Especial | Paula Rangel Barroeta.- El estado Mérida, uno de los principales productores agrícolas de Venezuela, sufre una severa escasez de combustible desde el año 2020, cuando el gobierno nacional creó un “plan de racionamiento” en pleno confinamiento por la Covid-19.

Para enfrentar la falta de combustible, el gobierno negoció la importación de gasolina iraní. A partir de ese momento las estaciones de servicio del país se clasificaron bajo un nuevo esquema para la venta de gasolina; unas a precio subsidiado (Bs. 5.000) y otras a precio internacional ($0,50).

Aunque esto contribuyó al abastecimiento de combustible, en los estados occidentales, sobre todo en Mérida, continuó la escasez de gasolina, ya que a las estaciones subsidiadas no suelen despacharles combustible con frecuencia, y las internacionales limitaron la venta del mismo por el terminal del número de placa de los vehículos. Por ello, en enero del 2021, volvieron las colas de vehículos en las estaciones de servicio de la entidad, pues de aproximadamente 70 estaciones, trabajan seis -según el cronograma del 25 de junio del 2021- a precio internacional.

Productores varados

Alfonso Morales, agricultor y líder del gremio, denuncia que en el páramo merideño solo trabajan estaciones subsidiadas, lo que contribuye a la escasez y dificulta la distribución del diésel para los productores. Expresa que “hay agricultores del páramo que surten una vez cada dos meses”, y les limitan la compra, pues “en ocasiones sólo les echan 20 litros de combustible a los vehículos”, cuando un camión necesita aproximadamente 600 litros de diésel para transportar las cosechas de Mérida a la capital, y retornar.

Respecto a esto, el presidente de la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar (AVAF), Juan Carlos Montesinos, indicó en una nota de prensa que el sector agrícola requiere alrededor de 700.000 litros diarios de gasoil para trabajar en el ciclo de siembra de invierno – iniciado en mayo -. Sin embargo, el diario El País especificó que la producción diaria en Venezuela es de aproximadamente 50 mil barriles. Ante la alta demanda, los productores deben comprar el diésel en el mercado paralelo, cuyo valor puede llegar a $2 por litro.

A principios de junio, el diésel desapareció hasta en el mercado paralelo de Mérida, por lo que camiones pequeños a gasolina -e incluso motos, carretas y bestias-, cargaban las hortalizas para cumplir con los encargos de los mercados locales.

Pérdida de cosechas

Con la agudización de la escasez de combustible, y la falta de transporte de los cultivos, se perdieron 50 toneladas de hortalizas en el eje de los estados andinos, según declaraciones de Antonio Escalona Araujo, presidente de la Unión Agrícola y Ganadera de los Andes (Unagandes).

Sumado a esto, en este ciclo de invierno las cosechas de rubros como lechuga, zanahoria y papa, corren mayor riesgo de dañarse por la lluvia, ya que deben ser limpiados con regularidad con motores de fumigación a gasolina para evitar su deterioro. Morales comenta que esta situación ha atrasado la producción del ciclo de siembra de invierno.

Otros obstáculos

Escalona explicó que el ciclo de invierno es el más importante y productivo del año en Venezuela. Sin embargo, este puede perderse porque “no disponen del diésel para movilizar la maquinaria en las labores de labranza, siembra, fumigación, cosecha y transporte”. Asimismo, comentó que “la falta de combustible impide a más del 90% de los productores iniciar las siembras”.

Además, Cesar Guillén – presidente de Fedecámaras Estado Mérida – agrega que la baja calidad del combustible, empleado tanto para los vehículos como para la maquinaria agrícola, genera consecuencias negativas en “la vida útil de la indumentaria”, y aumenta sus costos de mantenimiento.

Estas dificultades en la producción agrícola han generado atrasos en las cosechas, porque los agricultores retomaron técnicas antiguas para realizar sus quehaceres diarios. Morales cuenta que actualmente se deben usar yunta de bueyes para arar la tierra, lo que atrasa el trabajo por semanas. Explica que para arar una hectárea de tierra con bueyes se tardan hasta 15 días, mientras que un tractor haría el trabajo en cuatro horas aproximadamente.

Morales manifiesta que “se han retrocedido siglos en el campo”, por la falta de nuevas tecnologías que faciliten el trabajo de los productores. Además, comenta que en la actualidad hay escasez de insumos agrícolas como semillas, abonos y fertilizantes, los cuales -cuando se encuentran – son cotizados en dólares, limitando su compra debido a que la venta de las cosechas se efectúa en bolívares.

En vista de ello, “muchos agricultores están obligados a pasar la frontera de Colombia para conseguirlos”, agrega Morales. Respecto a esto, Andrés Ramírez, miembro de la Asociación de Agricultores del Páramo en Mérida, expresó a Unión Radio que unos 5 mil agricultores del páramo “van a hacer sus labores de agricultura en el vecino país” para mantener sus hogares. Asimismo, comentó que existen redes de contrabando que vienen de Colombia a comercializar rubros como la papa, la cebolla y el ajo, afectando la producción agrícola andina.

Seguridad alimentaria en riesgo

Al no garantizar la producción agrícola planificada por todas las vicisitudes nombradas anteriormente, también se aumentan los costos de los productos agrícolas para los consumidores, lo que contribuye a la inseguridad alimentaria en el país.

Un estudio publicado por el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición (OVSAN), respalda la alerta de Escalona: “la escasez de diésel en el país hace presagiar un desabastecimiento de alimentos sin precedentes en Venezuela».

Dicha investigación, realizada entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, califica la situación de Venezuela en “extremo alarmante” según el Índice de Seguridad Alimentaria (ISA), sobre todo en las poblaciones rurales , donde se han abandonado “las actividades económicas que podrían servir para aliviar la escasez de alimentos, así como de sus precios altos (por ejemplo, la agricultura (…)”.

En Venezuela la inseguridad alimentaria aumentó entre 2018 y 2019-20, según el reporte de la ENCOVI. Entre 2019 y 2020 un 88% de los hogares venezolanos entrevistados señaló preocupación porque los alimentos se acabaran, entre 76% y 79% presentó deterioro en la diversidad alimentaria y más del 30% tuvo situaciones de hambre, todos los hogares reportaron preocupación por seguridad alimentaria, unos por no contar con alimentos suficientes y otros por situaciones de hambre en las que algún miembro del hogar comió menos (58%), o dejó de comer (30%), se acabaron los alimentos en el hogar (54%). 

También la inseguridad alimentaria moderada y severa pasó de 69% entre noviembre 2019-20 a 74% al inicio de COVID-19. Esta situación se presentó en todas las medidas de ingresos, con valores mayores a 89%, de los cuales los tres más precarios presentaron un consumo de calorías inferior al mínimo necesario por día.