Una ciudad cuyo punto de partida fue la riqueza de su territorio, ha quedado convertida en un cementerio de empresas que en otro momento fueron parte de las potencialidades económicas de Venezuela, y en un caldo de cultivo para la informalidad.
La dependencia como piedra angular
Ciudad Guayana es una ciudad rodeada por los dos ríos más grandes de Venezuela, el río Orinoco y el río Caroní. En ella abundan recursos minerales y forestales, como el hierro, la bauxita y las más de 9.591.162 hectáreas de bosque húmedo tropical para la producción industrial. Además, está rodeada por zonas con cantidades importantes de metales preciosos, como el oro y los diamantes, tiene cercanía con los depósitos de petróleo y gas de la región nororiental y acceso a puertos fluviomarítimos que, sumado al potencial hidroeléctrico que le suministran el río Caroní y su cuenca hidrográfica, el cual llegó a satisfacer las necesidades energéticas de la ciudad y del 70% del país, la convierten en un territorio propicio para ser económicamente autosustentable e independiente del modelo económico del resto del país.
El desarrollo de la ciudad tuvo como origen la búsqueda del aprovechamiento de las potencialidades mineras de la zona, a través del Proyecto Industrial de Guayana, propuesto por la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) con apoyo del Centro de Estudios Urbanos del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que buscaba disminuir la fuerte dependencia a la industria petrolera. Con este proyecto se fusionaron las comunidades de San Félix, una comunidad colonial, y Puerto Ordaz, la comunidad que surgió en torno a las empresas de la CVG y sus necesidades.
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Esto hizo que la dinámica económica de la ciudad, durante la mitad del siglo pasado y hasta la primera década de este siglo, girara en torno a un conglomerado de empresas que se terminaron denominando Empresas Básicas. Damián Prat, locutor, periodista y estudioso del sector industrial de la región, explica que el término “empresas básicas” hace referencia a estas como la base de la cadena industrial de Venezuela, pues sus productos se convertían en la materia prima de múltiples proyectos nacionales. Estuvieron pensadas para ser una de las bases económicas del país.
Sin embargo, con el declive de estas empresas, producto de las fallas en su modelo administrativo y la crisis eléctrica nacional, que fue priorizando la energía para las ciudades por encima de la energía para las empresas, el modelo regional, dependiente de las empresas básicas, demostró sus consecuencias.
Camilo London, asesor tributario y director de la Cámara de Comercio de Caroní, ha denunciado, junto a la cámara de comercio, el incremento de la informalidad con el beneplácito del Estado. Explica que, debido al modelo económico regional, constituido como un sistema satelital en torno a las empresas básicas, el sector formal que otrora se dedicaba principalmente a proveerles de bienes y servicios a estas empresas básicas, y el capital humano que se desarrolló durante más de 50 años para su mantenimiento, quedó estancado y sin alternativas. Una de las salidas fue la fuga de capital humano, otra fue la diversificación, entre el sector formal e informal de la economía. Y el sector formal se ve gravemente afectado por las políticas tributarias que se aplican en el municipio Caroní, en lo que parece ser un intento por amortiguar las perdidas que produce el vacío que dejaron las empresas básicas detrás.
A este panorama crítico se suma la crisis económica que atraviesa el país, lo que da como resultado un contexto económico nacional desfavorable que afecta duramente a una región mineralmente rica que creció en torno a unas actividades económicas destruidas.
El dinero que sale del río
En tiempos de pandemia, cuando las empresas que no han cerrado como consecuencia de las políticas económicas y tributarias, lo han hecho por las medidas de emergencia sanitaria, ha sido más complejo para la población conseguir trabajo.
La distribución del empleo en la ciudad se pensó en torno a un plan de desarrollo urbano que preveía el 30% de la actividad económica el sector industrial, y en un contexto en el que las empresas básicas están paralizadas, y las que se formaron para satisfacer sus necesidades se han visto obligadas a cerrar o cambiar de rubro, un gran número de personas tiene que buscar alternativas para sobrevivir, en medio de un panorama inflacionario.
Entre estas alternativas destaca la extracción de metales en el río Caroní, especialmente en las aguas negras que drenan hacia el Orinoco.
En el informe Esclavitud moderna y explotación laboral en Venezuela, con especial énfasis en el estado Bolívar, el Centro de Derechos Humanos explica cómo es el proceso de extracción de metales en el río Caroní y las aguas negras Ciudad Guayana, y las ganancias que genera.
Basta con asomarse a los puentes que comunican San Félix con Puerto Ordaz, sobre el río Caroní, para ver la aglomeración de gente en las orillas de los ríos, que sacan entre 90 y 100 kilos de hierro, cobre y bronce, que equivalen a 10 y 15 dólares semanales al venderlos en las recuperadoras.
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