María Yanes | La resiliencia es una facultad inherente o mejor dicho innata en todos los seres humanos y la conocemos como la capacidad que tiene el individuo de superar situaciones adversas ante cualquier circunstancia con la importancia de que al lograr vencer la fatalidad se debe salir más fortalecido y alcanzar un estado de bienestar no solo en lo personal y familiar sino en el medio de trabajo donde se desenvuelve. No obstante, las crisis ante las cuales nos pudiéramos enfrentar son temporales o circunstanciales y están relacionadas generalmente con enfermedades y muertes, violencia, conflictos sociales, bélicos o desastres naturales. A través de la historia han habido ejemplos de personas resilientes que han salido adelante y han sido ejemplo de vida, también países o pueblos los cuales se han provisto de esta gran facultad para sobrevivir y resistir ante las adversidades ocasionadas por las condiciones nombradas anteriormente o por sistemas de gobiernos autoritarios, adquiriendo la fortaleza necesaria además de vencer la resignación para salir de ellos de manera pacífica, democrática, constitucional y lo han logrado. Un ejemplo al respecto lo dio el pueblo chileno hace 28 años. El pasado 5 de Octubre se conmemoró en ese país el triunfo del plebiscito para sacar del poder al General Augusto Pinochet tras 15 años de férrea dictadura.
Los venezolanos de por si somos resilientes, sin embargo, debemos robustecer más aun esa capacidad ya que vienen momentos difíciles, para alcanzar la fortaleza necesaria con el fin de cambiar un modelo político de estirpe autoritario e inconstitucional
La crisis social por la que atravesamos los venezolanos cada año se profundiza y deja al descubierto el fracaso de un modelo político y económico el cual ha conllevado a una baja calidad de vida en la población. Sin embargo, más que un modelo de las características mencionadas algunos piensan que se ha acompañado de una estrategia fríamente calculada y que a luces de analistas o expertos en esta materia su único fin es alcanzar el objetivo de minimizar al individuo como tal y así poder ejercer el control social característico de regímenes autoritarios. La pobreza y la miseria son la base de sustentación de este tipo de sistemas de gobierno, cuesta creer que en la modernidad del siglo XXI todavía puedan existir. Lo más asombroso es que este control es ejercido por una minoría ostensible pero “dueños” de la mayoría de los poderes del Estado Venezolano, algunos de manera ilegítima. Quienes lamentablemente todavía gobierna de manera inescrupulosa, transforman la mentira en verdad y lo derecho lo voltean al revés, además provistos también de una gran ignorancia y mediocridad, a esto se suma la gran corrupción desplegada a lo largo de estos 17 años, los más oscuros de nuestra historia. Quienes conducen el país no solamente lo han realizado de manera inconstitucional también han inculcado en la sociedad venezolana emociones negativas que han generado una condición de stress permanente lo que también influye en el estado de salud de la población ocasionando alteraciones en el área cardiovascular, sistema inmunológico y digestivo, los más afectados por esta situación de ansiedad. Además ejercen el poder desplegando antivalores como el odio, corrupción, violencia, impunidad e intolerancia. Los venezolanos de por si somos resilientes, sin embargo, debemos robustecer más aun esa capacidad ya que vienen momentos difíciles, para alcanzar la fortaleza necesaria con el fin de cambiar un modelo político de estirpe autoritario e inconstitucional el cual nos ha coartado la libertad y la paz así como la adecuada calidad de vida que debe tener la sociedad , por supuesto todas las familias venezolanas que la conforman. La unión es fundamental y si bien la dirigencia política que se opone a este régimen es importante, más lo es el pueblo venezolano que no tiene que esperar a que sea convocado ya que debemos salir de manera espontánea, pacífica y contundente a fin de defender nuestro derecho de elegir libremente y de manera democrática a quienes consideremos deben conducir las riendas del país, como lo manifiesta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Más del 80% de los venezolanos rechaza este sistema de gobierno el cual ya adquirió la connotación de dictadura. Debemos transformar las emociones negativas en positivas para lograr este objetivo, esto forma parte de la resiliencia a la que debemos sumar una actitud de resistencia. No debemos sucumbir a la desesperanza y resignación. Tenemos que luchar y reaccionar ante esta “grave alteración del orden democrático y constitucional” como lo expresó el Sr Luis Almagro, Secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) al referirse a Venezuela. Estoy segura que lograremos transformar la violencia y el odio en tolerancia y respeto, la impunidad en justicia y por supuesto alcanzaremos la libertad y democracia.