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Luisa Pernalete

Educadora, promotora de la convivencia pacífica y la defensa de los DDHH

Luisa Pernalete | Queridos compañeros de camino:

Si, lo sé, hoy cualquier trabajo en Venezuela supone participar en una “carrera de obstáculos”, no sólo cualquier trabajo, cualquier tarea: hacer una diligencia, comprar unas frutas para la merienda de un hijo, conseguir una medicina simple –un desparasitante, por ejemplo – hasta echar gasolina para un carro, -en un país petrolero- puede ser una “misión imposible”, ¡Todo supone saltar decenas de obstáculos! Y claro, si además tienes 30 0 35 niños y niñas bajo tu responsabilidad, los obstáculos se multiplican. Lo sé.

Precisamente por lo anterior es que cada vez que voy a una escuela y veo, todavía, compañeros perseverando en sus aulas, en los pasillos, abrazando chamos, hablando con adolescentes “ camisa azul”, rezando el Padrenuestro con los niños, saludando, llegando apurados porque para los maestros tampoco hay transporte colectivo de calidad, o tampoco hay el efectivo para cada día… cuando recupero esas escenas, me digo, “Son superhéroes”, no es solo una manera de agradarles, es lo que pienso. Y doy gracias a Dios por esa perseverancia en medio de los dramas que estamos viviendo.

La semana pasada, por ejemplo, estuve en una escuela del Municipio San Francisco, en Maracaibo, una zona popular. Las maestras llegaban y sonreían a los pequeños que se acercaban y cada una traía ya su historia. “Tenía 7 días sin agua – le comentó una a otra – estuve hasta la 1 lavando – pero aquí estoy”. Sí, ahí estaba, extendiendo sus brazos a los estudiantes de primer grado. ¡Gracias maestra María por estar ahí!

Luego vi a una profesora de bachillerato, y dijo que lo primero era escuchar a los alumnos: cómo estaban las coas por sus casas, como habían pasado diciembre. “Hay que ser muy comprensivos hoy con ellos”. Luego comentó que estaba desde las 6 de la mañana esperando carrito y nada que pasaban. “Me gusta esta escuela, pero cada día se me hace más difícil llegar temprano”. Sin embargo, ahí estaba. ¡Superhéroe! Ya otra había compartido el último atraco regresando de la escuela, y ahí estaban, preocupados por la situación de los adolescentes: ¡Superhéroes!

¿Y cómo no admirar la postura de un profesor que ha pedido permiso a su director para quedarse a dormir en el colegio como una manera de garantizar que podrá ir cada día a su trabajo?

Son superhéroes también las maestras como Adriana, de una escuela de Barquisimeto, trabaja de lunes a lunes, no se pierde sábado para las actividades especiales – riega “flores de la esperanza”- y vuelve el lunes como si nada. ¡Ni una queja! Se anota con gusto. Su rostro sonriente lo certifica.

Ahí está, Wuilliana y su equipo, de otra escuela del mismo Municipio, organizando a la comunidad porque el plantel fue robado en vacaciones: ¡Adiós computadoras y adiós aires acondicionados adquiridos con tanto esfuerzo! Pero no la oigo decir que se va del colegio, más

bien pregunta qué más hacer para proteger a la escuela. ¡Superhéroes que merecen toda nuestra admiración.

Mención especial para los educadores que hoy son capaces de aceptar un cargo directivo: ¡Superhéroes al cuadrado! Eso va contigo Atilio, con Crisabel, Yaritza, Mariela, Yamilet y una larga lista de valientes!

Y así, he ido recuperando escenas vistas e historias escuchadas, que se reproducen en muchos centros educativos de los que conozco y de los que no conozco pero las imagino.

Sé que hay muchos que han decidido irse del país, les entiendo, y lo hacen con dolor, con lágrimas, pero sé que muchos son los que siguen extendiendo aún más su mano. ¡Gracias por perseverar, por insistir!

Quiero recordarles lo importante que somos los educadores no solo para los estudiantes, para sus familias también. Un abrazo de nosotros a una madre angustiada puede ser la diferencia del día de esa madre. Y por supuesto, una felicitación de nosotros para esa pequeña que trazó unas líneas y dijo que eso era un dibujo de su maestra, será el motivo del crecimiento de la autoestima de la pequeña.

No podemos renunciar a ejercer nuestro poder para que los estudiantes sean más personas, podemos ser la diferencia entre el éxito o fracaso de muchos de ellos en medio de esta pesadilla. Luces de bengala en medio de este apagón. Es tiempo de mirar más allá y creer que esas semillas que tenemos en frente serán árboles mañana. “Educar es sembrar esperanza”, nos dice Pechín, compañero de siempre en Fe y Alegría.

Que nos dejemos alimentar por las sonrisas de los niños, que nos dejemos interpelar por sus lágrimas también. ¡A Dios le pido! Me permito pedir también a la Divina Pastora que nos acepte como hijos y nos acompañe para seguir saltando obstáculos. La tarea no está terminada.

Un abrazo,

Luisa, maestra a mucha honra.

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