Maduro llegó a la presidencia afirmando que sería el primer presidente “obrero” de la historia venezolana. Al igual que Hugo Chávez criticó el modelo económico neoliberal y condenó el papel que las transnacionales y las corporaciones financieras, han tenido en el sojuzgamiento de los países y los pueblos pobres y en vías de desarrollo.
Maduro, convertido en dictador, prometió la construcción de un modelo económico basado en la justicia y la igualdad. Una mentira tras otra, Nicolás Maduro se convirtió en lo que Provea advirtió desde el primer día, un verdadero presidente antiobrero. Su dictadura no sólo viola abiertamente los derechos a la libertad personal; a la vida y a la integridad personal, cometiendo asesinatos, torturas y detenciones arbitrarias mediante operativos de seguridad ciudadana como el OLP o en el contexto de manifestaciones, sino que además impone un modelo económico que genera más exclusión y empobrecimiento, desconociendo sus obligaciones respecto a la garantía de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la población.
En 6 años de gestión, Maduro extinguió, debido al irresponsable manejo de las finanzas públicas y la represión generalizada, la posibilidad de consolidar un entorno favorable para luchar contra la pobreza y enaltecer el valor de los derechos humanos y la democracia. Sin democracia, no hay derechos humanos, y en tanto los ciudadanos estén sometidos a severas restricciones para el ejercicio de sus derechos a la información, expresión, asociación, sindicación, manifestación, entre otros; los derechos económicos, sociales y culturales estarán en riesgo y su garantía será una incertidumbre.
Maduro, una fábrica de pobreza
En enero de 2018, durante la presentación anual de su Memoria y Cuenta ante la inconstitucional asamblea nacional constituyente, Nicolás Maduro afirmó que la pobreza en Venezuela se ubicaba en 18.1%, mientras que la pobreza extrema se situaba en 4,4% para el cierre de 2017.
Nicolás Maduro volvió a mentirle al país en temas referidos a pobreza. En enero de 2014 Maduro también le había mentido al país en este aspecto, cuando afirmó en cadena nacional que la pobreza extrema había bajado a 5.5% cuando en realidad había aumentado a 8,8% lo cual significaba que 189.086 hogares pasaron a vivir en situación de pobreza extrema en el período enero diciembre de 2013.
En julio de 2015, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó su último balance público oficial sobre hogares en situación de pobreza por Línea de Ingreso (LI) correspondiente al primer semestre de 2015, en el que admitió un nuevo incremento de la pobreza en Venezuela que, según el dato oficial situaba en 33,1% el porcentaje de hogares pobres para el primer semestre de 2015. Para entonces 2.434.035 hogares venezolanos se encontraban en situación de pobreza según la información suministrada por el INE, cuyo reporte se publicó con año y medio de retraso. De acuerdo a la data oficial, entre enero de 2013 y junio de 2015, 950.771 hogares ingresaron a la línea de pobreza por ingreso. Aunque el INE suprimió de su portal web la información referida al número de personas en situación de pobreza, esta cifra indicaba que en promedio 12.170.175 venezolanos se encontraban en condición de pobreza hasta el primer semestre del 2015, esto abarcaría al 39,7% de la población. En promedio, 4.791.917 venezolanos pasaron a ser pobres en los primeros 2 años y medio de gestión de Nicolás Maduro.
En los primeros dos años y medio de gestión de Nicolás Maduro el porcentaje de hogares en condición de pobreza ascendió de 21,2% en enero de 2013 a 33,1% en junio de 2015, un incremento de 11,9%. Mientras en el número de personas pobres el repunte se situó en 64,94% al pasar de 7.378.258 personas en situación de pobreza para diciembre de 2012 a un promedio de 12.170.175 personas pobres en junio de 2015.
Para febrero de 2018, el 87% de los hogares venezolanos se encontraban en situación de pobreza según los resultados divulgados por la Encuesta Sobre Condiciones de Vida (ENCOVI) 2017, un proyecto desarrollado desde el año 2014 por un equipo multidisciplinario de alto nivel perteneciente a tres de las universidades más importantes del país: la Universidad Simón Bolívar (USB), la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Según la investigación el contexto hiperinflacionario ha generado que la pobreza por línea de ingreso haya alcanzado al 87% de los hogares, “todos los hogares venezolanos están por debajo de una línea de pobreza inalcanzable”. El reporte indicó que al no estar indizados los salarios “la escalada inflacionaria nos empobrece a todos, con lo cual este método de medición ya no segmenta a la población. No da cuenta del fenómeno”.
En la encuesta se destacó que el 61,7% de los hogares se encontraban en condición de pobreza, un indicador que para 2014 se situaba en 23,6%, pasando a 49,9% en 2015 y a 51,5% en 2016, un crecimiento acelerado en apenas 4 años debido principalmente a la caída del ingreso producto de la crisis económica. La primera ENCOVI, realizada en 2014, había registrado para ese período un índice de pobreza general por línea de ingreso de 48,4% frente a un 51,6% de hogares declarados como no pobres en ese entonces. Cuatro años después el estudio conjunto reflejó que estos indicadores se habían invertido, toda vez que la pobreza general se situaba en 87% y la cifra de hogares no pobres era de apenas 13%.
