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Rafael Uzcategui

Sociólogo y editor independiente. Actualmente es Coordinador General de Provea.

Rafael Uzcátegui | El pasado lunes 12 de marzo en la ciudad de Ginebra, en el marco de las deliberaciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, se realizó un panel sobre nuestro país en el Festival Internacional de Foros y Cine sobre Derechos Humanos. El debate, ocurrido posteriormente del extraordinario documental “Mujeres en Caos” de la directora venezolana Margarita Cadenas, tuvo como sugerente título “Terror desde la izquierda”. Curioso, por decir lo menos, para quienes hemos estado desde hace mucho tiempo alertando que en Venezuela las cosas no son como las dice el gobierno.

A fuerza de constancia, y sobredosis de paciencia, la comunidad internacional empieza a tener oídos receptivos para oír los matices de nuestro drama endógeno.

La noticia, entonces no es que el perro muerda al hombre, sino que este sea el que apriete mandíbulas sobre el canino. Que los que prometen salvación y redención sean los constructores de nuevas y peores penurias.

El moderador fue el periodista francés Xavier Colin, quien fue acompañado por Stefan Krauss del Parlamento Europeo.

En ese panel estuvo, vía Skype, Lilian Tintori y, presencialmente, Luisa Ortega Díaz, Santiago Cantón –ex relator de la Comisión Interamericana de DDHH- y quien esto escribe. El público agotó las 200 butacas y, por las intervenciones y saludos, compuesto por una gran cantidad de migrantes venezolanos. El debate fue intenso y de altura, con la mayoría de las preguntas dirigidas a la Fiscal General destituida por la Constituyente. Colin, como buen periodista, iba al grano. ¿En qué momento usted cambió de opinión? “Yo sigo siendo la misma” respondió Ortega, describiendo cómo la militarización de la seguridad ciudadana –una de las primeras medidas de Maduro como presidente- la habían motivado en alzar su voz.

En otro momento le realizó una pregunta cruzada con Tintori: ¿Tienen algo que decirse la una a la otra? Las respuestas de ambas fueron evasivas, políticas y diplomáticas. Sin desaprovechar la oportunidad que tenía, el periodista enfiló a Cantón: Usted ahora está involucrado con el proceso iniciado en la Corte Penal Internacional a Venezuela. ¿La doctora Ortega, por ejemplo, pudiera ir detenida? El careo fue elegantemente respondido por el veterano defensor de derechos humanos: “Todos los funcionarios venezolanos a partir del año 2005 que se les demostrara responsabilidad pudieran serlo”.

En una de las intervenciones de los asistentes le preguntaron a la Fiscal General –legítima aún para quienes nos oponemos a la dictadura constituyente- el por qué había permitido la provisionalidad de fiscales bajo su gestión, uno de los elementos denunciados como parte de las irregularidades del sistema de administración de justicia. Su respuesta fue, palabras más o menos, “Mi gestión comenzó un proceso de institucionalización de los concursos”. Mientras esto ocurría en Suiza, en el universo twitter venezolano se criticaba que Ortega hablara en un evento de derechos humanos.

Dos comentarios. El primero es que cualquier proceso de transición del autoritarismo de la democracia a la dictadura necesita, como primer paso a eso que llaman “reconciliación”, el reconocimiento de los errores cometidos por cualquier funcionario cuya acción u omisión haya generado violación de derechos humanos. Pero también de cualquier otro actor que haya participado en actos de violencia política. No es un camino fácil, y necesita de una madurez como sociedad que parece que aún estamos muy distantes de tener.

El segundo es que es imposible lograr ahora mismo, en momentos en que la dictadura amenaza con perpetuarse mediante simulaciones institucionales, lograr juntos todos los objetivos de justicia social y libertad que uno desearía. El primer paso para poder investigar la responsabilidad de los funcionarios, con pulcro respeto al debido proceso y sin ánimos de venganza, es bajo una justicia bajo democracia. Y esto no será posible sin la derrota del autoritarismo, la transición a un momento de reconstrucción de país y el concurso de todos los sectores que, por las razones que sean, quieran sumar esfuerzos para ello. O para decirlos en los términos del evento en Ginebra, conjuremos del terror instaurado por quienes oprimen en nombre de la izquierda.

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