La fundación que tiene a su cargo la construcción, remodelación, mantenimiento y dotación de equipos médicos a los hospitales del sistema venezolano de salud pública se mueve entre la opacidad y la ineficiencia. La muestra está en el estado de la infraestructura de los centros de salud a su cargo, en contraste con los más de 4,6 millardos de dólares que se le entregaron a lo largo de una década
El año: 2006. En aquellos días, un dólar costaba 2,15 bolívares; el Producto Interno Bruto había crecido 10,3%; mientras que la inflación acumulada cerraba en 16 puntos porcentuales, cuatro dígitos más de los que había calculado el gobierno. A pesar del fallo en esa última previsión, el clima político y la bonanza económica favorecían a un Hugo Chávez que estaba, otra vez, en campaña presidencial para mantenerse en Miraflores por seis años más. El 6 de noviembre de ese año, un mes antes de su reelección y durante un consejo de ministros, decretó la creación de un organismo que se sumaría a sus promesas electorales: la Fundación de Edificaciones y Equipamiento Hospitalario (Fundeeh), que cumpliría con la “construcción, dotación y equipamiento de la planta física hospitalaria general especializada” del país para así poder llevar a cabo un “Plan Especial de Desarrollo y Ampliación de la Red Hospitalaria Nacional” del que hoy todavía se esperan resultados.
Diez años después de aquel lanzamiento, el panorama de los hospitales es desolador, a pesar de que la inversión – según las Memorias y Cuentas del Ministerio de Salud– fue superior a 17 mil millones de bolívares (o 4.620 millones de dólares, de acuerdo con las fluctuaciones del cambio oficial). Centros de salud con áreas en escombros, hospitales que se convirtieron en elefantes blancos y equipos médicos que se quedaron obsoletos, dejaron de repararse por la falta de repuestos o no recibieron mantenimiento oportuno, conforman los fracasos de una institución que en lugar de solventar el déficit de camas hospitalarias, lo acrecentó.
La sucesora de la FIMA
El 16 de septiembre de 1999, en la Gaceta Oficial Nro. 36.788, se publicó la disolución de la Fundación para el Mantenimiento de Infraestructura Médico Asistencial para la Salud Pública (FIMA), institución adscrita al Ministerio de Sanidad y Desarrollo Social, que hasta entonces se había dedicado al equipamiento tecnológico de los hospitales, al mantenimiento de los aparatos, y a las remodelaciones, impermeabilizaciones, adecuaciones y cambios de usos de las áreas de servicio de los hospitales para adaptarlos a las nuevas tecnologías. Es decir, casi la totalidad de las funciones que hoy cumple la Fundeeh, a excepción de la construcción de centros de salud, en la que la FIMA solamente participaba en la fase de planificación.
Durante sus últimos años, esa institución fue la responsable de dotar con tecnología de punta al Hospital Oncológico Luis Razzetti, también de resolver los problemas de agua que para entonces aquejaban a Los Magallanes de Catia, y de levantar una subestación eléctrica para el Hospital de Clarines, en Anzoátegui.
Pero el organismo se liquidó porque desde el chavismo se señalaba su poca transparencia, recordó Santiago González, ingeniero que presidió la FIMA entre 1994 y 1995. El vacío dejado por la institución debió llenarlo la Dirección Sectorial de Infraestructura del Ministerio, de la que no se recuerda ninguna obra trascendente. Seis años después, sería momento de campaña electoral y de la flamante Fundeeh.
El médico y actual rector de la Universidad de las Ciencias de la Salud, Carlos Humberto Alvarado González, fue el primero en presidir la Fundeeh desde que el decreto presidencial N° 4.965, del 6 de noviembre de 2006, salió en Gaceta Oficial. Dos semanas después, el 21 de marzo, se dio a conocer el Acta Constitutiva y los Estatutos Fundacionales de la institución, que llevaron la firma de Francisco Armada, entonces ministro de Salud.
