Mecanismos de presión alternos al diálogo podrían ser esenciales para acelerar las conversaciones y alcanzar acuerdos políticos, por lo que la oposición no debe conformarse con moverse en un solo frente, según considera el especialista Miguel Ángel Martínez Meucci

Brian Contreras


La dinámica política de Venezuela se mantiene en un contexto de tensión. El gobierno de Nicolás Maduro se aferra al poder, mientras que la oposición suma fuerzas para hacer un contrapeso que consiga una salida del régimen. Sin embargo, toda estrategia implementada contra el oficialismo ha recibido respuestas sólidas.

Con cada vez menos fichas en el tablero, el juego político de Venezuela parece acercarse a su clímax. Y en este contexto, surgen las negociaciones como un mecanismo que podría propiciar una resolución al conflicto sin que ambos bandos lo arriesguen todo. El objetivo es lograr una salida consensuada, y con el apoyo del siempre diplomático gobierno de Noruega, da la impresión de que ambas facciones podrán finalmente estrechar manos por el bienestar del país.

Sin embargo, las condiciones en las que se generan estos diálogos son complejas. El panorama en Venezuela es de confrontación, aún cuando las delegaciones del chavismo y la oposición se encuentran, ahora en Barbados, en aras de ponerse de acuerdo.

Bajo esta premisa, el politólogo Miguel Ángel Martínez Meucci evalúa el posible alcance del diálogo entre gobierno y oposición, que se realiza por tercera vez tras episodios fallidos en 2014 y 2017. El experto hace énfasis en que la oposición debería conservar su foco neurálgico: salir de Nicolás Maduro. Por este motivo, advierte que podría resultar inconveniente entablar negociaciones únicamente centradas en celebrar elecciones presidenciales, a pesar de que esta es la posibilidad de la que más se ha especulado desde que ambos bandos hicieron el acercamiento inicial en Oslo.

Aunque el especialista resalta la rigidez que debe mantener la oposición venezolana en cuanto a sus exigencias, alerta que la posición en la que se encuentran Juan Guaidó y sus aliados no es la más óptima para hacer frente al oficialismo. «Casi todas las concesiones que puedan hacer debilitarían en extremo su posición y posiblemente las conducirían a un sometimiento progresivo», destaca.

Por eso, el también profesor universitario resalta la importancia de mantener otras vías de presión y estrategias alternas al diálogo. Pues argumenta que todos los mecanismos se relacionan y atacar varios frentes podría hacer más daño a la estructura política chavista.

Martínez Meucci es doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación, título obtenido en la Universidad Complutense de Madrid. Además es profesor adjunto de Estudios Políticos en la Universidad Austral de Chile y suma ya 19 años de experiencia en las aulas, tras dar clases en las universidades Simón Bolívar (USB), Católica Andrés Bello (UCAB)  y Metropolitana (UniMet). También ofrece servicios de consultoría política al sector público, la empresa privada, partidos y organizaciones no gubernamentales.

Martínez ofreció a TalCual su lectura sobre el proceso de diálogo, el peso de la presión internacional, el efecto del informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, e incluso la alternativa de una acción militar.

– ¿Cuál es su balance general sobre las conversaciones en Oslo y ahora en Barbados? ¿Cree que de verdad hay avances?

-Me parece muy pronto para hacer un balance general. Pero de momento conviene tener presente que el régimen que preside Maduro siempre ha buscado este tipo de conversaciones para intentar ganar tiempo en momentos delicados, negociar el levantamiento de los mecanismos de presión en su contra y dividir a sus adversarios políticos.

Por otro lado, jamás se puede perder de vista que nuestro conflicto es asimétrico: no se trata de dos grupos armados cometiendo atrocidades y crímenes de guerra, sino de un régimen autocrático que ha propiciado una catástrofe humanitaria. De ahí que las negociaciones más pertinentes sean, en mi opinión, las enfocadas en dividir y desmontar al régimen actual mediante la aplicación selectiva de incentivos positivos y negativos a los distintos actores que conforman el conglomerado de intereses que es el chavismo y sus aliados. Me gustaría pensar que Oslo forma parte de esto.

– ¿Plataformas como el Grupo de Lima o el Grupo de Contacto Internacional han tenido algún peso real hasta el momento? ¿Están dadas las condiciones para que estas instancias acerquen al Gobierno y a la oposición?

-Hay diferencias entre ambos grupos. Mientras el Grupo de Lima está más centrado en el resultado, con el cambio desde un régimen autocrático a uno democrático; el Grupo Internacional de Contacto se concentra más en el «cómo», mediante la realización de elecciones limpias y el cese de las violaciones a los derechos humanos. Pero la naturaleza asimétrica de nuestro conflicto hace difícil que los bandos enfrentados puedan sentarse a negociar en igualdad de condiciones, de modo que la presión diplomática ejercida por ambos grupos internacionales puede resultar insuficiente si no viene acompañada de otras medidas de presión sobre el entorno de Maduro.

– ¿El informe presentado por la Alta Comisionada Michelle Bachelet coloca al Gobierno en algún tipo de presión en el ámbito internacional? ¿Considera que podríamos presenciar algún cambio de postura en el seno de la ONU?

-El informe de Bachelet ratifica y divulga datos e informaciones anteriormente conocidas, pero lamentablemente las posturas de los principales actores internacionales no obedecen sólo al propósito de defender la democracia y los DD.HH. Creo que la repercusión más directa del informe es subirle el costo político de apoyar a Maduro a aquellas fuerzas políticas que, en países democráticos, aún lo siguen defendiendo, pero probablemente no quepa esperar que a raíz del mismo cambie la postura de los gobiernos que representan actualmente a sus Estados en la ONU.

