crisis de agua potable sigue golpeando al barrio Luzón, donde siguen viviendo entre agua almacenada
Una gran parte de los vecinos entrevistados pidió mantener el anonimato por temor a represalias con el consejo comunal.
La parroquia San Juan limita al norte con las parroquias 23 de enero y Catedral; al sur con El Paraíso; al este con Santa Teresa y al oeste con El Paraíso.
Una problemática latente en Venezuela
Según el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) y su encuesta de septiembre, solo el 33,9% de los consultados recibe el suministro de agua por tubería todos los días.
El OVSP alertó en un informe publicado el 17 de noviembre de este año que el agua es el servicio público peor evaluado en 12 ciudades del país: Caracas, San Fernando de Apure, Maracaibo, Barinas, Punto Fijo, Mérida, San Cristóbal, Barquisimeto, Porlamar, Ciudad Bolívar, Valencia y Barcelona.
Al menos 102 protestas se registraron solo durante el mes de septiembre 2021 para exigir agua potable, siendo el servicio básico más exigido, según el Observatorio Venezolanos de Conflictividad Social (OVCS).
La Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios de Agua Potable y de Saneamiento y la Ley de Calidad de las Aguas y del Aire establece que todo ciudadano y ciudadana debería poder gozar de un servicio de agua eficiente y constante a través de tuberías. Hacen énfasis en que el agua debe ser apta para el consumo humano.
Prensa Provea