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Marino Alvarado

Abogado, Coordinador de Exigibilidad Legal de Provea.

Marino Alvarado Betancourt | Mucho se viene hablando de la ayuda humanitaria y desafortunadamente el empeño de Maduro y su cúpula gobernante de negarla, le ha dado un matiz político nada adecuado. Además, para desprestigiar la ayuda se empieza a realizar una campaña muy condenable de crear miedo en la población para que no consuma los alimentos o medicamentos que logren ingresar con el argumento que producen cáncer o que son de mala calidad. Es realmente un acto criminal causar esa zozobra en la gente necesitada.

La ayuda humanitaria forma parte de las acciones de solidaridad internacional que la Organización de Naciones Unidas promueve y ejecuta para atender situación donde la vida de muchas personas está en riesgo por factores muy diversos y la comunidad internacional no debe permanecer indiferente. La ayuda se rige por los principios de humanidad, neutralidad e imparcialidad.

La Respuesta Humanitaria por lo tanto sigue principios universales y fines estrictamente humanitarios que tienen como centro los derechos humanos, lo cual significa: salvar vidas, aliviar el sufrimiento y proteger la dignidad y seguridad de las personas (principio de humanidad); no tomar partido en las controversias políticas o de otra índole y evitar exponer a daños adicionales por razones de la respuesta (principio de neutralidad); ser independientes de objetivos o presiones políticas, económicas o militares (principio de independencia); y garantizar el acceso a la asistencia según el carácter y proporción de las necesidades sin discriminación alguna (principio de imparcialidad).

El efecto inmediato del ingreso de ayuda es que personas no mueran de hambre, o por falta de medicinas, o por ausencia de equipos indispensables para atender emergencias de salud. Otro efecto es que no se expandan enfermedades, que las personas no tengan que abandonar forzosamente sus lugares de residencia. Se destina por eso a las personas más vulnerables y en las zonas geográficas o sector social donde se ha detectado mayor riesgo.  Todo proceso de ingreso de esa ayuda bien canalizada y con buena distribución resulta muy favorable a la población. De ahí su importancia.

Los principios de Naciones Unidas dicen que la ayuda debe darse siempre con la aprobación del país afectado y sobre la base de una solicitud que ese país debe hacer. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el gobierno de ese país que necesita ayuda humanitaria se niega a solicitar y más aún se resiste a cualquier acción que implica proporcionar dicha ayuda? Y ese es el caso de Venezuela

Tal como lo establecen los principios de la ayuda con carácter humanitario, ella es complementaria a los esfuerzos que debe realizar cada gobierno para atender la situación de emergencia. Pero qué ocurre cuando es ese propio gobierno quien ha generado la crisis humanitaria y sus políticas y medidas profundizan la crisis. ¿Deben los países mirar de lejos la situación? ¿ser indiferentes? No.

Cuando los gobiernos no protegen a sus poblaciones o no llegan a acuerdos sobre las medidas a adoptar, es mandato de las Naciones Unidas hacer todo lo que esté a su alcance para cumplir su responsabilidad de exigir a los Estados la asistencia y cooperación internacional como derecho que corresponde a las personas que la necesiten. Por lo tanto, deben realizar todas las gestiones y presiones diplomáticas para que esa ayuda humanitaria ingrese.

Puede un país unilateralmente ingresar la ayuda humanitaria. Puede, pero no debe. Ya ha ocurrido en otros países donde países actúan de manera unilateral obviando los mecanismos de Naciones Unidas. Y ello no es adecuado. Puede generar un conflicto con el gobierno del país receptor. Y con el propósito de lograr a salvar vidas y aliviar el sufrimiento, no se pueden generar situaciones produzcan el riesgo de pérdida de vidas y aumento del sufrimiento. Toda ayuda humanitaria que tenga como propósito de fondo una intervención militar y pueda generar violencia, deja de ser una verdadera ayuda humanitaria. De ahí el papel fundamental, no pasivo sino muy activo que deben jugar las agencias de naciones Unidas con responsabilidad de canalizar la acción humanitaria.

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