Eliseo Sierra, analista de arte del movimiento Dale Letra, explicó que la iniciativa respondió a la necesidad de recuperar la palabra democratizadora, a fin de hacer de ella un instrumento para la reflexión, la problematización de la realidad en que vivimos y para el cambio social
Para los antiguos griegos, el logos (palabra, discurso, verbo) era la gran unidad de la realidad, la inteligencia que dirige, ordena y da armonía a los cambios, idea que pasó al cristianismo a través del evangelio de Juan, que comienza precisamente asegurando que “al principio era el verbo”. Es esta noción la que impulsa la iniciativa “Dale Letra”, un movimiento surgido al calor de las protestas desarrolladas en Venezuela en 2017, cuando decidieron acompañar las movilizaciones de calle con un alfabeto móvil, en el que varias personas enarbola cada una un cartel con una letra gigante, que juntas conforman un mensaje directo, el sentido de la reclamación que se hace, que queda impresa en las imágenes de dichas actividades, dándole sentido e incluso estructura a la protesta social.
A partir de entonces, se ha multiplicado la presencia de los mensajes de “Dale Letra” en las diferentes actividades de calle que se suceden ya casi a diario en Caracas y el interior del país, sea una protesta política, el reclamo de un servicio público que no llega o de asistencia social o médica, la gente de este movimiento ha ido dotando de concepto y unicidad a la protesta, que de otra manera solo quedaría en los registros visuales como meras aglomeraciones de gente.
“En ese entonces (2017), parecía que la aspiración máxima de la marcha como forma de protesta pacífica era dar una demostración de fuerza, como en efecto lo hacía, pero se trataba de una fuerza cuantitativa. Marchábamos para ver la fotografía aérea al siguiente día y constatar que éramos mayoría. Nada más. Pese al bullicio, la multitud que marchaba era una muchedumbre silente. Cargada, pero silente”, indicó el vocero del grupo, Eliseo Sierra, con quien conversamos para escudriñar la articulación del movimiento que ha dejado registrado mensajes como “alto al fuego”, “el hambre no calla” “con violencia perdemos todos”, “la paz es sin censura” y “por la democracia calle voz y voto”.
Sierra, quien se desempeña como analista de arte del movimiento, explicó que en el marco de un debate reflexivo se dieron a la tarea de diseñar un dispositivo que les permitiera participar activamente en las marchas, no sólo como cuerpos presentes (objetos), sino como sujetos, como espíritus críticos; “un dispositivo que nos permitiera, a la vez, recuperar simbólicamente la palabra, la palabra democratizadora, a fin de hacer de ella un instrumento para la reflexión, la problematización de la realidad en que vivimos y para el cambio social”.
Añadió que para ellos era necesario contrarrestar la lógica confrontativa y violenta de la diatriba política que se había instalado en Venezuela, ya que consideraban que la palabra formativa o reveladora, creadora o esperanzadora, “aquella que vislumbrara nuevos universos de libertad y bienestar para la sociedad” estaba ausente.
– ¿Por qué se decidieron por las pancartas? ¿Cuáles son las ventajas de este tipo de mensajes?
Más que pancartas, nosotros trabajamos con un alfabeto móvil elaborado con materiales de desecho. Cada cartel es una letra y con ese conjunto de letras construimos mensajes. Detrás de esa decisión existen razones de peso. Apelamos a la letra, no sólo como la unidad elemental del lenguaje escrito, sino también como forma alegórica del individuo, el sujeto social, quien habrá de aportar su signo para la construcción del discurso colectivo. La propuesta de las letras apunta a la reconstrucción, no sólo de la palabra, sino también del sentido a través del lenguaje. Pero tan importante como es la reconstrucción, lo es el soporte que sustenta lo construido, es decir, la sociedad que marcha. Simbólica y fácticamente, sin la participación social, la palabra quedaría desarticulada, desintegrada. No habría lenguaje, no habría mensaje. De modo que para el éxito de la propuesta es indispensable la participación de todos los factores sociales. Se trata de una acción colectiva, que es, a la vez, colaborativa, participativa, plural, inclusiva, con praxis democrática.
“De esta manera, pasamos de la palabra ausente o confrontativa, a la palabra compartida por la sociedad que marcha. La idea adquiere vida sobre y en el cuerpo social. Ya no se trata de una masa arengada, sino de un cuerpo social empoderado que proclama la palabra compartida a través de la cual fluye el sentido. Y si visualmente las letras y las palabras se mueven, se agitan, vibran por así decir, sobre ese inmenso río de gente que fluye, conceptualmente ese cuerpo social queda dotado de sentido, adquiere por esta vía cohesión, identidad y noción de colectivo. Subyacen en ese cuerpo social las ideas de construcción, de organización, de colaboración, de participación, de solidaridad, de trabajo en equipo, de hermandad y de unión, vectores fundamentales de la sociedad a la que aspiramos. Si el mensaje le da sentido a la protesta, la construcción del lenguaje en ese marco le da estructura a la movilización colectiva. Es así como nace el alfabeto móvil, una colección de letras para escribir a escala de multitudes”, detalló Sierra.
