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Carlos Patiño

Abogado defensor de Derechos Humanos. Coordinador de Exigibilidad en DESC de Provea.

Carlos Patiño | 

“Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos»

Octavio Paz

Fue a partir del 20 de octubre de 2016 que Provea calificó al gobierno de Nicolás Maduro de dictadura moderna, como consecuencia de la suspensión ilegal del proceso de Referendo Revocatorio convocado por la oposición venezolana. Los argumentos esgrimidos para tal denominación partían de su legitimidad de origen, el voto, pero que en el ejercicio del poder se fue diluyendo, al punto de suspender elecciones hasta tanto pudiera “ganarlas” de forma fraudulenta. Esta característica lo diferenciaba de una dictadura clásica de arribo al poder por la vía del golpe de Estado.

La dictadura en Venezuela sofisticaba su tiranía guardando formas y apariencias que nunca asumieron dictaduras clásicas de la región como las que sometieron en décadas anteriores a países hermanos de Centroamérica y el Cono Sur. Maduro había llegado al poder por la vía democrática luego de una elección, que si bien fue cuestionada por la mínima diferencia con el candidato opositor Henrique Capriles (1,77%); finalmente fue reconocida por todos los sectores.

No obstante, el autobús de Maduro se fue descarrilando en el camino a través de leyes, decretos y cooptación de los poderes públicos; de violaciones de derechos humanos, tanto civiles como sociales, hasta convertirse en una dictadura en los hechos, muy similar al modelo de Alberto Fujimori en el Perú quien sería pionero en dictaduras de tipo moderno con barniz seudo democrático.

Otro día 20, esta vez del mes de mayo de 2018, la ruta del dictador dio un nuevo giro. Luego del fraude electoral que pretendió simular la reelección anticipada de Nicolás Maduro, la estafa alcanzó tal magnitud, que hasta la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó una Resolución desconociendo las elecciones y a Maduro como Presidente reelecto.

Esto implica, nada más y nada menos, que el dictador perdió su legitimidad de origen y su gobierno pasó de ser una dictadura moderna, a una dictadura a secas, sin adjetivos; manteniéndose en el poder por la vía del golpe institucional y el fraude electoral. Hasta en eso retrocede la revolución bolivariana, perdiendo las formas y mostrando su cara más retardataria y arcaica. O en palabras de George Orwell: “Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura”.

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