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Alejandro Álvarez

Coordinador General de Clima21 – Ambiente y Derechos Humanos.

Alejandro Álvarez | Este año se convirtió en noticia de primera plana a escala internacional los enormes incendios en varias partes del Brasil. Situación que resultó en una enorme ola de consternación, repudio y movilización global por el peligro que representa para toda la humanidad la destrucción de los bosques amazónicos y sus efectos sobre los derechos humanos de las poblaciones tanto de la población en general de esa zona del mundo, como la de los pueblos indígenas.

Quizás esta situación de rechazo puede haber sido impulsada por la irrupción en la escena internacional de políticos populistas que con extrema irresponsabilidad desechan las alertas sobre el grave estado ambiental del planeta y pretenden desconocer los convenios internacionales desarrollados para intentar para detener esa destrucción.

Entre ellos el recién electo presidente de Brasil.

Esta situación es más compleja debido a la extrema polarización que se vive actualmente en Latinoamérica y al hecho de que esta región se convirtió en el campo de batalla internacional por el control de los recursos naturales existentes.

Por ello, surge una pregunta: Bolsonaro es culpable de los actuales incendios que vienen ocurriendo en Brasil.

Algunos declaran a favor del presidente brasileño que los incendios forestales son un fenómeno recurrente en ese país, y en muchas partes del mundo, por lo que este año la diferencia es el escándalo creado por medios de comunicación y partidos opositores. Que estos eventos no son mucho más intensos que los ocurridos en años anteriores. Que se ha obviado el hecho de que también vienen ocurriendo importantes incendios en Bolivia y Paraguay y que ello se oculta por razones políticas. Y finalmente que no es posible achacarle responsabilidades a un presidente que tiene menos de un año en el gobierno, a la vez que se obvia décadas de deforestación y degradación ambiental en toda la zona donde ocurren los incendios.

Por otra parte, los opositores a las políticas de Bolsonaro, ambientalistas y algunos científicos consideran que las promesas de campaña de este presidente de reducir las restricciones y controles ambientales; la descalificación de las instituciones de gestión ambiental del país; la estigmatización de las comunidades indígenas y organizaciones ambientalistas; así como las amenazas de  retirar a Brasil del Acuerdo de París, fueron el “combustible” que promovió que ganaderos y agricultores expandieran sus habituales prácticas de tala y quema para abrir las fronteras agropecuarias, sintiéndose como se dice en Venezuela “guapos y apoyados”.

De todos esos argumentos me hace mucho ruido el decir que no es válido denunciar la situación actual porque en el pasado no se hizo. Eso es como decir que no debemos denunciar a un acosador sexual porque en épocas pasadas a nadie le pareció que esta situación fuese delito.

Las contribuciones de la Amazonía al mundo y a cada uno de los países que la comparten son enormes. En particular su capacidad de regulación del clima a escala regional, su altísima biodiversidad y al hecho de ser un territorio donde viven una importante cantidad de pueblos y etnias indígenas que son poseedores de conocimientos que pueden ser soluciones a muchos de nuestros problemas actuales. Sólo por esas razones, su destrucción tendrá consecuencias muy graves no sólo a los pobladores locales sino para muchas personas en todo el mundo, ahora y en el futuro.

Por todo ello, denunciar y exigir un cambio en las políticas ambientales en relación con ese territorio es enormemente importante. Y se necesita que todos los países del mundo contribuyan con este proceso. Tanto es así que sólo la enorme presión internacional está obligando a Bolsonaro a tomar acciones para frenar los incendios. Por supuesto será necesario evaluar la responsabilidad de los gobiernos anteriores en esta situación.

Pero también es necesario, distinguir los hechos de la manipulación ideológica. Resulta muy perjudicial para lograr un cambio en los modelos económicos y programas de gestión ambiental que se mezcle la lucha por la conservación de la Amazonía y la defensa de los derechos humanos de sus habitantes, con la lucha entre partidos por el poder. Es un total despropósito acusar a Bolsonaro de delincuente ambiental a tan corto de iniciar su gobierno, a la vez que se ocultan las acciones recientes de un Evo Morales promoviendo y defendiendo la deforestación en Bolivia o de un Nicolás Maduro impulsando la minería de saqueo en Venezuela.

Pero el hecho de que no sea estrictamente “culpable” de los incendios no lo hace menos responsable como jefe de Estado que tiene que la obligación de respetar sus compromisos tanto nacionales como internacionales en materia de ambiente y derechos humanos. Más aún como presidente del país donde se desarrolló la Cumbre de la Tierra en 1992 y se firmaron las principales convenciones ambientales. Asimismo es responsable de su gestión y discurso. Una acción gubernamental que promueva la destrucción y el odio, lo puede convertir no sólo en un criminal ambiental, sino en el culpable de graves violaciones a derechos humanos y finalmente en causante de crímenes contra la humanidad.

Los ciudadanos del mundo y en especial los que vivimos en la región Amazónica tenemos que organizarnos para presionar a todos los gobiernos de la región, sin importar su ideología, para que se comprometan de manera efectiva, transparente y auditable en adoptar todas las medidas necesarias para lograr la protección de los valiosos ecosistemas Amazónicas y a instaurar modelos de desarrollo económico basados, tanto en los principios del desarrollo sostenible, como en la protección de los derechos humanos de los habitantes de la región.

Asimismo, debemos prepararnos para denunciar y llevar a la justicia los responsables directos de esta situación que resulta en una violación masiva de derechos humanos.

Por nuestra parte, los venezolanos necesitamos trabajar cada vez más fuertemente en detener nuestro propio y destructivo incendio en la Amazonía: El Arco Minero del Orinoco y su extensión a toda la Guayana.

Del mismo modo, debemos poder darles un claro mensaje a los gobiernos futuros que la situación actual no puede repetirse y no será aceptable más nunca por los ciudadanos de esta Nación.

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