– Al menos desde sus discursos, los voceros chavistas y opositores parecen tener posturas extremadamente opuestas. Mientras Guaidó asegura que solo negociará la salida de Maduro, el mandatario rechaza cualquier posibilidad de elecciones presidenciales. Sin embargo ¿en la mesa de diálogo ve posible un consenso? ¿Qué clase de acuerdo podríamos esperar?

-Es normal que, de cara a sus propios seguidores, los principales voceros de los bandos en conflicto realicen declaraciones frontales y opuestas, a pesar de seguir explorando los mecanismos del diálogo facilitado por terceros. Más allá de eso, los acuerdos en este tipo de negociaciones se alcanzan cuando las partes sacrifican posiciones maximalistas y aceptan ceder algunas cosas para crear una zona de acuerdo.

El problema que observo en nuestro caso es que, no sé hasta qué punto puedan ceder más las fuerzas dirigidas por Guaidó. Casi todas las concesiones que puedan hacer debilitarían en extremo su posición y posiblemente las conducirían a un sometimiento progresivo. De ahí que, en mi opinión, Oslo no deba ser la única ni la principal vía de acción.

– Desde el inicio de las conversaciones en Oslo se ha observado una escalada en la persecución a actores políticos, especialmente de aquellas personas cercanas a Juan Guaidó ¿De qué manera podrían estas acciones condicionar las conversaciones entre Gobierno y oposición?  ¿Los presos políticos pueden tener protagonismo en la conversación?

-Los presos políticos constituyen una baza de negociación para el régimen que preside Maduro. Cada cierto tiempo se libera a unos para apresar a otros. Con ello se busca afectar psicológicamente a la contraparte, mantenerla atada a las conversaciones y disuadirla de ejercer mayores presiones. Desde mi punto de vista, el entorno internacional y las fuerzas encabezadas por Guaidó no deberían permitir que este punto se trate como uno más dentro de una agenda de negociaciones, sino presionar con la más absoluta firmeza para la liberación de los presos políticos.

– Mucho se ha especulado sobre la realización de elecciones presidenciales en el contexto de un acuerdo político. En caso de que se dé esta alternativa ¿Ve factible la renovación del CNE? ¿Ante qué escenario podríamos encontrarnos si esto no ocurre?

-Veo inconveniente una negociación enfocada única o principalmente en la realización de elecciones. Supongamos que dentro de un año se hacen unos comicios perfectamente supervisados por la comunidad internacional, en los que la alternativa democrática se hace con la victoria, pero el chavismo la desconoce. ¿Qué se haría en ese caso? ¿Aplicar más sanciones? De ser así, ¿cuáles? ¿No volveríamos al punto en el que estamos ahora, con los mismos dilemas, pero un mayor desgaste? Es fundamental entonces que no confundamos medios con fines. El objetivo central en este caso es el cambio de régimen político y la posibilidad de alcanzarlo no debe quedar supeditada a un solo mecanismo.

– ¿Cuáles son las posibles consecuencias de que no se llegue a un acuerdo político?

-La debacle que vive Venezuela no ha sido fruto de falta de acuerdos, sino de la imposición progresiva de un proyecto político autocrático. Nuevamente, considero que el objetivo aquí no es llegar a acuerdos con quienes ocasionaron esta debacle, sino detenerla, y esto hay que hacerlo con o sin el consentimiento de sus causantes. No me preocupa tanto el hecho de que no se llegue a acuerdos, como las condiciones necesarias para propiciar un cambio real en la situación actual.

– Diversos sectores de la oposición, principalmente Avanzada Progresista, consideran mecanismos como el TIAR y una hipotética acción militar extranjera como una «fantasía» ¿Qué opina usted al respecto? ¿Es una alternativa factible? De ser así ¿En qué escenario podría efectuarse?

– La historia es, a menudo, la sucesión de hechos inesperados que sus contemporáneos consideraban fantasiosos. Así como no es posible descartar la opción de una transición efectiva que sea previamente negociada con el chavismo, tampoco se pueden descartar de plano las opciones militares. De hecho, no son vías opuestas sino complementarias: la preparación de opciones militares mejora las probabilidades de un acuerdo negociado. En otras palabras, no se trata de afirmar que tal o cual vía es posible o no; se trata de tener la voluntad política para desarrollar estrategias que permitan la construcción de las capacidades necesarias y el aprovechamiento de las oportunidades disponibles.

– Finalmente, ¿Este proceso de diálogo se diferencia en algo de los anteriores, en 2014 y 2017? ¿Podríamos esperar un resultado distinto al de aquellas oportunidades?

-Hay varias diferencias fundamentales. Por un lado, la presencia hoy de muchos gobiernos ideológicamente distantes del chavismo, especialmente en el continente americano. Por otro, la profundización de la emergencia humanitaria y del éxodo migratorio, la cual está afectando directa y gravemente a nuestros países vecinos. En tercer lugar, el involucramiento directo de tantos países en la gestión de nuestro conflicto. Y cuarto, la presencia de dos «jefes de Estado» reconocidos por múltiples estados. Ninguno de esos factores estuvo presente en ocasiones anteriores y todos permiten afirmar que nunca como hasta ahora el chavismo había estado sometido a una presión internacional semejante.

Pero en política no existen causalidades lineales: lo anterior no implica resultados específicos de ningún tipo. Y además, dentro de un año todas estas circunstancias podrían haber cambiado por completo.