– ¿A quién visualizan como receptor de los mensajes? ¿A quiénes consideran que están dirigidos los mismos?
En términos generales, Dale Letra, cuyos ejes de acción fundamentales son la defensa, tanto de los principios democráticos, como de los derechos políticos y de participación de los ciudadanos, no se diferencia de los movimientos sociales que protestan o han protestado a través de la historia contra el poder opresivo, contra la mala praxis política, contra el autoritarismo y todos los rasgos que le son afines. Más que a personas específicas, el contenido de nuestros mensajes está destinado a las instituciones. Desde luego, implícitamente, está dirigido a la cúpula gobernante, mayoritariamente responsable de la crisis humanitaria que hoy padecemos. Sin embargo, nuestros mensajes pueden encerrar distintos niveles de lectura cuyo sentido crítico abarca a otros destinatarios, si esos destinatarios se apartan del sendero democrático y protagonizan, sólo para poner un ejemplo, acciones o expresiones radicales y excluyentes que suscitan violencia, polarizan a la sociedad, la fragmentan y promueven el enfrentamiento entre ciudadanos, entorpeciendo cualquier posibilidad de entendimiento que nos permita superar la actual coyuntura. De cualquier manera, un aspecto que nos parece crucial es el respeto hacia el otro. Primero, porque somos defensores de derechos humanos y, por lo tanto, creemos y valoramos la dignidad humana. Segundo, porque mencionar directamente a los opresores contribuye a la promoción de su poder sobre la sociedad. Sería una manera de hacerles propaganda y eso, simbólicamente, los agiganta mientras disminuye al ciudadano. Por otra parte, valoramos como esencial el adecuado tratamiento del lenguaje. Como ya dijimos, estamos en contra del envilecimiento de la palabra, en contra de la degradación de la comunicación política. Aunque la protesta es también expresión, pues nos expresamos colectivamente a través del mensaje, no salimos a la calle a drenar emocionalmente el descontento o la frustración ante la realidad política y social a través de la palabra. No hacemos catarsis. Trabajamos con las ideas. De alguna manera, nuestra manera de protestar podría aproximarse a una cierta pedagogía política.
– ¿Creen en las protestas en Venezuela? Contra el gobierno se ha protestado por varios años pero no se ven resultados y, mientras tanto, aumenta la represión
La protesta pacífica es un derecho consagrado tanto en la Constitución como en todos los estándares internacionales. Es una manera de incidir democráticamente sobre la vida pública de un país, especialmente cuando en ese país los mecanismos de participación ciudadana se han cerrado. A través de la protesta pacífica tanto el individuo en particular, como el pueblo en general, afirma sus puntos de vista, sus diferencias, reivindica sus derechos y, sin duda, funciona como contrapeso del poder del Estado. Poniendo el foco de atención sobre los grandes conflictos nacionales, las sociedades, a través de la protesta pacífica, no sólo visibilizan los problemas de interés común que las afectan, también colocan en primer plano la incapacidad del Estado para dar respuestas a las demandas colectivas. La protesta ciudadana deja registro público del descontento. Y ¿por qué no decirlo? A través de ella, y en su lucha constante, las sociedades de alguna manera, se adueñan de su destino, participando en la construcción de su futuro. Terribles son las sociedades aletargadas, pasivas, sometidas al fatum de la historia. La impronta de la protesta pacífica está dirigida hacia el cambio, hacia la resolución de los problemas de la gente. Siendo así, ¡cómo no valorar y creer en la protesta pacífica! Sin duda, cada ciclo de protestas en Venezuela ha dejado al grupo en el poder mucho más debilitado y, también, ha puesto en evidencia su talante autoritario y represivo, así como su escaso soporte social. El apoyo que hoy la comunidad internacional da a los factores democráticos está ineludiblemente asociado a las protestas de 2017. Si todavía no ha conseguido los resultados a los que aspira, no significa que no haya cosechado logros importantes. La protesta pacífica es una luz democrática encendida.
-¿Qué les ha dejado la experiencia?
Enseñanzas y satisfacciones y, al mismo tiempo, grandes desafíos. Participar y promover la protesta pacífica supone entrar en relación con muchas personas que tienen pensamientos diversos y distintas aproximaciones a la realidad y ya eso, de por sí, es profundamente enriquecedor, especialmente cuando esa diversidad se reúne en torno a objetivos comunes. El contexto de la protesta pacífica es un espacio de activación de la inteligencia colectiva. También es un entorno en el que inmediatamente aflora la solidaridad entre los participantes. Eso nos transforma en una fuerza ciudadana. Para nosotros ha sido, de alguna manera, una escuela para la articulación y la organización social, y nos ha abierto la posibilidad de incidir sobre la realidad. Los venezolanos estamos aprendiendo de nuestros errores del pasado y una nueva cultura política está emergiendo.
Por Jesús Hurtado: Alianza Tal Cual-Provea