En julio de este 2022 Netflix estrenó una serie de 8 capítulos, dirigida por Jorge Torregrossa (4 capítulos) y tres directores más (los otros 4 capítulos) que trata un tema antiguo que le para los pelos de punta a los machos de toda laya, a saber, que una mujer con cargos públicos o privados tiene derecho a una vida sexual y que su publicación es asunto exclusivamente suyo, exactamente lo mismo que esperan los hombres en cargos públicos o privados.

Una vicealcaldesa que aspira a ser electa alcaldesa de Bilbao (Itziar Otuño, la policía que se pasa a la banda del “profesor” en La casa de papel) tiene una relación sexual consentida con un hombre y es filmada; el video es filtrado a todos los medios de comunicación con fines políticos claros pero difíciles de demostrar, porque la lista de beneficiarios es larga.

De inmediato le dan la espalda el marido (con el que tenía una relación abierta a solicitud de él), la hija (cuyo novio la abandona entonces, por la presión del grupo del liceo que piensa: “zorra la madre, zorra la hija”) y su propio partido político, como siempre pasa.

La sorpresa es que cuando todos esperan que renuncie “avergonzada” en una rueda de prensa, ella anuncia que su aspiración continúa porque no hizo nada de qué avergonzarse, que son los que pagaron el video al “amante” y luego lo difundieron los que tienen que avergonzarse.

Recuerdo dos casos similares en Venezuela: el video de una pareja de actores de TV que se vendió –incluso– en la Autopista del Este y las grabaciones telefónicas de una jueza y su amante que se reenviaron miles de veces.

Los hombres involucrados nunca hablaron del asunto, pero la actriz Roxana y la jueza Mónica fueron perseguidas por los medios para que reconocieran su “falta”.

Me parece que ninguna de las dos cedió y que siguieron activas en lo que hacían.

En la trama de la serie Intimidad hay otros dos casos de este delito cibernético contra la intimidad de las mujeres: una obrera no soporta el acoso de sus compañeros en la fábrica entre los que ha circulado un video y unas fotos y se suicida (Ane, encarnado por la actriz Verónica Echegui).

El otro caso es el de la hija de la vicealcaldesa, pues el ex novio cuelga en las RRSS el video que una vez filmaron de mutuo acuerdo.

Algo que cada vez más veo que hacen los jóvenes, que siempre creen que eso les pasa a los demás, a la actriz Roxana por ejemplo, pero no a ellos.

Hay tres personajes secundarios que se comen la serie: la hermana de la obrera suicida, interpretada por Pilar López Arnáiz (protagonista de la serie de TVE La otra mirada, sobre la educación que se daba en casa y en el colegio a las niñas y adolescentes hasta la caída de Franco); Ana Wagener, que interpreta a una Inspectora de policía de la sección de cyber delitos contra la intimidad, que lleva adelante las investigaciones de oficio, incluso antes de que las víctimas hagan la denuncia formal, como debería hacerse en cualquier país suyo gobierno se llene la boca declarándose feminista, que es el caso de España.

Por cierto y dicho sea al pasar: ¿alguien sabe en que han parado las denuncias en Fiscalía que se hicieron en la campaña #MeTooVenezuela?

El tercer personaje es una directiva del partido político de la vicealcaldesa, que no la apoya en la denuncia “porque puede hacer daño en los resultados electorales” pero la aúpa para que no abandone su meta política, esperando que en el camino descubran ambas quién encargó el video. Lo interpreta la gran Emma Suárez.

Habrá quien diga que también a los hombres los destruyen estas filtraciones de su intimidad, así que propongo que recordemos un solo caso conocido, similar a los que se refiere la serie.

Porque los casos más sonados en los últimos años, esos primeros ministros, senadores y diputados, grandes banqueros y empresarios y hasta miembros de la realeza (como uno de los hijos de la reina de Inglaterra) han sido denunciados por abuso de poder, acoso sexual (Kevin Spacey) y chantaje (sexo a cambio de un papel en una película, como H. Weinstein); o en una obra de teatro o en una ópera, como P. Domingo.

O por tener sexo con menores de edad, como M. Jackson, Berlusconi, varios futbolistas y músicos famosos.

Nada que ver entonces con sexo consensuado de una pareja que luego el hombre despechado u otro interesado por alguna razón filtra para desprestigiar a la mujer, pues sexo consensuado y filmado para cualquier hombre sería, más bien, un trofeo a su virilidad.