La Comisión Económica para América Latina y El Caribe de Naciones Unidas (CEPAL) advirtió que la pandemia COVID-19 generará profundas consecuencias en la economía de la región.
CEPAL había previsto un contexto de bajo crecimiento en el sub-continente, previo a la aparición del Coronavirus, y advirtió que la aparición de la enfermedad y las medidas para evitar su propagación incrementarían la desigualdad y la vulnerabilidad de sectores de la población, entorpeciendo los esfuerzos para reducir la pobreza.
“Las medidas de cuarentena y distanciamiento físico, necesarias para frenar la propagación acelerada del coronavirus y salvar vidas, generan pérdidas de empleo (en 2020 habría 11,6 millones de desocupados más que en 2019) y reducen los ingresos laborales de las personas y de los hogares. La pérdida de ingresos afecta sobre todo a los amplios estratos de población que se encuentran en situación de pobreza y vulnerabilidad, así como a las personas que trabajan en actividades más expuestas a despidos y reducciones salariales y, en general, en condiciones de precariedad laboral”, afirmó el órgano en un informe publicado en mayo de este año.
En el reporte, CEPAL enfatiza en la precariedad de los mercados laborales latinoamericanos y en la elevada proporción de empleos informales (53,1% según la Organización Internacional del Trabajo) destacando que los efectos de la medidas para enfrentar la pandemia surtirán un penoso efecto sobre las economías familiares.
CEPAL, prevé una caída de 5,3% en el Producto Interno Bruto de América Latina y El Caribe, y un aumento del desempleo de 3,4%. Según el órgano, para 2020 la pobreza en América Latina aumentaría “al menos 4,4 puntos porcentuales (28,7 millones de personas adicionales) con respecto al año previo, por lo que alcanzaría a un total de 214,7 millones de personas (el 34,7% de la población de la región”.
Las proyecciones de CEPAL sobre el crecimiento de la pobreza en América Latina post COVID-19, reflejan datos desalentadores.
México, Nicaragua y Ecuador, serán los países que experimentarán mayores incrementos de la pobreza durante 2020. En el escenario “alto” de CEPAL, el país gobernado por Andrés Manuel López Obrador alcanzaría, al cierre de año, 17,1% de pobreza extrema y 48,9% de pobreza no extrema. Según CEPAL, un escenario de crecimiento elevado de la pobreza, condenará al 66% de los mexicanos a la pobreza.
En el escenario “alto”, CEPAL prevé una cifra de pobreza de 74,9% para Nicaragua, con 52,7% de la población en situación de pobreza y 22,2% en pobreza extrema. Aunque Venezuela -por no ofrecer datos oficiales- no fue incluida directamente en el reporte, los datos de CEPAL permiten afirmar que nuestro país estará en el tope de los más pobres del continente. El país gobernado por los “bolivarianos” supera a todos los países incluidos en la lista de CEPAL.
Venezuela a la cabeza
Nicolás Maduro llegó al poder en Venezuela en abril de 2013. En septiembre de ese año presentó ante la Asamblea Nacional el “Segundo Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2013-2019” conocido como Plan de la Patria, en el que expuso los “Objetivos Históricos, Nacionales, Estratégicos y Generales” que orientarían su mandato.
El Plan de la Patria había sido la oferta electoral del candidato Maduro en 2013. Fue convertido inconstitucionalmente en ley durante la anterior gestión de la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista. El plan planteaba metas como un Índice de Desarrollo Humano de 0,800; 15,00% de pobreza general y 0% pobreza extrema para el año 2019. Asimismo, las promesas de Maduro situaban la inflación promedio anual en 20% y una tasa de crecimiento promedio anual entre 3,0% y 4,0%.
Una nueva versión del instrumento, presentada en 2018 en el marco de los fraudulentos comicios presidenciales convocados por la asamblea nacional constituyente, hacía un balance sobre los “logros” de la gestión de Maduro. En el Plan de la Patria 2019-2025 el oficialismo afirmaba que el porcentaje de hogares en pobreza extrema estructural -medida por Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)-, había disminuido a 4,3% para 2019. El nuevo documento recicló la meta de 0% de pobreza extrema por NBI, esta vez para 2025.