De acuerdo con aquel documento, la fundación tendría personalidad jurídica y patrimonio propio, aunque estaría adscrita a la cartera de Salud. Su objeto sería “apoyar la promoción, planificación, mantenimiento y construcción de edificaciones del Sistema Público Nacional de Salud, la coordinación, gerencia, financiamiento, administración, ejecución y supervisión de los proyectos, obras, dotación y equipamiento de la Red de Servicios de Salud, prioritariamente de los hospitales generales y altamente especializados que conforman el Plan Especial de Desarrollo y Ampliación de la Red Hospitalaria Nacional”, para superar el déficit de camas hospitalarias –que ya existía hace 10 años– y “atender el incremento regular de las necesidades del sistema, así como el fortalecimiento institucional y la formación de talento humano”. El aporte inicial le fue otorgado, a través de la Presidencia, por el Fondo Nacional para el Desarrollo Nacional (Fonden). Fueron 819.276.000 Bs. fuertes, más de 381 millones de dólares al cambio oficial de la época.
“Ha habido mucho desgano y falta de conciencia por parte de las personas que han dirigido esto. No veo, ni siento la presencia de esa fundación en ninguna parte”, criticó González, quien tampoco cree que haya “capacidad reflexiva” en quienes llevan las riendas del lugar para rectificar y hacer las inversiones y trabajos que necesitan los centros de salud o para construir aquellos que quedaron pendientes.
La favorita de los ministros
En 2007, Chávez designó como ministro de Salud al general de Brigada del Ejército Jesús María Mantilla, justo después de la gestión de Erick Rodríguez, quien había desplazado a Armada al frente de la cartera. Fue Mantilla el primer ministro en autodesignarse presidente de la Fundeeh y también el primero en recibir un gran financiamiento para continuar las obras en los hospitales. A través de un crédito adicional, a la institución le asignaron 1,35 millardos de bolívares (más de 627 millones de dólares americanos, de acuerdo con el tipo de cambio de la época), destinados al plan de “Acondicionamiento, repotenciación y modernización de 62 hospitales tipo I, II, III y IV” en todo el territorio nacional. Los retrasos y errores de estas remodelaciones son evidentes hoy en el sistema hospitalario.
Los estatutos fundacionales de la Fundeeh establecieron que la institución estaría regida por un Presidente que, a su vez, estaría a la cabeza del Consejo Directivo, integrado por cuatro miembros principales con sus respectivos suplentes. Uno de estos últimos sería nombrado Director. Todos los miembros debían reunirse una vez al mes y su labor consistía en administrar el patrimonio de la fundación y aprobar los planes y programas necesarios para el cumplimiento de su objetivo.
El Presidente, cargo que ejerció Mantilla y la mayoría de los ministros que le siguieron, debía dedicarse a la fundación a tiempo completo, lo mismo que el Director. De paso, sería el responsable de abrir y movilizar, junto a otro miembro del Consejo Directivo, la cuenta bancaria de la fundación. Sería, además, quien presentaría al ministro la Memoria y Cuenta de la Fundación al final de cada ejercicio económico.
Además de Mantilla, titulares del MinSalud como Carlos Rotondaro, Eugenia Sader, Isabel Alicia Iturria, Nancy Pérez Sierra, Henry Ventura y, en la actualidad, Luisana Melo, tomaron la presidencia de la Fundeeh y se rindieron cuentas a sí mismos. En 10 años de historia, sólo los ministros Armada, Erick Rodríguez y Luis Reyes Reyes se mantuvieron fuera de la institución.
Para Carlos Walter, director del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela y ex ministro de Sanidad y Asistencia Social, la autodesignación es una irregularidad que impide el correcto funcionamiento del ente. “En una lógica organizacional, si esta institución es un organismo que está adscrito a un Ministerio, se supone que la autoridad máxima es la del ministro. Allí hay lo que podríamos llamar un conflicto de intereses. Si una persona es responsable de la Fundeeh y, a su vez, es ministro, no tiene libertad de ejercer a plenitud su rol de autoridad”, señaló.
La misma opinión tuvo el ex diputado del PSUV a la Asamblea Nacional, Tirso Silva, y actual director del Hospital Vargas de Caracas, quien indicó que un ministro “no puede ser juez y parte a la vez”. Fue él uno de los que denunció los retrasos e irregularidades de las remodelaciones que empezaron en 2007 y de las que todavía quedan escombros en algunos hospitales.
