ACERCA DEL AUTOR:

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Profesor en la escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela
Rafael Venegas

Profesor universitario. Dirigente político. Secretario General de Vanguardia Popular.

Una noche en la casa del partido, prevalido de poder y al amparo de los órganos llamados a asegurar la paz, la convivencia y la integridad física y moral de todos los ciudadanos, reúne a algunos de sus conmilitones, les da una arenga “patriótica”, “revolucionaria”, y les ordena atacar con violencia el acto que al día siguiente tendrá un candidato opositor en su jurisdicción.

Otro día, con la confianza que da la impunidad, la baba espumante del odio deslizándose por la comisura de sus labios, un gobernador o un alcalde convoca a la plaza pública a su “comunidad” y, al conjuro del recuerdo del comandante ausente, incita a sus paisanos “a sacar a coñazos” de su comarca a alguna candidata en campaña.

Luego, como ocurrió en Apure, la concentración opositora es disuelta de forma violenta por grupos de choque armados con pistolas, cabillas y palos, custodiados de cerca por piquetes policiales para garantizar que ningún antagonista exaltado vulnere el derecho que le asiste a los “camisas rojas” a debatir “democráticamente” el rumbo a seguir por el país frente a la crisis. El saldo es más de una docena de heridos y lesionados, destrucción de equipos de sonido, daños considerables a vehículos y como botín de guerra los celulares, las prendas personales y carteras que agarren son suyos, se pueden quedar con ellos.

Por la noche o a la mañana siguiente, quienes dan las órdenes, unas veces de forma soterrada y otras a los cuatro vientos para que todos escuchen, convocan una rueda de prensa para denunciar los hechos y alertar acerca de “los planes violentos de la oposición”.

Modulando el cinismo y elevando el tono amenazante aseguran que el gobierno no va a permitir que se perturbe la paz social y política reinantes (sic). A este guion, que podríamos analogar con la profecía autocumplida de que habla la psicología, le sigue la represión del Estado, la persecución para silenciar, acorralar, encarcelar y/o empujar fuera del país a quienes, en realidad, solo están proponiendo el camino electoral como vía para buscar una salida a la tragedia nacional.

No se trata solo de una manera de conducirse en el poder, de forma arrogante, intolerante y autoritaria, lo cual está en la naturaleza del régimen. Se trata, además, de un componente de la estrategia electoral oficialista que entraña un grave peligro que debe ser denunciado. Esta estrategia tiene como objetivo mantener en el poder a la cúpula cívico-militar que desgobierna, al precio que sea necesario –sin reparar en límites legales, morales o políticos–, para seguir amasando fortunas a costa del saqueo de la riqueza nacional, la ruina del país y el empobrecimiento de la gente.

El plan busca eludir o mediatizar la obligación constitucional de realizar la elección presidencial 2024. Responde al dato lapidario de que 85% de nuestros compatriotas –eso es casi todo el país, incluido el chavismo– están descontentos y exigen cambio. Su marco general es la configuración deliberada de un clima de incertidumbre, opacidad y discreción; la exacerbación de las tensiones sociales y políticas y el ejercicio despótico y arbitrario del poder.

Una orientación principal de la política procura impedir que las múltiples, diversas y disímiles fuerzas opositoras se agrupen en torno a una determinación básica para ulteriores acuerdos: brindarle a la inmensa mayoría nacional una opción electoral capaz de fraguar una rotunda victoria que conjugue la tentación de cualquier zarpazo antidemocrático. Para lograrlo, el oficialismo adelanta una campaña sostenida de agresiones y provocaciones tendentes a sembrar el escepticismo y la impotencia frente a la posibilidad de cristalizar el enunciado anterior; inocula el veneno de la intriga, la confusión y la guerra sucia; convirtiendo en una odisea la sinuosa y empedrada senda electoral.

Se busca acorralar a las fuerzas de cambio, cerrarles los caminos para empujarlas por el despeñadero del aventurerismo y la abstención, promover la dispersión del voto y adecuar el sistema electoral, de suyo discrecional, ventajista y fraudulento, para que opere ostensiblemente como lo que es: la oficina electoral de Miraflores encargada de sembrar desconfianza y espantar el voto alternativo. Por eso sobre la marcha se defenestra un CNE para designar otro presidido por quien, en rol de Contralor, se encargó de inhabilitar candidatos, incluida la invalidación de uno después que había ganado la gobernación de Barinas, mientras, al mismo tiempo, guardaba silencio frente al desfalco continuado de PDVSA.

Dentro de esa estrategia se inscribe la decisión del TSJ de arrebatarle la personalidad jurídica, los símbolos y la tarjeta electoral del PCV a su dirección y militancia legítimas; el acoso judicial sobre la elección primaria convocada por un sector de la oposición para escoger su candidato y la reciente inhabilitación de María Corina Machado; la incertidumbre creada en torno a la celebración misma de la elección de marras: la inseguridad en torno a la fecha de su realización, las especulaciones acerca de si será o no Maduro el candidato del continuismo, la posibilidad de una convocatoria sobrevenida que incluya, además, la elección de otros poderes cuyos períodos vencen en 2025; entre otras muchas maniobras.

La respuesta a todo esto se resume en: lucha, unidad y voto. Perseverar con firmeza en la ruta electoral eludiendo las agresiones y provocaciones del régimen. Perseverar con firmeza en la lucha al lado de los trabajadores y el pueblo por sus reivindicaciones y derechos conculcados. Perseverar con firmeza en el empeño por unir todas las fuerzas de cambio en torno a un candidato, un Programa y un Gobierno de Unidad Nacional. Es un imperativo de la circunstancia histórica y un clamor popular que debe ser atendido.

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Rafael Venegas

Profesor universitario. Dirigente político. Secretario General de Vanguardia Popular.