Convenientemente en 2016, el Instituto Nacional de Estadística (INE) venezolano dejó de publicar las cifras de pobreza por Línea de Ingreso (LN) y sólo ha publicado -hasta noviembre de 2019- los índices de pobreza en hogares por Necesidades Básicas Insatisfechas. Antes de 2016, el INE publicaba ambas metodologías permitiendo medir la pobreza desde un enfoque más amplio y complementario.
Aunque la medición de la pobreza por Necesidades Básicas Insatisfechas permite identificar causas estructurales del fenómeno, la acostumbrada mitomanía oficial siembra dudas sobre los resultados de las mediciones que realiza el INE y que están basadas en variables e indicadores fácilmente ajustables al discurso oficial. Por otro lado, abandonar la medición de la pobreza por Línea de Ingreso -en medio de una economía hiperinflacionaria-, revela que la intención oficial es ocultar las dimensiones reales del problema. Un alto porcentaje de venezolanos no tienen capacidad suficiente para satisfacer sus necesidades alimentarias. Ocultar esa realidad se traduce en una condena para miles de familias y en obstáculo para el eventual desarrollo de políticas públicas que permitan superar la pobreza.
El desastre económico que empobreció a los venezolanos
En materia económica y social los resultados de la administración Maduro han sido nefastos. Venezuela es un país con una economía devastada, que durante seis años consecutivos ha sufrido una caída acumulada de 70% de su producción interna, y que enfrenta un séptimo año con perspectivas de continuar una caída superior al 15% según ha dicho la CEPAL, una de las mayores contracciones registradas en las últimas décadas a nivel mundial y que ocasionará más destrucción a la deteriorada capacidad productiva del país.
Entre 2013 y 2019 los venezolanos han sufrido la pésima gestión económica y social del régimen de Maduro, que condujo al país -por primera vez en su historia- a un escenario de hiperinflación que pulverizó el salario y las prestaciones sociales de los trabajadores, acabó con el ahorro y las aspiraciones de movilidad social de cientos de miles de familias, colapsó el consumo y demolió la moneda nacional. Venezuela transita una emergencia humanitaria compleja ocasionada por la desastrosa gestión de Maduro.
Durante 2019 la destrucción del salario mínimo en Venezuela fue significativa. La caída del ingreso ubicó a la mayoría de los trabajadores venezolanos en situación de pobreza monetaria extrema, toda vez que fue inferior al mínimo estipulado por el Banco Mundial de 1,90 dólares diarios para considerar a una persona en esa condición.
En promedio, el salario mínimo nacional en 2019 se ubicó en 4$ mensuales -calculado a la tasa oficial del Banco Central de Venezuela (BCV)-, por lo que un trabajador o pensionado venezolano devengó 0,13 centavos de dólar al día. Para el 28 de abril de 2020 -fecha del último aumento decretado por Maduro- el salario mínimo se ubicó en 4,7$ mensuales, unos 0,15 centavos de dólar diarios; y para la fecha de publicación de esta nota el salario mínimo nacional había caído a 2,06$, calculado a la tasa oficial del BCV, lo que equivale a 0,06 centavos de dólar diarios como remuneración para un alto porcentaje de venezolanos. El ingreso diario de un trabajador en Venezuela está muy distante del estándar mínimo del Banco Mundial.
En 2015 la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) reflejó un 73% de pobreza (49,9% extrema); para 2016 el mismo instrumento registró un 82% de pobreza (51,5% extrema); en 2017 un 87% (61,2% extrema).
Para 2019 las cifras de pobreza por Línea de Ingreso alcanzarían a aproximadamente el 90% de la población venezolana.
El “Reporte Global sobre Crisis Alimentarias – 2020”, publicado en abril de este año por la “Red Global contra las Crisis alimentarias” y la “Red de Información sobre Seguridad Alimentaria”, y en el que participó el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de Naciones Unidas -bajo invitación del gobierno de Maduro-; indicó que 26,3 millones de venezolanos padecieron algún grado de inseguridad alimentaria en 2019. Del total, 9,3 millones la padeció en sus formas moderada y severa, y 17 millones en su forma marginal o leve.
En una “escala de experiencia de inseguridad alimentaria” construida por el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una situación de inseguridad alimentaria leve se traduce en la incertidumbre de las personas o las familias sobre sus posibilidades de obtener alimentos.