Perfil desdibujado
Aunque los estatutos de la Fundeeh señalan que el Presidente de la institución debe contar con con formación académica y trayectoria en el área de salud, gerencia o ingeniería, González acotó que esta posición debía ser ocupada por un especialista. Apuntó que el perfil idóneo para este cargo, tal como lo fue en la FIMA, encaja con el de un profesional de la ingeniería o la arquitectura, con conocimiento en construcciones sanitarias, a fin de que proyecte, planifique, supervise, evalúe y corrija cada obra ejecutada, y además pueda ofrecer respuestas inmediatas ante las crisis. Un médico como segundo de abordo, recomendó, ofrecería una visión integral de cada proyecto.
Una revisión a las profesiones de quienes han ocupado la Presidencia de la Fundeeh en estos 10 años, indica que de 10 autoridades, 3 han sido militares, 1 ha sido militar y médico y 5 han sido médicos cirujanos. Sólo Carmen Yelitza Espósito, quien estuvo menos de un año en el cargo cuando Luis Reyes Reyes fue ministro de Salud, era ingeniero.
El proyecto fallido
La revisión de los informes de gestión de la Fundeeh, incluidos en las Memorias y Cuentas del Ministerio de Salud, dieron cuenta de cómo la institución debió alinear sus objetivos al modelo político implantado por Hugo Chávez, pero también recordó algunos de los más sonados escándalos que han tenido su nombre como protagonista.
En sus primeros años, la institución señalaba que sus acciones iban en pro de “lograr la justicia social”, mientras que a partir de 2010, la intención de “reducir la pobreza a cero” desplazó aquel objetivo primario. Lo invariable, en todos los documentos, fue su proyecto estrella: “la continuación de la ampliación, remodelación y modernización de la redes hospitalaria en los hospitales tipo I, II, III y IV”, que desde 2013, incluyó a los ambulatorios especializados (CDI, CAT, SRI) de todo el país. Sin embargo, en 9 años de informes, la meta del plan se quedó a medias en 5 oportunidades. En 2008 y 2009 sí llegó a 100%, mientras que en 2007 y 2015, no sólo se cumplieron todos los proyectos, sino que extrañamente se excedió en más de 100% el avance físico de las obras. En ninguno de los casos se explicó en detalle cómo se alcanzó la meta y cómo se redirigieron los recursos, pese a que nunca fueron desembolsados por completo y acrecentaron la deuda con los proveedores, tal como lo denunció en 2014 la Asociación Venezolana de Distribuidores de Equipos Médicos, Odontológicos, de Laboratorio y Afines (Avedem).
En 2007 comenzó la contratación masiva de obras. Ese año, según la Memoria y Cuenta, se iniciaron 242 trabajos en 74 hospitales en todo el país. Lo que no se mencionó fue que ninguno se terminó en ese mismo período. La cifra continuó en ascenso y en 2008 se adicionaron 456 en 109 centros de salud. Ese año también fue el de mayor financiamiento. Las arcas de la institución percibieron 1,5 millardos de bolívares, que para la época representaban más de 732 millones de dólares, de acuerdo con el cambio oficial.
En 2009, cuando Carlos Rotondaro arribó a la cartera para desplazar a Mantilla tanto en el Ministerio como en la Presidencia de la Fundeeh, se llegó al récord: se contrataron 654 obras y ni siquiera se culminó la mitad, sino que se llegó a 256. El acumulado histórico de contratos fue el mayor registrado hasta entonces: 734. Al año siguiente, cuando asumió Sader, se comprobaría que había 579 pendientes.
El anexo al Informe de Gestión de 2011 de la Contraloría General de la República criticó los retrasos y eso que sólo revisó las obras inconclusas en 4 centros de salud: la paralización de 5 trabajos que debían realizarse en el Hospital J. M de los Ríos de Caracas, incluyendo la remodelación de 8 de sus 10 quirófanos. En la Maternidad Concepción Palacios de Caracas había 4 obras civiles no terminadas, y lo mismo sucedía con 5 electromecánicas y de electricidad. En el Hospital Vargas, los trabajos iniciados entre 2007 y 2008 en los servicios de emergencia, quirófano y anatomía patológica aún estaban sin culminar, mientras que los techos tenían filtraciones luego de labores mal ejecutadas de impermeabilización. En el Hospital Central de Maracay había 3 obras de infraestructura pendientes desde 2008. En todas se llegó a la misma conclusión: la falta de coordinación de las actividades de planificación por parte de las autoridades del hospital, la Fundeeh y MinSalud había ocasionado los retrasos y, en consecuencia, los centros asistenciales prestaban sus servicios con limitaciones y no garantizaban calidad.
