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Rafael Uzcategui

Sociólogo y editor independiente. Actualmente es Coordinador General de Provea.

Rafael Uzcátegui | En el sugerente texto “Se la narrativa. Cómo cambiar la narrativa podría revolucionar el activismo en derechos humanos”, Krizna Gómez y Thomas Coombes dan algunas ideas para enfrentar la retórica populista, que desde Estados Unidos pasando por Turquía, India, Rusia y Venezuela, está haciendo retroceder a los valores que le daban sustento a la dignidad humana. Si bien su reflexión esta focalizada a los activistas de ONG, los planteamientos pueden ser de utilidad para todo el actual movimiento democrático venezolano, ante la ausencia de una promesa de futuro que sea más atractiva y seductora para las mayorías que los delirios emanados desde el bolivarianismo. En una conceptualización que comparto, entienden a los populismos como aquellos procesos políticos con dos componentes fundamentales: Su antipluralidad, promoviendo la discriminación como cemento de construcción para su base de apoyo, y en segundo término, basan su actuación en una supuesta confrontación contra unas “élites” definidas por el líder carismático, responsables de todo lo malo que sucede en el país.

¿Cómo se enfrentan a los populistas? En primer lugar, comprendiendo sus estrategias. Gómez y Coombes las han agrupado en tres tipos principales: Controversia, crisis y conflicto. “Los populistas prosperan en la controversia -afirman- porque es en tales entornos donde exageran su importancia: una mano firme en medio de la confusión y las proyecciones inciertas sobre el futuro. Además, al promover la confusión en la imaginación del público, distraen la atención sobre el propio incumplimiento de sus promesas”. La crisis, real o inventada -aseguran-, real es un mecanismo de cohesión de sus seguidores detrás de la autoridad incontestable del caudillo, funcional a la derogación de derechos y persecución a la disidencia. Por último, sobre el conflicto, apuntan: “Los populistas modelan su identidad como una oposición a algo o alguien”. A diferencia de los autoritarismos y dictaduras del pasado, que aspiraban a la eliminación física de sus adversarios, los populistas modernos necesitan la existencia de ese “otro”, en cuyo antagonismo se justificarán las medidas excepcionales -que terminan por convertirse en permanentes- para perpetuarse en el poder.

Para enfrentar narrativamente estas estrategias proponen responder a cada uno con un valor opuesto: la controversia con la cultura, la crisis con la cooperación y la reconstrucción de la comunidad al fomento del conflicto. En vez de reaccionar automáticamente a los mensajes populistas, aconsejan crear sus propios marcos de mensajes alternativos, pues la refutación en sus mismos términos, por ejemplo “los defensores de derechos humanos no son imperialistas”, significa reforzar el concepto mismo de ser manejado por intereses foráneos, dejando la sospecha en el aire, precisamente el objetivo de las salas situacionales populistas.

¿Cómo se construyen este tipo de mensajes? Para iniciar entendiendo el componente lógico y subjetivo de las personas: “Los seres humanos entienden el mundo que los rodea a través de una combinación de pensamiento emocional y racional, pero la ciencia del cerebro nos muestra cada vez más que el pensamiento emocional subconsciente es el más dominante de los dos, incluso en dominios racionales como la ley (…) Si pensamos que estamos usando un lenguaje neutral, científico o legal, nuestras palabras pueden ser interpretadas por otros de la manera que nosotros no esperamos”.

Seguidamente explican los componentes de la vocería pública, que deben tomarse en cuenta para la elaboración de un contradiscurso al populismo: Historias, narrativas y marcos. Las historias serían cómo se cuenta un momento o evento específico. Cuando se repiten, las historias comienzan a formar una narrativa consistente. Por su parte, una narrativa sería “La forma en que los eventos o historias se conectan y presentan para formar una nueva creencia, una comprensión de «sentido común» de lo que está sucediendo”. Finalmente, un marco serían las “Palabras, imágenes, metáforas u otros desencadenantes que hacen a la audiencia interpretar una historia a través de una cierta narrativa”. Cuando las personas encuentran nuevas ideas, información, historias o experiencias, los interpretan usando los marcos narrativos existentes que esos estímulos activan en su cerebro. Estos marcos se encuentran en las mentes de nuestra audiencia si los activamos consciente o inadvertidamente. Como el estratega político Frank Luntz escribe: «Puedes tener el mejor mensaje del mundo, pero la persona que lo recibe siempre lo entenderá a través del prisma de sus propias emociones, preconceptos, prejuicios y creencias preexistentes».

Como lo dejan suficientemente claro en el documento, no se sugiere que formular un lenguaje políticamente correcto, o conseguir eslóganes viralizables, transformará mágicamente la realidad: “Mostrar es mucho más poderoso que contar. Lo que uno hace es la narrativa, lo que uno dice es simplemente el intento de enmarcarlo”, indican. ¿El movimiento por la democracia en Venezuela está prefigurando, aquí y ahora, el modelo de sociedad que desea para el futuro? La fragmentación y luchas intestinas actuales sugieren lo contrario. Los gremios y organizaciones de la sociedad civil pudiéramos comenzar a revertir la separación, la principal victoria de la dictadura madurista, si comenzamos a ejercitarnos en la reconstrucción del sentido de pertenencia a la comunidad “Venezuela”, la promoción incesante de la cooperación y las experiencias culturales compartidas pudieran comenzar a sanar las fisuras que el daño antropológico ha creado en el tejido asociativo que posibilita una actuación política, en sentido amplio, común por el cambio.

Rafael Uzcátegui

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