Cuando una oye por TV a los diputados Franklin Duarte (Copei-CNE) y Maribel Castillo (Avanzada Progresista-Falcón) hablar contra los derechos de las mujeres (como la interrupción voluntaria del embarazo) y la comunidad sexo diversa (parejas de personas del mismo sexo e iguales derechos individuales y sociales que las parejas heterosexuales), además de vergüenza ajena siente una envidia espantosa por las mujeres que desde la Revolución Francesa fueron acompañadas en sus demandas por diputados como Condorcet; o por los obreros que seguían a Flora Tristán en su propuesta de Unión Obrera; o por las señoras Harriet Taylor y su hija Helen (de un matrimonio anterior de Harriet), que compartieron su vida con el parlamentario John Stuart Mill, quien ha pasado a la historia de la economía liberal, pero al que los NO economistas conocemos por haber defendido los derechos de las mujeres.
En el penúltimo capítulo de su Autobiografía (la primera versión fue escrita entre 1853 y 1854, pero la versión final llega a 1868, cuando es derrotado en las elecciones parlamentarias por los tories) Mill reconoce que fue Harriet quien lo puso a pensar en la injusticia de la educación desigual para niñas y niñas, agregando que, si las niñas y mujeres fueran educadas en igualdad de condiciones, ella hubiera podido ser, “una artista consumada” y por “su vigorosa elocuencia” una gran oradora.
Más aún: hubiera podido llegar a ser “uno de los más eminentes líderes de la humanidad” (JS Mill, Alianza Bolsillo No. 1166, 1986: 184-185). La compara con el poeta Shelley, aunque está seguro de que, al lado de él, que pudo formarse libremente, sin las ataduras que tienen las niñas y mujeres, el poeta resultaría un niño. Más aún:
Ser admitido en un trato espiritual con un ser de estas cualidades no podían haber tenido sino un efecto beneficioso en mi desarrollo (El) beneficio que yo recibí fue mucho más grande que el que yo pudiera jamás haber esperado otorgar (Lo) que yo le debo a ella, incluso en un orden intelectual, es (casi) infinito (He) recibido más de sus enseñanzas que de todas las demás fuentes juntas (Ibid: 185)
En el último capítulo sabemos que su hijastra, que se quedó a vivir con Mill a la muerte de su madre, continuó la aventura intelectual con Mill, quien no sólo le reconoce su valía y un maravilloso porvenir como escritora en su país, sino que declara que su obra ahora no debe reconocérsele sólo a él y su esposa sino también a su hijastra, Helen Taylor.
De hecho, dice que uno de sus últimos libros, La sujeción de las mujeres, le fue sugerido por ella y que en él puso mucha de las ideas que ya ella había escrito.
Reconoce también que fue ella la autora o la que revisó muchas de las cartas (incluidas algunas de las publicadas en la prensa) y discursos que escribió mientras fue parlamentario por el Partido Liberal, pues él no podía con tanta carga.
Él firmaba esas cartas, incluso algunas que ella envió a mujeres influyentes solicitándoles adhesión a la Sociedad Nacional para el Sufragio Femenino que ella fundó, como las enviadas a Florencia Nightingale y Mary Carpenter.
Esto sucedió después de que una mayoría aprobara en el parlamento la moción de Mill de que se hiciera una enmienda a la Ley de Reforma, en la que él también había participado años antes, para que se eliminaran todas aquellas palabras que sugería que sólo los varones podían votar.
Todo esto convierte a Mill, su esposa y su hijastra en pioneros del sufragismo inglés. Y a Helen en coautora de uno de sus últimos libros, La sujeción de las mujeres, de 1869.
Me pregunto si este último es una extensión del publicado cuando Harriet aún vivía o si es un libro totalmente distinto.
Importante recalcar, en todo caso, que la solicitud de Mill siempre fue que las mujeres eligieran (lo cual lograron sólo en 1918), no que pudieran ser elegidas. Pero fue un gran paso.
En Venezuela la conquista también fue en dos partes: primero, el Estatuto electoral del año 45 les permitió ser electas para la A. N. Constituyente del 46 (quedaron 12); luego, pudieron lograron ser elegibles y electoras a partir de la nueva Constitución de 1947.
Me hubiera gustado hablarles de Mill, su esposa y su hijastra a los y las asistentes a la exhibición de la peli inglesa Las sufragistas (2015, dirigida por Sara Gavron) en una calle, el 23-6-22, cuando fui invitada por ILDIS-FES (Anaís López), Circuito Gran Cine (Maria Helena Freitas y Bernardo Rotundo) y el Cine Club de los 2Kminos que no conocía yo.