ACERCA DEL AUTOR:

Author profile
Profesor en la escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela
Rafael Venegas

Profesor universitario. Dirigente político. Secretario General de Vanguardia Popular.

Mariela no es una muñeca del petróleo –a mucha honra dirá ella cuando me haya leído–. Nos encontramos, a veces, cuando el azar de nuestros relojes se sincronizan, los pasos se reúnen y marchan paralelos en caminatas tempraneras.

No obstante haber traspuesto el ecuador de su siglo hace algún rato, sigue siendo inmarcesiblemente joven y bella, con una serenidad contagiosa y balsámica, cargada de simpatía y sueños a pesar de los desencantos de la vida.

Hace tres décadas, cuando se graduó de Licenciada en Administración, su modesto sueño era ejercer su profesión en la administración pública hasta llegada la hora de su jubilación. Con el dinero reunido como resultado de 30 años de servicio aspiraba irse de vacaciones por un mes a Margarita, llevarse a su madre para que la acompañara en el descanso y comprarse un carro para aliviar las tareas del otoño existencial, el cual recorrería tranquila con el monto de la pensión a cobrar.

Así de sencillo era el plan tejido sobre la tarima del Aula Magna de nuestra UCV mientras recibía el título, en los albores de sus primaverales años veintes. Mariela es una muñeca del barrio, no del petróleo.

La primera parte del sueño la cumplió a pesar de un paréntesis involuntario: en el año 2000, después de un lustro al servicio del viejo Congreso Nacional, fue despedida por los nuevos amos del poder para poner a uno de los suyos. Sin embargo, en lapso breve, a instancias de un amigo y con su palmarés a mano en auxilio de su derecho al trabajo, fue requerida en el ministerio de la ruina económica, donde sobrevivió haciendo bien aquello para lo cual estudió, sin apenas distraerse en asuntos subalternos.

Las muñecas del barrio son trabajadoras y responsables. Las del petróleo descansan sus cirugías es-téticas en lujosos apartamentos en Dubai.

Durante la larga travesía laboral que siguió, dos veces fue sacudida por los vientos de la arbitrariedad y el autoritarismo: la primera vez para “leerle la cartilla” porque verificaron que había firmado la solicitud de referéndum revocatorio para el extinto presidente. Ya saben, la famosa lista Tascón, empleada para la persecución, los despidos, el acoso laboral y el chantaje, porque piensan que ejercer el derecho al trabajo es una dádiva graciosa otorgada a cambio de lealtades incondicionales.

Las muñecas del barrio solo están prestadas a la administración pública. Las del petróleo son co-dueñas del Estado y usufructuarias del erario público.

La segunda vez que tembló su estabilidad laboral fue como consecuencia de su respeto escrupuloso a la fe católica: Mariela le pidió a su jefe que, por favor, no la obligara a asistir a los funerales del comandante porque eso supone un acto sincero de amor cristiano y no lágrimas artificiales de plañideras contratadas. Yo rezaré en mis noches para que Dios perdone sus pecados y le dé descanso eterno a su alma, le dijo a su jefe. Este le respondió con un Te quedas pero no te metas en vaina porque tendré que botarte y en adelante reprobándole todas las evaluaciones de personal que vinieron.

Así llegó Mariela al momento de jubilarse, hace solo un mes. Guardando silencio, tragando grueso y cumpliendo sus deberes. Agregó que con el pasar del tiempo la obligación de asistir a los actos del oficialismo se fue relajando y ya se sintió en libertad de no acudir a ellos. Por eso no metió ese abuso en el inventario. Recordó el sueño dibujado en el Aula Magna y lo vio distinto a este ocaso. Llegaba a término su paso por la administración pública, ciertamente, tal como lo imaginó entonces, pero sabiendo que no podrá realizar los modestos e ingenuos planes dibujados al principio.

La jubilaron con el 60% del sueldo mensual que devengaba porque esas son las reglas del juego. Eso equivale a Bs 80 quincenal, a lo cual suma una bolsa de comida como complemento. Todavía no le han pagado las prestaciones sociales, pero está persuadida de que con el monto total de ellas no podrá invitar a su madre a comer hamburguesa en la plaza Venezuela. La ilusión del viaje a Margarita se diluyó hace largo tiempo. El carro se trocó en quimera borrada con el despertar. A este mundo pertenecen las muñecas del barrio.

Esta es la recompensa que paga el Estado a una profesional que consagró su arte y su ciencia, su experticia y su tiempo al servicio público –pero Mariela no es la excepción sino la regla– , en un país donde el poder es un gran lupanar para la orgía del saqueo más impune de la riqueza nacional, donde los desfalcos ocurren a diario y sus montos se cuentan en miles de millones de dólares, donde se reparten minas de oro, se esfuman tanqueros cargados de petróleo y la casta dominante exhibe ostentosa el derroche grosero de su riqueza mal habida; donde, en definitiva, la corrupción forma parte sustantiva del sistema imperante. A este otro mundo pertenecen los dueños de las muñecas del petróleo.

ACERCA DEL AUTOR:

Author profile
Profesor en la escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela
Rafael Venegas

Profesor universitario. Dirigente político. Secretario General de Vanguardia Popular.