ACERCA DEL AUTOR:
Gioconda Espina
En diciembre, en el Centro Cultural Chacao durante la segunda Feria del Libro Independiente en Caracas, pude corroborar ciertas cosas importantes:
1. En Venezuela aún hay anarquistas (los de la revista Libert@rios y otros) que ahí pusieron un puesto con sus publicaciones y las de editoriales amigas, me precisó Luis Silva, el único anarquista que yo conocía de antes.
2. En Venezuela aún hay trotskistas y el PSL también tenía ahí su puesto: ya me lo había advertido alguna feminista tipo PSUV (un tipo muy particular, como saben, radicales frente a la universal condición subordinada de las mujeres, pero nunca frente al jefe del partido de su propio país), calificó así a unas feministas muy activas, como si de apestadas se tratara.
3. Muchos rockeros se han ido del país o han fallecido o se dedican a otra cosa dentro y fuera de Venezuela, pero muchos sobrevivientes quedan y ahí estaban con sus quilos, sus calvas y sus canas tomando el micrófono para agregar información a la que presentaron el autor del libro El blues del perdedor. Los derechos humanos en las letras y actitudes del rock venezolano, de Gregorio Montiel Cupello (autor de El rock en Venezuela, 2004, Fundación Bigott) y de Félix Allueva, sin duda alguna la segunda figura de la promoción del rock venezolano y colaborador del proyecto que asumió Provea, igual que a dos libros anteriores sobre música contemporánea urbana en Venezuela.
El lanzamiento del libro lo hizo Lexys Rendón (de Laboratorio de Paz) a quien conocí hace años en Provea durante la lucha por la destitución del juez de control que liberó al boxeador Inca Valero horas antes de que éste asesinara en un cuarto de hotel a su esposa y madre de sus hijos, Jennifer Carolina. Había que enviar un aviso a todos los jueces sobre su desestimación de las denuncias de violencia contra las mujeres.
Lexys aclaró que el libro no se vendería y que sólo se podía adquirir si se entregaban a cambio medicinas para el J.M. de los Ríos, una acción organizada por Prepara Familia, coordinada por la incansable Katherine Martínez. Así que salí corriendo a la farmacia al frente y compré las medicinas para niños.
Otra cosa en la que insistió Lexys fue en que el material fotográfico es maravilloso y así es. El libro trae, además, un disco de UltraZonido (titulado Dezterrados, en honor a la diáspora joven venezolana actual). Y añadió que el libro traía muchos QR para que podamos ver y oír los originales de los grupos rockeros a los que Montiel Cupello alude. Este, creo, es el mayor acierto de todos. El disco trae las versiones de 15 éxitos de los grupos, pero el QR nos pone en contacto con los originales. Es un libro, pues, que será fuente para investigadores del presente y del futuro y esto es lo máximo al que un artista y un investigador puede aspirar.
Finalmente, hay letras de piezas de los 80 que podrían haber sido escritas ahorita. Lean, por ejemplo, esta estrofa de Desorden Público en 1986 ¡hace 37 años!:
Yo quisiera que los políticos fueran paralíticos
Evitaría que nos robaran
Y que luego corriendo se largaran
Evitaríamos que nos estafaran
Y se rieran en nuestras caras
Por último, me encantaría saber que piensa Paul Gillman (chavista y madurista confeso), de aquello que escribió después del Caracazo, en 1990, cuando escribió “Ladrolítico” (el ladro-lítico nos remite a los para-líticos de Desorden):
A los 8 años
Yo le dije a mi mamá
Ya sé lo que quiero ser
Mira para allá
Yo quiero ser
Quiero ser
Como el hombre aquél
El que tiene 7 carros
5 hombres que lo cuidan
Secretaria Privada
Parabólica y piscina Dime mamá, dime
¿En qué trabaja él?
(…)
Él viaja todo el año
En avión privado
Y se vacila a todo el mundo
En la tele y en la radio
Dime, mamá
¿Qué lleva en su maletín?
(…)
¡No quiero ser un ladrolítico! ¡No!