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Rafael Uzcategui

Sociólogo y editor independiente. Actualmente es Coordinador General de Provea.

Rafael Uzcátegui | En los últimos días la discusión sobre las elecciones parlamentarias dentro de Venezuela ha subido de temperatura, amenazando con aumentar la fragmentación que ya existe dentro del campo democrático. Entendiendo que precisamente esta separación es uno de los objetivos del autoritarismo para mantenerse, las siguientes líneas intentan pensar “fuera de la caja” para ofrecer elementos adicionales que nos permitan superar, con los menores traumas posibles, un escenario donde el gobierno tiene todas las posibilidades de salir fortalecido, en tanto sus contrarios continúen debilitándose en el camino.

La Asamblea Nacional (AN), debido a la consolidación de la dictadura, se ha convertido en un significante cada vez más vacío de contenido. A estas alturas, es imposible sostener que el gobierno de Nicolás Maduro tenga alguna intención de respetar la independencia formal de los poderes y el ejercicio de sus competencias apegado a la legalidad. Al respecto, no existen garantías que la próxima Asamblea Nacional no será neutralizada en sus capacidades contraloras o legislativas, o que sus nuevos integrantes no serán perseguidos, encarcelados o expulsados al exilio. Para el autoritarismo hay claras ventajas en intervenirla, mediante la simulación de un certamen electoral que les permita contar con una representación mayoritaria. Una de ellas es el acceso a financiamiento, que según la Constitución debe ser aprobado por el hemiciclo. También lo simbólico del resultado, que permita afirmar que los números de diciembre de 2015, donde la oposición sacó dos millones de votos más que el oficialismo, fueron circunstanciales y que el apoyo al proyecto bolivariano continúa siendo masivo. Por otra parte, es difícil pensar que una próxima AN, en el caso poco probable que mantuviera una mayoría opositora, pudiera hacer algo cualitativamente diferente a lo realizado en los últimos años. La AN, en menor medida por algunos errores del propio liderazgo democrático, posee en la actualidad un endeble piso institucional.

A lo anterior sumaré una afirmación dura, pero con alta probabilidad en los escenarios que pudieran proyectarse en este momento: Independientemente de la decisión que tomen los diferentes componentes del campo democrático, de manera aislada o en algún tipo de coalición, luce altamente improbable que la oposición pueda mantener la representación mayoritaria en el hemiciclo. La fórmula en desarrollo, que aleja a los votantes y socava la confianza en el sufragio, es para que el chavismo obtenga la mayoría absoluta en el próximo parlamento. Si la Asamblea Nacional es casi un cascarón vacío y las oposiciones lograrán, apenas, una modesta presencia en los curules, la pregunta se conjuga sola: ¿Para qué “mantener el espacio” del Parlamento? La interrogante no es realizada con mala intención, sino con el deseo que pensemos cuál sería, ahora, su verdadera y posible utilidad en la lucha por alcanzar la transición a la democracia, tanto por quienes decidirán participar o por quienes han sugerido como alternativa la continuidad administrativa del parlamento actual.

La Asamblea Nacional continuará neutralizada y la oposición, cualquiera que sea la decisión que tome en estos momentos, sólo podrá tener en ella una presencia relativa. Será, por tanto, un episodio más de esta mala serie llamada “hegemonía bolivariana”, que dará paso a una recomposición de sus protagonistas y episodios sucesivos en el futuro. Las parlamentaras, tal como están planteadas y para continuar la metáfora teatral, no serán un paso al tercer momento del guion, el de la resolución del conflicto, sino que nos mantienen en el segundo acto, el de la confrontación. Dicho rápidamente: Las parlamentarias no solucionarán ningún problema, ni siquiera para el gobierno, sino que los agravan todos. El gran perdedor, en cualquiera de los resultados posibles, seguirá siendo el pueblo venezolano.

Siendo así, podemos bajarle el nivel de dramatismo y el volumen a la telenovela del 6 de diciembre: La Asamblea Nacional es un símbolo sin capacidad institucional; la oposición tendrá un resultado modesto para sus intereses, bien sea participando o absteniéndose y el proceso comicial no resolverá ningún problema sino que los agravará. Y esto es de suma importancia: Quitar bilis a la discusión y agregarle neuronas nos permitirá construir cualquier camino, que no repita los errores del pasado, sin dinamitar puentes con otros sectores del campo democrático. Nos podrán simpatizar más o menos, pero lo cierto es que necesitamos la mayor cantidad de voluntades, a partir del 7 de diciembre, para continuar el largo camino de recuperación de la democracia.

Ante la falta de real apoyo popular y los altos ingresos por la renta petrolera es la separación de los venezolanos, para finalizar con la idea de inicio, la principal herramienta actual del chavismo realmente existente para mantenerse en el poder. El mejor resultado para el autoritarismo no es tener la mayoría absoluta o relativa, o que la representación opositora finalmente sea de 5, 20 ó 40 diputados, sino que el campo democrático llegue a la meta en la carrera de las parlamentarias dividido, exhausto y, especialmente, sin capacidad de articulación de cualquiera de sus partes para una eficaz acción colectiva en el futuro inmediato.

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Sociólogo y editor independiente. Actualmente es Coordinador General de Provea.