En 1516 Tomás Moro escribió uno de los antecedentes más importantes de lo que hoy llamamos ciencia ficción: Utopía. Una visión de la sociedad perfecta donde todos vivían en armonía trabajando para el bien común, adoraban a Dios sin complicaciones, y no conocían el odio, la envidia, o el pecado. Algo similar a lo que, siglos después, retratarían las hermanas Wachowski en The Matrix: un prototipo de matriz que proveía de eterna satisfacción a los humanos conectados a ella.
El siglo XX, que fue testigo del ascenso y popularidad de la ciencia ficción, también vio el auge de regímenes como la Unión Soviética y la Alemania Nazi, promesas concretas de sociedades perfectas llevadas a la práctica, degeneradas en algunos de los actos criminales más cruentos vistos en la historia. No la utopía, sino la distopía, el mal lugar, el que por más que parezca pesadilla, es muy real para quien la padece. Un término devenido de los griegos «no» y «lugar», las utopías, por definición, no existen. Infinidad de autores de ciencia ficción lo demostraron y aún insisten, porque hace falta, porque las distopías sí existen.
El día de hoy, Venezuela se sumerge en la anomia tras la promesa del futuro perfecto. La comunidad nacional dedicada a la literatura de género, que como todo el sector literario ha sido testigo y víctima de la evaporación de espacios culturales libres, ve comprobadas las peores desazones de la ciencia ficción: un gobierno que conquista lentamente espacios con una neolengua, demanda la total devoción de una ciudadanía sumisa, justificando la traición entre familiares, enunciando que la matriz es perfecta, así estés conectado a un sistema que realmente te mata.
Decía Ursula K. Le Guin en Los desposeídos: “El individuo no puede negociar con el Estado. El Estado no reconoce otro sistema monetario que el del poder, y él mismo acuña las monedas”; George Orwell añade en 1984: “La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes”.
Dice el lugar común que 1984 es una advertencia y no un manual de instrucciones, pero la frase es pertinente. Los aquí firmantes, asociados a la ciencia ficción y literatura fantástica venezolana, alzamos nuestra voz promoviendo el arte como resistencia. En poco más de un mes de lucha, tenemos treinta y ocho muertos confirmados , así como centenares de heridos y detenidos de forma 1 violenta e irregular, jóvenes en su mayoría: la promesa de un futuro que ya nunca será. Exhortamos a todos los artistas de las diversas disciplinas a que nos tomemos de las manos y recordemos aquella frase de V de Venganza: “Los ciudadanos no deben temer al gobierno, el gobierno debe temer a los ciudadanos”.
Porque ante la distopía, uno no puede darse el lujo de la indiferencia.
Comunidad de la Ciencia Ficción en Venezuela