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Luis Alberto Crespo

Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.

Luis Crespo | Los pueblos desean vivir en sociedades donde puedan desarrollar sus capacidades, acceder a un sistema de salud y educación de calidad, empleos bien remunerados, poder disfrutar de calidad de vida, bienestar y que se respeten sus derechos humanos.

La Venezuela de hoy aleja a su población de esas aspiraciones. Como resultado de la nefasta gestión del régimen el país atraviesa por un desastre económico y social de grandes magnitudes, caracterizado por actuar en contra de las libertades económicas, un marcado intervencionismo, corrupción, opacidad en la administración pública y saqueo de las finanzas del Estado.

Nicolás Maduro es símbolo de hambre, miseria y penurias para los venezolanos, más aún, en tiempos de pandemia cuando se agudiza el deterioro en las condiciones de vida de los venezolanos. Hoy en Venezuela 9,3 millones de habitantes tienen hambre, según cifras de OXFAN (traducido, Comité de Oxford para el Alivio del Hambre), de acuerdo con los resultados de ENCOVI, la pobreza multidimensional se encuentra en 64,8%, el salario mínimo está pulverizado, los servicios públicos colapsaron, hay escasez de gas y gasolina, según datos de la Asamblea Nacional la inflación acumulada al mes de agosto se ubica en 1.079,67%, siendo este el tercer año en hiperinflación.

Hemos afirmado que el aislamiento social en Venezuela por la pandemia llegó en el peor contexto sanitario, económico y social, las dimensiones de su impacto en las familias venezolanas se expresan en un acelerado deterioro socioeconómico, y afectados por la emergencia humanitaria compleja, la angustia y desasosiego que vive a diario la población los agobia, sumado a la incertidumbre de cómo alimentarse con salarios pulverizados, sin servicios públicos: luz, agua, gas, internet y el sistema hospitalario en caos.

Esta tragedia nacional debe detenerse, están comprometiendo e hipotecando el futuro del país. Atrás quedó el discurso del régimen sobre la diversificación de la producción y el desarrollo científico tecnológico de la nación.

El régimen actualmente asume como modelo de desarrollo económico el extrativismo primitivo, destruyendo el medio ambiente y el futuro de las próximas generaciones, entregando las riquezas naturales del arco minero a empresas rusas, chinas y turcas, que se aprovechan de la destrucción de la institucionalidad en Venezuela. Luego de 21 años Venezuela es más dependiente, con niveles de deuda externa que superan los 140 millardos de dólares, aislado e insolvente en el sistema financiero internacional.

Hemos visto el desastre de la industria petrolera y las principales empresas básicas: Sidor, Alcasa, Alucasa, Alunasa, Bauxilum. Por séptimo año consecutivo, el país experimenta la caída de su producción interna y se mantiene dentro de un ciclo de depresión económica, hiperinflación y destrucción de sus capacidades productivas.

Nicolás Maduro no responde a las necesidades de la gente, las familias vulnerables están expuestas, no puede garantizarles atención en el área de la salud, ni ampliar o reforzar la seguridad social deteriorada en el país, e indiscutiblemente está limitado por su incapacidad técnica, política y financiera para atender eficazmente a los venezolanos que requieren apoyo en materia de económica en medio del Covid-19.

El panorama actual es sumamente adverso para los venezolanos. Se requiere de un gobierno que junto a sus instituciones generen oportunidades y calidad de vida, el país necesita un gran cambio, un nuevo modelo, recuperar el Estado de derecho y justicia en función del respeto a los valores, la democracia y el bienestar del pueblo.

En los últimos seis años el país dejó de ser una sociedad de oportunidades, convirtiéndose en un conglomerado de personas que diariamente tratan de subsistir en ella, mientras otros han salido a múltiples países en búsqueda de mejores condiciones de vida, ejemplo: 4,5 millones de venezolanos que migraron del país (ACNUR). Hoy los venezolanos demandan un cambio de rumbo.

La decisión de emigrar para un número importante de venezolanos ante el deterioro de las condiciones de vida y el aumento de la persecución política se convirtió en un mecanismo para lograr bienestar, mejorar el poder adquisitivo, tener un empleo, como también poder acceder a alimentación adecuada y atención médica, derechos que desaparecieron en Venezuela, en particular en los sectores de menores ingresos.

El socialismo del siglo XXI representa un modelo caótico, primitivo y sin perspectivas, que llevó al país a la debacle, el régimen niega a la población las posibilidades de expresarse y desarrollarseestamos hablando de un sistema que comprometió el futuro de las próximas generaciones del país.

Venezuela necesita un cambio político que detenga esto, el país debe enrumbarse hacia la democracia y prosperidad deseada por la inmensa mayoría de venezolanos para salir de la miseria, el hambre y el desasosiego ocasionados por Nicolás Maduro.

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Luis Alberto Crespo

Economista, Msc. en Moneda e Inst. Financieras, Prof de Economía UCV.