Eso es también lo que opinó González, ex presidente de la institución que precedió a la Fundeeh. “La gran falla de la Fundación ha sido la falta de supervisión de las obras y no tener claro qué se va a hacer” en cada hospital, denunció.
Dos años más tarde, en 2013, el Informe de Gestión de la Contraloría volvió a referirse al tema. Ahí se señaló que en un análisis practicado a los expedientes de obras públicas ejecutadas entre 2007 y 2010, para rehabilitar, ampliar y modernizar 8 hospitales de la Red Barrio Adentro III, se determinó la inexistencia de licitaciones, así como de las garantías de tales trabajos. Tampoco se consiguieron documentos de pagos de anticipos y valuaciones de obras, y se comprobó que se ejecutaron labores sin contratos. El incumplimiento de los plazos de realización de los trabajos y la inacción de la Fundeeh ante estas irregularidades también fueron subrayados. Todo ello trajo como consecuencia, indicó el documento, el incremento de los costos y el deterioro de la infraestructura y los equipos, con lo que se afectó a una población de al menos 2 millones de personas que dependen del sistema público nacional de salud. Las fallas, además, fueron en detrimento de los los artículos 83, 84 y 85 de la Constitución venezolana, en los cuales se señala que el Estado debe garantizar y ser el mayor proveedor de los servicios asistenciales del país.
Hoy, los indicadores de la Encuesta Nacional de Hospitales, elaborada por la ONG Médicos por la Salud y el Cendes, reseñaron que el proyecto estrella de la Fundeeh no ha rendido sus frutos. Las fallas en los servicios de emergencias son de 89 %, mientras que 71 % de los quirófanos está fuera de servicio, y algo similar sucede con entre 70 y 80 % de las áreas de terapia intensiva de adultos y neonatal. El mismo estudio estimó que 29 % de los equipos no estaba operativo y que la unidad de Rayos X falla 37% de las veces. Tampoco funciona 95% de los laboratorios.
Los inacabados
Hubo un punto en particular que destacó en la Memoria y Cuenta de 2008 de la Fundación. Con Jesús Mantilla al mando, en el documento se habló de la continuación de la primera etapa de la “construcción de los Hospitales de Barrio Adentro IV”, que en 2007 no se había detallado. Durante ese año, las seis obras –centros de salud especializados en distintas áreas y ubicados en Barinas, Miranda, Distrito Capital, Guárico, Mérida y Apure– iniciaron con “movimientos de tierra, obras provisionales y pilotes”. La idea era que la inauguración de estas nuevas edificaciones se llevara a cabo entre 2009 y 2011. Sin embargo, los retrasos e irregularidades registrados con las empresas encargadas de edificarlos los convirtieron en elefantes blancos.
La mala planificación hizo que, por ejemplo, dos de estos hospitales fuesen cambiados de sitio luego de que su construcción se iniciara. Eso sucedió con el Hospital de Gastroenterología y Oncología de El Vigía, que se empezó a levantar dentro del cono de aterrizaje del aeropuerto de esa localidad; y con el Oncológico de Guarenas, que se reubicó en Montalbán con la finalidad de mejorar su accesibilidad, ya que según Eugenia Sader, la mayoría de pacientes estaba en Distrito Capital.
La no ejecución de las obras ha impedido a Venezuela cumplir con los estándares internacionales de asistencia sanitaria. La Organización Mundial de la Salud establece que por cada 1.000 habitantes haya 3,76 camas hospitalarias disponibles. Para una población como la venezolana, con 30 millones de personas, deben existir entonces al menos 90 mil de estas camas para los enfermos. Sin embargo, de acuerdo con la Memoria y Cuenta del MinSalud de 2015, hoy sólo se cuenta con 25.909. Esto es, poco más de 28% del total que debería estar habilitado.
El capítulo Sader
Aunque no fue de inmediato, la teniente coronel de la Aviación y médico Eugenia Sader, asumió las riendas de la Fundeeh mientras fue titular del Ministerio de Salud. A la cartera llegó en mayo de 2010, cuando relevó a Luis Reyes Reyes, uno de los pocos ministros que había delegado la responsabilidad de la fundación en otro funcionario: la ingeniero Carmen Yelitza Espósito.
