César Rodríguez Garavito | No contento con forzar a millones de venezolanos a abandonar su país, el gobierno de Maduro califica de “noticias falsas” las imágenes y cifras de migrantes que caminan por las carreteras de los Estados vecinos. Aunque al gobierno venezolano hace tiempo le tienen sin cuidado la verdad y los datos, hay que recordar dos hechos fundamentales sobre la migración que pasan desapercibidos incluso en los países latinoamericanos que están recibiendo el éxodo.
El primero es la escala de la emergencia. Aunque las cifras son incompletas, hoy es claro que más de cuatro millones de venezolanos han huido de su país en la diáspora que comenzó en 2002 y se disparó desde 2014. Para encontrar un paralelo contemporáneo, hay que mirar a la tragedia de Siria, donde la guerra ha expulsado a cerca de cinco millones de personas. En términos de migración forzada, Venezuela es la Siria latinoamericana. De hecho, si se mantiene la tendencia actual, la cantidad de migrantes y refugiados venezolanos podría llegar a superar la de Siria.
De modo que la migración masiva no es una “noticia falsa”, ni propaganda “usada de manera bárbara, criminal y xenófoba por gobiernos racistas”, como dijo el ministro de Comunicaciones de Venezuela por estos días. Por el contrario, es el mayor éxodo internacional forzoso en la historia de América Latina, como concluyeron los investigadores Nicolas Parent y Luisa Freier.
El segundo hecho que hay que recordar es que la migración es forzada. No por la guerra, como en Siria, sino por medidas económicas y políticas del gobierno venezolano. Además de las decisiones económicas que tienen sin alimentos suficientes al 80% de la población y llevaron a una inflación proyectada en un millón por ciento para este año, el régimen Maduro ha tomado medidas específicas contra sectores de la población a los que no les ha quedado otra opción que irse del país. Como lo han documentado entidades como la OEA y Foro Penal, el gobierno ha perseguido y encarcelado a voluntad a la oposición política y los protestantes que salieron a las calles el año pasado. Incluso ha llegado a usar medidas económicas —como la prohibición de importar medicamentos o la regulación del acceso a alimentos subsidiados— para privilegiar a sus defensores y castigar a sus críticos.
Contra ese telón de fondo, se ve la ironía cruel de la declaración reciente de Maduro, prometiendo un nuevo plan económico para salvar a Venezuela e invitando a los migrantes a que “dejen de lavar pocetas (retretes) en el exterior y vengan a vivir la patria”. Como si sus planes económico y político no hubieran sido las causas de que tuvieran que salir de la patria.
El régimen venezolano seguirá ocultando los hechos. Le corresponde a la comunidad internacional, comenzando por los países latinoamericanos, reconocer la escala y las causas de la emergencia humanitaria. Y actuar en consecuencia, con un plan concertado y de largo plazo para acoger a los migrantes y refugiados, como el que debería salir de la reunión de urgencia que tendrá la OEA en los próximos días.