Desde que comenzó la cuarentena impuesta por Covid-19, diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos de las mujeres en Venezuela, como Cepaz1 han alertado sobre el aumento de femicidios y denuncias por violencia de género, donde en muchos casos las víctimas han quedado aisladas y atrapadas en sus hogares con sus agresores.
En los últimos años, con el mayor uso de las redes sociales, las mujeres han utilizado este medio para realizar sus denuncias y obtener mayor visibilización2. Algunas de las mujeres que han sido víctimas de violencia de género no confía en que la denuncia por sí sola, ante las instituciones del Estado, les proteja. Y con los años algunas mujeres han dejado atrás el temor de alzar su voz y denunciar públicamente la violencia que han vivido. Pero aún hay quienes no lo hacen. La violencia no se detiene y las mujeres continúan siendo víctimas de violencia.
Las mujeres vivimos violencia ante la mirada de un Estado que no crea políticas seguras para los hogares, calles y el entorno en general. No educa para prevenir la violencia, no educa para conocer sobre nuestros derechos ni respeta o garantiza nuestros derechos sexuales y reproductivos. No prepara en materia de atención y de derechos humanos a los funcionarios encargados de recibir denuncias por violencia de género. Existen casos donde las mujeres han acudido a denunciar ante las instancias institucionales y han sido desestimadas, humilladas, maltratadas o discriminadas, lo que hace que la mujer sea revictimizada, conviertiendose el Estado en un violador más de los derechos de las mujeres. En Venezuela se conocen casos de mujeres que fueron asesinadas ya habían denunciado previamente a su agresor. Las autoridades no previnieron que sucediera3.
El femicidio es la escala más alta de violencia contra la mujer, pero antes de llegar allí la mujer ha sufrido otras agresiones, las cuales van socavando su salud e integridad física. La violencia hacia la Mujer puede comenzar con la ofensa, los gritos, la humillación, las amenazas, el control. Muchas veces el agresor hace creer a la mujer que no tiene nadie más que la ayude o la quiera, o que esa es la manera que tiene de protegerla. El agresor intenta aislarla de sus familiares y amigos, llevándola a un deterioro psicoemocional y baja autoestima, donde la mujer puede terminar creyendo que debe permanecer con su agresor.
Las mujeres que sufren violencia se sienten también inseguras y desprotegidas legalmente. La mujer no solo es violentada en su entorno, sino ante una sociedad que la juzga, humilla, critica por cómo ha elegido vestirse, por si ha elegido ser madre o no, por si decide trabajar o si prefiere quedarse en casa. La mujer es juzgada constantemente y se espera de ella que asuma la carga doméstica, el cuidado de familiares, y sea buena madre. Es más aceptable socialmente un padre ausente que una madre. Las mujeres vivimos violencia en los hogares, en las calles, frente al Estado, en el trabajo, en todos los espacios.4
Pareciera que ser mujer es llevar una vida de violencia, de responsabilidades y sacrificios. Pero las mujeres cada vez más se atreven a denunciar violaciones a sus derechos, porque como mujer deseamos mayores libertades, equidad de oportunidades y condiciones, y vivir una vida libre de violencia.
1 https://cepaz.org/documentos_informes/monitoreo-de-femicidios-enero-2021/
2 https://efeminista.com/abuso-sexual-venezuela/
4 https://800noticias.com/testimonios-acoso-femicidios-y-violencia-contra-la-mujer-en-venezuela