Mirla Pérez | La noche del sábado 16 de febrero, ocurrió una desgracia en un barrio de Petare. Pasó lo que pudo ser prevenido por un Estado que funcione y garantice los derechos de las personas a condiciones de vida digna. Cuando estamos frente a un sistema político que ha fallado en el cumplimiento de sus obligaciones para con el pueblo ocurren las peores tragedias. Tragedias sociales con gran sufrimiento humano.
La noche del viernes fue un punto álgido en el sufrimiento de 17 familias compuestas por 32 adultos y 31 niños de entre 1 y 8 años de edad. Una vecina en llanto me dice: “tanto el fuego como el agua son implacables, es una experiencia de tocar límites…” La joven mujer fue víctima de un incendió que acabó con las pocas pertenencias de una ya sufrida población.
Esa noche, como de costumbre en los últimos tiempos, se fue la luz. En la casa de un niño de 9 años, hecha de cartón, madera y zinc, inicia lo que luego fue una tragedia: un incendio provocado por una vela. El niño que estaba solo le dio miedo la oscuridad, encendió la vela, se quedó dormido, la vela tuvo contacto con un cartón y se inició la tragedia.
La comunidad logró sacar al niño y salvarlo, pero no lograron salvar sus casas, ranchos hechos del mismo material, del que estaba hecha la casa del niño, agarraron fuego rápidamente. Entre sollozos, llantos y lamentaciones las familias caen en cuenta que lo han perdido todo. El fuego implacable destruyó todo a su paso. “¡Pero estamos vivos, logramos salvar al niño y no hay ni quemados ni fallecidos…!”
El fuego inició a las 11 de la noche y se controló alrededor de las 2 de la madrugada por la acción de los vecinos. La gente hizo corta fuego e impidieron que el daño humano y material fuera mayor.
Los bomberos llegaron cerca de la 1 de la madrugada con su experiencia, voluntad y deseo de ayudar, pero ¡sin agua! Aquí lo que vemos es pura humanidad, la pura solidaridad, la relación afectiva en pleno desarrollo. No hay Estado ni instituciones. No hay recursos y tampoco maneras de contrarrestar una tragedia.
La satisfacción humana y solidaria centrada en el bien, en medio de la noche oscura, lograron salvarles. Los vecinos incondicionalmente corrieron en su auxilio. Ese Estado fallido que les llevó a construir en una zona de riesgo extremos es el mismo Estado que no tiene capacidad de respuesta ante la tragedia que él originó.
Una tragedia humana sin precedentes
En Venezuela desaparecieron las instituciones. El régimen chavista destruyó todo. La gente que sufrió esta tragedia son los pobres entre los más pobres, la muestra de que se puede llegar al exterminio.
El único soporte ante la tragedia es la solidaridad, ese tejido a veces imperceptible que está y hace posible las vivencias y la sobrevivencia en medio de un país sometido a una tragedia humana sin precedentes. Crisis humanitaria compleja, así definida porque es producida por un sistema político catastrófico y no por eventos naturales ni bélicos.
Estamos en una lucha del bien contra el mal y como dice San Pablo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” La frase: “los tengo a ustedes…” es la esencia de la relación afectiva y la solidaridad es el bien con el que los venezolanos nos protegemos uno a otros de un régimen basado en el mal. Tiene razón el chavismo de temer a la solidaridad porque es la raíz de nuestra fortaleza y, al mismo tiempo, la debilidad de su sistema.
Publicado originalmente en Efecto Cocuyo