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Marino Alvarado

Abogado, Coordinador de Exigibilidad Legal de Provea.

Marino Alvarado | La gestión del equipo de gobierno de Maduro se puede resumir en tres palabras: Ineficiencia, indolencia y autoritarismo.

Al recorrer el país en cualquiera de sus puntos cardinales se constata la enorme ineficiencia. Las principales vía que conectan a los estados y dentro de los propios estados tienen un alto deterioro que ponen en riesgo la vida de quienes van en vehículos particulares o de servicio público. Si la noche llega, el miedo se apodera de quienes las recorren por la oscuridad que impera y el siempre temor de quedar accidentado y contar con la presencia de algún delincuente.

El trasporte público terrestre es un caos. Cada vez hay menos unidades. Las paradas se han convertido en un escenario de concentración de descontento y de angustia. Es una epopeya poder ingresar a alguna unidad. Mucho más difícil para mujeres embarazadas o personas que llevan niños. Al caos, se suma la falta de solidaridad pues muchos aplican la fórmula de sálvese quien pueda.

Obtener efectivo es otra proeza. Desde aquella irresponsable medida de pretender sacar de circulación el billete de 100 Bs y que en los primeros días produjo revueltas y muerte, el tema del efectivo lo convirtió el gobierno en otra crueldad para la población. Vas recorriendo ciudades  y en cada  lugar donde hay cajeros encuentras una enorme cola donde puedes tardar más de tres horas para poder adquirir 10.000 Bs casi el valor de un huevo. La gente realiza el sacrificio porque a veces no tiene ni para pagar el transporte público

La escasez del servicio de agua se extiende por nuestra geografía. A los lugares que por años padecen severos racionamientos, se suman nuevas zonas en cada ciudad. Ello acompañado, principalmente en el interior de apagones frecuentes. Los apagones no solo generan incomodidad, sino que con frecuencia causan daños a equipos electrónicos bastante costosos hoy. Reparar incluso puede significar invertir seis o más salarios mínimos que una familia humilde no puede gastar.

Así, este gobierno con su ineficiencia convierte el día a día de la familia venezolana en una carrera de obstáculos y resistencia, obstáculos cada día más difíciles de sortear.  Lo que puede palpar día a día cada integrante de la familia es el deterioro progresivo de su vida. El autodenominado gobierno de los pobres transformó la vida de los más pobres en una pesadilla y agobia hora tras hora a los sectores sociales de clase media quienes padecen de limitaciones permanentes en su alimentación, vestido, educación, recreación. Mantener un modesto vehículo es hoy un dolor de cabeza por el alto costo de los servicios y de los repuestos. Así, el día a día, se convirtió para millones en un acto de sobrevivencia.

A la ineficiencia debe agregársele la indolencia con la que el gobierno actúa. Es una desidia permanente para dar respuesta a los problemas de la población. La crisis humanitaria compleja que se vive es consecuencia de esa combinación de ineficiencia e indolencia. La grave crisis en el servicio público de salud condena a la muerte a cientos de personas con la mirada indiferente del gobierno. No les importa la vida. No les conmueve el sufrimiento. La élite burocrática que dirige los destinos del país vive en su círculo de riqueza y privilegios desconectados del padecer diario de la población. Tienen la desfachatez de presentar como un gran regalo para la población un aumento de salario que significa 26.500 Bs diarios, es decir, no da ni para comprar tres huevos o 50 gramos de queso. La hiperinflación inyecta más penuria a los hogares. Este gobierno es una fábrica de pobreza.

El autoritarismo es la fórmula que tiene el gobierno para responder  a la ansiedad y descontento de nuestro pueblo. Reprimir el reclamo de derechos. El gobierno convirtió la exigibilidad de los derechos como un acto subversivo. Exigir en la calle mejores servicios, que se garantice seguridad ciudadana, que se frene la inflación, que se garanticen medicamentos, es para la élite gobernante acciones desestabilizadoras. Y ya Maduro ordenó a la Fuerza Armada usar en 2018 todo su poder de fuego, es decir, disparar contra el pueblo, sin contemplación. Ya los medios públicos se encargaran de decir que fueron abatidos varios terroristas.

A pesar de toda esta situación hay también otra realidad. Hay un pueblo dispuesto a seguir luchando por sus derechos. El hambre se transforma en protesta. La crisis de los servicios produce acciones de reclamo pequeñas y medianas. Ni resignación, ni desesperanza. Sí es posible lograr una mejor Venezuela. Debemos coordinar iniciativas, esfuerzos y voluntad para lograr por vías constitucionales los cambios que estamos obligados a producir para un mejor futuro.

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