La dictadura de Nicolás Maduro destruyó las capacidades productivas del país, generando una mayor dependencia de las importaciones y favoreciendo una enorme red de corrupción asociada al proceso alimentario. En 2016 y 2017 se consolidó el control del sistema alimentario nacional como estrategia y política de Estado. Todas las funciones alimentarias del país están bajo control militar. En 2017, la inflación anual que cerró en 2.616% según la Asamblea Nacional, pulverizó el poder adquisitivo de los trabajadores y acabó con la independencia alimentaria de las familias más pobres, hasta el punto que más del 80% de la población es actualmente incapaz de satisfacer sus necesidades mínimas de alimentación, el hambre empujó a muchas personas a los basureros, mientras que el daño sobre el estado nutricional de niños y adultos es evidente.
Entre 2012 y 2017 Venezuela cayó dieciséis puestos en el indice global de Desarrollo Humano (IDH), según reveló en septiembre pasado el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su último informe correspondiente a la data levantada hasta el año 2017. Venezuela se sitúa en el puesto 78 de 189 países analizados por el organismo, y en 8º lugar entre los países de América Latina, en una lista que lidera Chile con el índice más alto de la región, y que cierra Haiti -en el puesto 168 global-, con el IDH más bajo del continente. El informe del PNUD advirtió que el retroceso experimentado por Venezuela es uno de los mayores en el indicador que refleja los logros nacionales en materia de salud, educación y nivel de ingresos. “Solo Siria, Libia y Yemen, tres países con prolongados conflictos, han perdido más puestos” alertó el organismo.
El PNUD destacó que la renta per cápita de Venezuela disminuyó un 25,8% entre 1990 y 2017. De acuerdo al informe del IDH del año 2012, el ingreso nacional bruto per cápita de Venezuela se situaba en 11.475 dólares; mientras que para el 2017 el PNUD reportó un ingreso per cápita de 10,672 dólares. En el reporte no se incluyó data correspondiente al 2018, por lo que, la severa caída del ingreso y el éxodo masivo de venezolanos al exterior, hacen temer que la situación puede ser aún peor.
La abrupta caída del IDH coincide con la llegada de Nicolás Maduro al poder y con el repunte de otros indicadores negativos en materia de Derechos Humanos.
El Plan de la Patria 2013-2019, oferta electoral del candidato Maduro en 2013, e instrumento convertido inconstitucionalmente en ley durante la anterior gestión de la Asamblea Nacional, planteaba metas como un Índice de Desarrollo Humano de 0,800; 15,00% de pobreza general y 0% pobreza extrema, para el año 2019. Asimismo, las promesas de Maduro situaban la inflación promedio anual en 20% y una tasa de crecimiento promedio anual entre 3,0% y 4,0%).
Las metas del “Plan de la Patria” y su contraste con la realidad actual, reflejan el fracaso de una oferta engañosa de quienes hoy están aferrados al poder. Desde 2015 se vienen generando cifras históricas de inflación en Venezuela. En dicho período la inflación tuvo su nivel histórico más alto desde 1950, año en el cual el Banco Central de Venezuela (BCV) comenzó a registrar dicho índice en el país. Maduro impuso entonces un nuevo record al superar los índices más altos de inflación que se habían registrado hasta ese momento y que correspondían a los años 1989 (81%); 1994 (70,8%) y 1996 (103,2%), períodos en los cuales se realizaron severos ajustes económicos. Los pronósticos de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, sitúan la inflación promedio en Venezuela en 1.000.000% para el cierre del 2019, comparando la hiperinflación venezolana con la crisis de Alemania en 1923 o Zimbabue en la década del 2000.
La caída del ingreso y del poder adquisitivo de las y los trabajadores venezolanos como consecuencia de la espiral inflacionaria, ha generado un acelerado incremento de la pobreza, lo que a su vez se ha traducido en mayores dificultades, sobre todo para la población más pobre y en situación de vulnerabilidad, para la satisfacción de sus necesidades alimentarias. Los compromisos asumidos por el Estado venezolano en la Declaración de Nuevo León de 2004, dirigidos a la búsqueda del crecimiento económico sostenido y equitativo “que contribuya al desarrollo de largo plazo, reduzca la pobreza, elimine el hambre y eleve los niveles de vida de la población”, se han convertido en letra muerta.
Luego de recibir durante varios años los ingresos económicos más altos de nuestra historia por venta de petróleo, hoy los indicadores sociales están en caída libre, y el principal responsable de esta situación pretende seguir aferrado al poder aumentando el hambre y la represión.
Prensa Provea