La inseguridad alimentaria moderada implica -además de la incertidumbre referida a la obtención de los alimentos-, que la persona o las familias no tienen capacidad económica suficiente para sufragar los costos de su alimentación y debieron reducir el consumo diario.
Un escenario de inseguridad alimentaria severa significa que una persona se quedó sin dinero y no comió durante todo un día, varias veces en un año. Esa fue la situación de 2,3 millones de venezolanos durante 2019.
La decisión oficial de no publicar las cifras de pobreza por Línea de Ingreso, invisibiliza a miles de personas que perciben un ingreso diario -o mensual- menor al costo de la Canasta Básica (que incluye alimentos, vivienda y vestido, entre otros) y la Cesta Básica Alimentaria (sólo alimentos), y que se encontrarían en diversos niveles de pobreza.
En Venezuela la prevalencia de la sub-alimentación casi se cuadriplicó al pasar de 6,4% entre el 2012-2014 a 21,2% entre los años 2016-2019, según el reporte “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019” de FAO, La agencia de Naciones Unidas registró un aumento de las tasa de subalimentación en América Latina y El Caribe a consecuencia de la situación en América del Sur, región en la que la prevalencia de la subalimentación pasó del 4,6% en 2013 al 5,5% en 2017. Según FAO el aumento se debió a la desaceleración económica experimentada por varios países, especialmente Venezuela. “Durante el mismo período de recesión, se informó de que la inflación en el país había alcanzado el 10.000.000% aproximadamente y el crecimiento real del PIB se deterioró, al pasar del -3,9% en 2014 al -25% estimado en 2018”, indicó el reporte.
Las familias en Venezuela afrontan severas privaciones que limitan su desarrollo humano y comprometen sus capacidades para alcanzar un nivel de vida adecuado. La escolaridad o la prosecución de los estudios son temas en discusión, ya que el precario ingreso familiar apenas alcanza -en el mejor de los casos-, para comer. Durante el período académico 2017-2018 se registró un descenso de 8% en el número de niños y jóvenes escolarizados al caer de 78% a 70%, mientras la inasistencia escolar aumentó a un ritmo similar para situarse en 6% durante el mismo período.
Una caída hasta el fondo
Entre 2012 y 2017 Venezuela cayó dieciséis puestos en el indice global de Desarrollo Humano (IDH), según reveló en 2018 el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe correspondiente a la data levantada hasta el año 2017.
Venezuela se situó en el puesto 78 de 189 países analizados por el organismo, y en 8º lugar entre los países de América Latina, en una lista que lideró Chile con el índice más alto de la región, y que cerró Haiti -en el puesto 168 global-, con el IDH más bajo del continente. El informe del PNUD advirtió que el retroceso experimentado por Venezuela es uno de los mayores en el indicador que refleja los logros nacionales en materia de salud, educación y nivel de ingresos. “Solo Siria, Libia y Yemen, tres países con prolongados conflictos, han perdido más puestos” alertó el organismo.
El PNUD destacó que la renta per cápita de Venezuela disminuyó un 25,8% entre 1990 y 2017. De acuerdo al informe del IDH del año 2012, el ingreso nacional bruto per cápita de Venezuela se situaba en 11.475 dólares; mientras que para el 2017 el PNUD reportó un ingreso per cápita de 10,672 dólares. En el reporte no se incluyó data correspondiente al 2018, por lo que, la severa caída del ingreso y el éxodo masivo de venezolanos al exterior, hacen temer que la situación puede ser aún peor.
La abrupta caída del IDH coincide con la llegada de Nicolás Maduro al poder y con el repunte de otros indicadores negativos en materia de Derechos Humanos.
Los compromisos asumidos por el Estado venezolano en la Declaración de Nuevo León de 2004, dirigidos a la búsqueda del crecimiento económico sostenido y equitativo “que contribuya al desarrollo de largo plazo, reduzca la pobreza, elimine el hambre y eleve los niveles de vida de la población”, se han convertido en letra muerta.
Luego de recibir durante varios años los ingresos económicos más altos de nuestra historia por venta de petróleo, hoy los indicadores sociales están en caída libre, y el principal responsable de esta situación pretende seguir aferrado al poder aumentando el hambre y la represión.
Luis Crespo (Economista) e Inti Rodríguez | Especial para Provea