Investigador, defensor de Derechos Humanos, miembro fundador del equipo de Provea

¿En qué circunstancias nace Provea?

En mi caso, entro a Provea por mi condición de victima de la dictadura militar de Argentina. En esas condiciones me conocieron Ligia, socióloga y en aquella época miembro de Amnistía Internacional, y Dianora Contramaestre, una exreligiosa que trabajaba en sectores populares con el tema de educación bajo la perspectiva de Paulo Freire. Los tres conformamos el equipo inicial fundador de Provea. Ya nos conocíamos de una lucha anterior que era la movilización y recoger firmas para la anulación de la ley de vagos y maleantes que se logró, después de fundada por la acción de abogados de la UCV.

Lo primero que nos agarró después de haber hecho la inscripción formal de la Organización en el registro fue la masacre de El Amparo. Inmediatamente nos llamamos, inmediatamente sospechamos de que eso era un montaje, y efectivamente fue así. Esa fue la primera noticia que difundimos en un boletín que sacábamos en aquella época que se llamaba Referencias.

¿Cómo trabajaba Provea en un momento en el que no había internet?

Uno ve toda a tecnología que hay y se asombra. Nosotros teníamos una máquina de escribir de esas de tecla. Escribíamos, pegábamos y copiábamos las noticias, fotocopiábamos y sacábamos el boletín. Recién después de haber abierto la oficina, para la época de El Caracazo, teníamos una computadora: una PC de esas pantalla verde que la manejaba una sola compañera que era María Paula Herrero, y nosotros seguíamos, ya más modernos, con unas máquinas eléctricas… y bueno, no había celulares, todo era Radio Bemba; las citas con la gente…

Se dice que Provea fue la primera organización (para el momento eran pocas) que tuvo el primer fax…

Sí, cuando nosotros inauguramos la primera oficina que tuvo Provea que quedaba a cincuenta metros de la Iglesia Santa Teresa, entramos a esa oficina con esa computadora, con ese fax y las máquinas de escribir. Eso fue el 27 de Febrero a las nueve de la mañana, y nos detuvo la PM porque pasábamos en medio de los saqueos y pensaban que nos los habíamos robado por algún lugar. Tuvimos que presentarles las facturas y explicarles que éramos una Organización de Derechos Humanos, que para esos policías en aquella época era como hablarles de marcianos. Nos tuvieron un rato ahí, finalmente nos dejaron pasar, y a las dos horas ya estábamos recibiendo denuncias de gente, sobre todo de estudiantes de la UCV que habían sido detenidos. Debutamos haciendo nuestro trabajo.

Recientemente Provea cumplió 28 años de fundada. ¿Cuál es el balance personal que hace?

Yo los veo a ustedes y se me dibuja está sonrisa que simboliza lo orgulloso que estoy y que creo que están todos los que hemos participado de esta experiencia de organización y lucha. Cuando empezamos, creo que tuvimos un acierto en apostar por crear una organización donde sus dirigentes no se enquistaran en los cargos y se propusiera la permanente renovación de los compañeros y compañeras. Y creo que eso es uno de los legados más importantes porque en un país donde, antes y ahora, todo se reduce a la toma de decisión en cúpulas, en cogollos, donde se habla de participación pero no se practica, es una muestra de que la sociedad se puede organizar de manera distinta. Esto en lo político- organizativo.

Otro de los aportes de Provea es haber podido empoderar a las víctimas como sujetos de derecho y protagonistas de la lucha por sus derechos, siendo uno un acompañante más. Creo que eso ha dado sus frutos, podemos citar casos como El Amparo, El Caracazo, la defensa de las prestaciones sociales en los años noventa; la lucha por la gratuidad de la educación universitaria a fines de los noventa, y todas estas luchas que han sucedido los últimos diecisiete años durante este proceso del chavismo.

Entonces, creo que si Provea está aquí todavía, es una muestra de que las cosas se hicieron como deben ser.

 

¿Podría profundizar más en el tema de empoderar a las víctimas?

Cuando discutíamos el nombre de la Organización: Programa venezolano de Educación- Acción, eso significaba, en aquella época, hacer paralelamente el trabajo organizativo y de educación con las víctimas, con las personas que venían a denunciar la violación de sus derechos, y siempre trabajando sobre lo colectivo.

Nosotros recorrimos varias experiencias porque la Organización se fue construyendo en el hacer cotidiano: en el inventar y errar, hacer autocrítica. En ese sentido, teníamos dos bases de experiencias anteriores: una la educación popular de Paulo Freire en relación con la organización de la comunidad, y la segunda, en el campo jurídico. Hay que recordar que Provea se fundó y no había ningún abogado, los abogados vinieron como un año después, y en eso Ligia fue precursora porque pensaba que de los trabajos que había que hacer para educar y deseducar, era lograr que los abogados pudieran entenderse con las víctimas de forma sencilla. Allí trabajamos mucho con lo que en ese momento se llamaba teoría del uso alternativo del derecho, una corriente latinoamericana que tuvo mucha vigencia en Colombia en los años ochenta, y después también en Perú y en Brasil, que consistía en abogados que se desclasaban, se sacaban toda su impronta y leguleyismo para hablar y para explicar las cosas, y asumían que no eran los protagonistas del hecho, incluso jurídico, que había que combinar esas estrategias legales con la organización y la lucha popular, con la protesta, los plantones, las huelgas.

¿Qué recomendaciones le daría Raúl Cubas a los nuevos activistas que están formando sus propias organizaciones, o que se están sumando a las ya existentes en medio de esta situación tan complicada que vive el país?

Primero formarse en Derechos Humanos para poder ver la realidad desde esa perspectiva y hacer las propuestas que sean necesarias para modificarla; segundo, tener mucha convicción y paciencia. La lucha por la justicia, la verdad y la vigencia de los Derechos Humanos no es de un día para otro sino de años. En mi propia experiencia lo he comprobado tanto en Argentina que tardamos más de treinta y cinco años para empezar a hacer justicia, a que se hicieran los juicios contra los militares que cometieron delitos de lesa humanidad, y aquí también: tenemos veintiocho años y con El Amparo todavía no logramos justicia, y seguimos peleando justicia para casos como El Caracazo, la masacre de Cantaura, Yumare… todo va llegando pero se necesita organización, constancia, paciencia y alegría porque estas luchas se deben hacer con optimismo.

¿Y cuál es su balance sobre la situación actual de los Derechos Humanos en el país?

Bueno, la situación estructural de los Derechos Humanos sigue tan complicada y negativa como cuando nosotros empezamos esta lucha. Los actores son diferentes, los tiempos históricos difieren pero los problemas estructurales como la violencia policial, el tema carcelario, la persecución política cuando hay épocas de crisis. No nos olvidemos que en los años sesenta, setenta también hubo tal represión que llevó a poner a Venezuela como el primer país de América Latina donde hubo detenidos desaparecidos. Y esto que vemos hoy de la existencia de presos políticos, de detenciones y de criminalización de la protesta es una constante histórica.

A pesar de que en los últimos años se han logrado avances en el campo constitucional y legislativo, las prácticas del poder siguen siendo más o menos similares. Por eso la necesidad de actualizarse en la formación, documentar los casos, investigar y denunciar. Yo ya no estaba en Provea cuando sacaron esa consigna de “No nos callarán”, pero creo que ese es un mensaje, no solo para los activistas jóvenes, sino para cualquier ciudadano de a pie. No hay que perder la dignidad, hay que luchar por los derechos.


Prensa Provea