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Gioconda Espina

Cuando una contabiliza en los noticieros y “tertulias” el enorme espacio que en los medios europeos tiene la realeza queda clarísimo que, hoy día, carece de toda lógica que siga existiendo un anacronismo tal como las “coronas”.

Unas 20 familias que viven a costa del tesoro público de sus países sin más preocupaciones que ir a tal o cual evento y lo que deben decir (ya que no pueden expresar opinión sobre un tema público) si se acerca un periodista con el paparazzi, mientras una mayoría pobre vive tan precariamente y sólo se entretiene viéndolas de lejos con sus fracs y sombreros emplumados. Es aquello del “pan y circo”, pero sin pan, frente a los palacios o a un lado de las avenidas por donde pasan.

Aclarado el punto voy a lo que vine a decir ¡Qué patética es toda esa gente que corea el insulto a Harry y Megan (¡miniserie de 6 caps, Netflix, 2022! Dirigida por Liz Garbus) porque decidieron dar a conocer su versión de una historia de amor, pero, sobre todo, de resistencia al poder, no sólo el de la Casa Real del Reino Unido sino de la poderosa industria de tabloides que vive de hurgar en los basureros alrededor de los sitios donde van los miembros de la familia real.

Gran parte de esa gente que oímos y vemos hablar contra la miniserie y la autobiografía de Harry (hasta por aquí en Caracas en RRSS y ciertos programas) son tan mestizos como Megan o tan negros como su madre, Doria, una de las entrevistadas en el documental.

Endorracismo se llama eso que acabamos de ver reproducido en los 5 policías negros que asesinaron a un joven negro (Tyre Nichols) en Memphis, EEUU.

Los endorracistas más cercanos son esos que muertos de la risa te dicen que en su familia se casaron o debieron casarse con catires “para mejorar la raza”. Por esto el patetismo que transmiten, porque están muy lejos de ser los blancos propietarios de los tabloides londinenses (que apoyaron y apoyan aún al partido conservador en la salida de la UE, el malogrado Brexit) y, más lejos todavía, de parecerse al pelirrojo de 1.83 cms que renunció a los privilegios de ser parte de la familia de Isabel, Felipe y el actual rey Carlos.

Dicen los endorracistas monárquicos de corazón que su rechazo es porque Harry y Megan están ganando dinero sacando trapos al sol, como si no supieran que la pareja hubiera ganado mucho más dinero calladita y encerrada en el Palacio de Kensington, donde vivían antes de renunciar a sus privilegios.

En cambio, los negros y los mestizos del mundo, así como quienes trabajan por los DDHH, incluidas las feministas, han ganado mucho cuando –incluso antes de conocer a su marido—Megan era una activista feminista por los DDHH que así se presentaba en eventos de la ONU, siendo una actriz de reparto de la TV (Suits, etc), primero en Los Ángeles, EEUU (donde nació) y luego en Canadá, cuando se empató con Harry a quien conoció por Instagram.

Por haber apoyado la campana #MeToo en una entrevista por TV junto con los más jóvenes de la familia real, fue atacada, porque “debía saber” que no es correcto apoyar causa alguna en público.

Por otra parte, Megan desvela de nuevo el racismo en los EEUU y recuerda lo que la madre le ha contado; por ejemplo, la vez el empleado de una tienda en L.A. le dijo: “¿y esta niña de quién es?” suponiéndola niñera; o un día en que, con la niña Megan al lado, su madre le tocó la corneta a una mujer en un estacionamiento y ésta reaccionó con un “insulto racista” que la madre se tragó sin responder.

Por eso, la señora le advirtió lo que vendría cuando supo que su hija se iba a casar con el príncipe en un país en el que los tabloides – blancos, racistas y monárquicos- culpan de todos los males a los inmigrantes, especialmente a los negros y mestizos asiáticos y africanos que llegan buscando refugio o un trabajo mejor pagado. Dicho y hecho. No se es negro en EEUU para no hacer este pronóstico.

Por cierto, Harry y Megan no han hecho nada distinto a lo que la misma Lady Di hizo en su momento para hacer conocer por dentro la “jaula de oro” en que la metió –no sólo Carlos y su ex novia, amante y ahora esposa y reina consorte Camila– sino la estructura de la monarquía y el engranaje con el gobierno de turno y los medios. Vean, por ejemplo, la temporada 5 de Crown, que estrenaron después de la muerte de Isabel II y el ascenso de Carlos al reinado.

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