ACERCA DEL AUTOR:

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Oly Millán

Economista (UCV) y exministra del Ministerio para la Economía Popular (2006). Integrante de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la CRBV y de la Plataforma Contra el Desfalco a la Nación.

En la novela El péndulo de Foucault, escrita por Umberto Eco, existe un apartado en donde los personajes principales dialogan tratando de definir cuál es la diferencia entre: un cretino, un estúpido y un imbécil y concluyen que: el cretino es un ser que no vale la pena ni siquiera ocuparse de él porque tiene muy poca plasticidad cognitiva, el imbécil es el típico personaje que incomoda a todos porque emite opiniones con muy poca empatía social aunque es muy solicitado porque proporciona temas de conversación, mientras que el estúpido, sí que es un ser de cuidado ya que su poca empatía no es social sino cognitiva.

Este tiende a pensar que en los aspectos sociales y políticos existen leyes que son universales, por lo que tiene la manía de construir “verdades absolutas” que no cambian en el tiempo.

Haciendo un paralelismo con ciertos sectores del ámbito político, podríamos llegar a pensar que abundan los imbéciles y los estúpidos y que cada uno de nosotros, dependiendo del momento etario en el que se encuentre, tendrá una dosis alta o baja de estupidez, aunque, hay estupideces que son crónicas que ni siquiera cambian con los años. Ergo se puede llegar a ser anciano y ser un total estúpido en materia política.

Quienes apostamos en 1998 para que se diera un proceso de cambio en nuestro país, nunca imaginamos que aquel sueño que nos motivó a apoyar el proceso bolivariano iba a convertirse en la pesadilla de gobierno que tenemos hoy en día.

Definitivamente es una estupidez no hacer un acto de contrición y entender que esto que tenemos como gobierno, y en lo que está conduciendo a este país, está a años luz de las aspiraciones y sueños que teníamos a fines del siglo XX e inicios del presente.

Actualmente, el país está destruido, y no se trata sólo de la infraestructura y los servicios públicos, que no es menor cosa, se trata de la pérdida de la decencia, la honestidad y la solidaridad como valores importantes que definen la identidad nacional.

La corrupción ha hecho metástasis y aborda todos los estamentos del Estado y la sociedad.

Muestra de ello, son los megaconciertos que se hacen en la capital con artistas muy famosos mientras el salario mínimo de las familias trabajadoras no llega a 3 USD mensuales. ¿Quién paga esa cuenta en un país empobrecido como el que tenemos?

En un documento publicado el año pasado por la Plataforma Ciudadana en defensa de la Constitución (PCDC), tratando de entender al país lo describíamos como sigue:

  1. Lo que requiere Venezuela no es simplemente un cambio de gobierno, sino un proceso de reconstrucción del país. Reconstrucción de su Estado, de su institucionalidad, de su aparato productivo, del tejido de una sociedad desgarrada.
  2. Estamos ante una extraordinaria urgencia. La población está pasando hambre, hay presos políticos en condiciones miserables, permanente violación a los derechos humanos, hay toda una generación de niñas y niños desnutridos. Siete millones de venezolanos en el exterior, la migración continúa.
  3. Esta dimensión temporal genera una significativa responsabilidad ética para el conjunto de la sociedad, responsabilidad que necesariamente tiene que ser incorporada a toda consideración de las opciones políticas que confrontamos. Plantea esto unos retos mucho más exigentes que los que habría sin esta profunda crisis multidimensional.
  4. Es nuestra responsabilidad, la responsabilidad de todas las fuerzas de izquierda y democráticas del país, reconocer tanto esta urgencia como la actual correlación de fuerzas existentes en el país, y actuar de modo tal que se logre incidir sobre el inicio de un proceso de cambio político -y aquí viene lo más complicado- aunque este proceso de cambio implique salir de nuestro espacio de confort.
  5. Ha sido tan profunda la destrucción en todos los ámbitos de la sociedad venezolana, que el proceso de transición/recuperación/reconstrucción del país, va a tomar mucho tiempo. Es necesaria una perspectiva de unos cuantos años, no pensar que eso va a ser posible en pocos años. Sin embargo, es necesario insistir en la urgencia de dar pasos en esa dirección.
  6. La correlación de fuerzas políticas no permite pensar en una derrota del gobierno que los obligue a entregar el poder en forma incondicional en el corto y mediano plazo. El camino para el cambio político siempre debe ser pacifico, constitucional, electoral y democrático.

Sin lugar a dudas, esta caracterización del país que hacíamos en aquel entonces, a mi modo de ver, cabe completamente en estos tiempos de año electoral.  ¿Qué significa para los sectores de izquierda salir de nuestro espacio de confort? Sería reconocer:

  1. Que el proceso bolivariano fracasó. Aquel sueño se ha tornado en una pesadilla para todos y todas.
  2. Lamentablemente, para la gran mayoría del pueblo venezolano, hablar desde los referentes que definen a las izquierdas es sinónimo de destrucción, corrupción, mentiras, cinismo, emigración, familias fragmentadas, futuro borroso, etc. No se puede dialogar desde esta mirada sin tener que hacer un verdadero acto de contrición para ir más allá de lo aparente y poder responder a las preguntas: qué nos pasó y por qué nos pasó lo que pasó.

En este 2024, año electoral, para poder derrotar electoralmente al candidato del PSUV es necesario construir una plataforma política de CONSENSO, sin enfoques extremistas ni estupideces. Es necesario salir de nuestro espacio de confort: es tiempo de concurrencia y no de competencia. 

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Oly Millán

Economista (UCV) y exministra del Ministerio para la Economía Popular (2006). Integrante de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la CRBV y de la Plataforma Contra el Desfalco a la Nación.