El nuevo enroque y cargo de Sader vino con el nuevo año. En la Gaceta Oficial número 39.620, con fecha 21 de febrero de 2011, se publicó su designación. Bastaron tres meses para que el nombre de su hijo, Eugen Enrique Bejarano Sader, apareciera también dentro de la fundación. En mayo se convirtió en secretario de la comisión de contrataciones. Aquel primer año de Sader frente al organismo no dejaría ningún rastro: el informe de la Fundeeh no se incluyó dentro de la Memoria y Cuenta de ese período.
Durante su gestión, la cantidad de obras concluidas bajó el ritmo y los avances físicos estuvieron entre 59 y 56 %. Las contrataciones también se ralentizaron, pero los recursos continuaron fluyendo.
En 2012, Carlos Walter, junto al médico e investigador Luis Fuenmayor Toro y el coordinador del Observatorio Venezolano de la Salud, Jorge Díaz Polanco, solicitaron que se abriera una investigación contra Sader por una serie de irregularidades cometidas en detrimento de las obras de la Fundeeh: la no licitación de los proyectos, los cambios en los proyectos originales de 6 hospitales especializados que serían levantados con materiales prefabricados después de que se había iniciado su edificación de manera tradicional, y la reconstrucción del hospital Luis Razzetti de Tucupita, en Delta Amacuro.
Lo más escandaloso, no obstante, vino después de su partida. En septiembre de 2013, meses después de ser desplazada del Ministerio por Alicia Isabel Iturria, diputados de la Comisión de Desarrollo Social de la Asamblea Nacional solicitaron al Hemiciclo establecer el grado de responsabilidad que Sader tenía en el deterioro de los equipos de 19 salas públicas de radioterapia, cuyas garantías, que permitían su mantenimiento preventivo, había vencido en 2012. La no renovación del contrato dejó fuera de servicio a aparatos que iban desde aceleradores lineales y unidades de cobalto hasta tomógrafos y simuladores. Todos habían llegado a través de un convenio firmado entre Venezuela y dos empresas argentinas.
Lo paradójico es que la Memoria y Cuenta de 2012 de la Fundeeh, en su apartado de “Planes y Líneas de Acción para 2013” -que se había mantenido prácticamente invariable desde su creación- indicó como prioridad el “mantenimiento preventivo, correctivo y actualización de equipos oncológicos y radioterapia de la red hospitalaria en los hospitales tipo I, II, III y IV”. La acción no fue suficiente para que Sader se mantuviera en el cargo mucho tiempo más y, en abril de 2013, salió del Gabinete de Nicolás Maduro. El 19 de junio de 2014 fue imputada de peculado doloso, asociación para delinquir y sobregiro presupuestario por el Ministerio Público.
La Fundeeh con Maduro
Los últimos tres años han transcurrido, para la Fundeeh, con un descenso aún más pronunciado del volumen de las grandes obras emprendidas en el pasado. De los cientos de trabajos iniciados en antaño, se pasó a menos de 70 por año. En 2013, los avances físicos llegaron a 59%, mientras que en 2014, sólo alcanzaron 18%. La más reciente Memoria y Cuenta del MinSalud, la de 2015, sostuvo que los avances físicos de las obras se ubicaron en 179%, pero en su mayoría se trató de mantenimientos preventivos de equipos médicos, electromecánicos y oncológicos.
Basta con dar un vistazo a los titulares de los últimos días de agosto pasado, para corroborar que la infraestructura del Sistema Público Nacional continúa en decadencia. Por esos días, el personal médico y obrero del Hospital de los Magallanes de Catia, en Caracas, denunció que estaba a punto del cierre técnico por la inoperatividad de los equipos y la falta de mantenimiento de una edificación que sufría los embates de la ausencia del agua. En el Victorino Santaella de Los Teques, los médicos residentes protestaron porque hasta los baños estaban fuera de servicio. En el Hospital Universitario Luis Razetti de Barcelona, criticaron que la cocina del principal centro de salud del estado no funcionaba y que 90% de las especialidades estaba paralizada. En el Hospital Universitario de Caracas, los trabajadores reclamaron que sólo 35% de las camas estaba ocupada, porque no había ni equipos ni materiales para atender a más pacientes. Allí, el área de neonatología estaba contaminada.
Lorena Meléndez G./ Especial para Provea
Redacción y fotografía