Rafael Uzcátegui | Editorial | Según datos presentados por representantes del Estado venezolano en las audiencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), realizadas el mes de octubre 2017 en Montevideo, entre el 1 de abril al 30 de julio se realizaron más de 9.200 protestas en el país, un promedio de 77 manifestaciones al día. La cifra es extraordinaria, mayor a los cálculos hechos por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, reiterando la capacidad movimentista de la gente frente a la opresión.

Si bien las protestas no lograron el colapso del gobierno, mediante su fractura interna, la indignación movilizada generó experiencias organizativas que deben ser valoradas en sus propias dimensiones. A pesar de la cruenta represión, que combinó efectivos policiales, militares y paramilitares, la gente perdió el miedo y durante 4 meses continuos desafió la autoridad. La protesta, como nuevo espacio público en un país cuyas calles han sido privatizadas por la inseguridad, permitió que afloraran iniciativas de protesta pacífica y creativa (Billete Alzao, Piloneras, Dale Letra, Canta Pueblo entre otras), mecanismos de información ciudadana para sortear la hegemonía comunicacional (Servicio de Información Pública, Humano Derecho Radio, etc) y múltiples mecanismos de solidaridad al interior de la movilización, del cual los grupos de socorristas “Cruz Verde” fueron los más visibles. Si parafraseamos en fí- sica la ley de conservación de la energía y recordamos que no se crea ni se destruye sino que se transforma, podemos afirmar que a pesar del agotamiento y el repliegue circunstancial la capacidad ciudadana de ejercer su derecho a la participación y manifestación continúa estando allí.

El objetivo de este número de Referencias es romper cierto silencio impuesto sobre este ciclo de movilizaciones y empezar a ventilar los aprendizajes de, lo que desde Provea calificamos como, la “primera rebelión popular del Siglo XXI”. No puede recuperarse la democracia sin la existencia de un movimiento social cuyo funcionamiento sea lo más democrático posible. Para ello son necesarios los espacios, reales o virtuales, para la deliberación, el debate y el intercambio de opiniones. Las estrategias para enfrentar el autoritarismo siempre será insuficientes si son mediadas por tres tuits o una transmisión de Periscope, sin existir la posibilidad de la real interacción con una ciudadanía que se ha fortalecido debido a su propia experiencia en la calle.

Debemos construir, entre todos, el relato y la memoria de los eventos que sucedieron en Venezuela entre el 1 de abril y el 30 de julio de 2017. La memoria colectiva será tergiversada si esta labor queda en manos de otros, y no de los propios protagonistas de la épica popular. El olvido será una garantía de impunidad para las violaciones de derechos humanos. Esta publicación es un modesto aporte para hablar sobre lo que el poder, los poderes, desearían se mantuviera en silencio.

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Boletin-Referencias-Revista-No.03