Oscar Murillo.
El Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho reivindica los esfuerzos de los pueblos indígenas y de las organizaciones de la sociedad civil del estado Amazonas para exigir la defensa de la vida y de la biodiversidad de los territorios. Al mismo tiempo, resalta la importancia de levantar las voces frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia venezolana.
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En Provea hemos decidido “pensar junto a otros” como mecanismo de consulta integral para reforzar el análisis del país que tenemos, hacia el país que queremos a partir del rescate del derecho a vivir en democracia como la mejor garantía para el ejercicio de las libertades y la efectividad de los derechos humanos.
Por tal razón, la escucha atenta al conjunto de la sociedad y un ejercicio de aproximación a las realidades de las zonas más vulnerables del país son fundamentales en la tarea de presentar ideas y propuestas que contribuyan a construir políticas públicas que reviertan la pobreza, la impunidad y la desigualdad.
De allí el motivo de nuestro reciente viaje al estado Amazonas, donde pudimos conectar e intercambiar experiencias con la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato Apostólico, la Red de Defensores de Amazonas integrado por indígenas, activistas ambientales y de derechos humanos, entre otros actores del espacio cívico en resistencia ante el progresivo deterioro de la calidad de vida y un daño socioambiental a raíz de un extractivismo ilegal y descontrolado.
Durante la visita, recogimos abundantes denuncias provenientes de diferentes municipios del estado sobre los crímenes cometidos contra la vida y el bioma amazónico y los territorios de los primeros habitantes de la Amazonía, los pueblos indígenas. La situación contrasta con la desidia gubernamental que es expresión de un mundo político que no asume la gravedad de la crisis socio-ambiental y del problema humano que afecta a los bosques, a los pueblos y a las ciudades que lo habitan.
De estos temas conversamos con el Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, monseñor Jonny Eduardo Reyes Sequera S.B.D. (Caracas, 5 de octubre de 1952). Difícilmente, encontraremos en Amazonas una institución, la cual arribó hace poco a 70 años en el estado, con mayor ascendencia ciudadana en este vasto territorio cruzada por el Orinoco.
“Nuestra preocupación siempre ha sido el poder estar al lado de estas personas que componen las diversas etnias de nuestro estado, y qué bonito es que poco a poco nos hemos ido ganando esa expresión ‘ustedes son nuestros aliados’ de parte de los indígenas. Siempre nos han visto como aliados sobre todo en estos grandes problemas que tienen las comunidades aquí en el estado”, expresa el obispo al recibirnos en su despacho en Puerto Ayacucho.
“Estoy convencido que la presencia de Provea en Amazonas es un espaldarazo para nosotros, para la Oficina de Derechos Humanos, para todos los defensores con quienes ustedes se han encontrado, y para el mismo Vicariato pues esta es una institución que va a cumplir 90 años de trabajo, de construcción, porque esto no era nada, aquí no había nada, entonces prácticamente los salesianos en 90 años han levantado una estructura social y educativa. Nosotros siempre hemos entendido nuestra labor como muy ligada a la parte humana, nosotros decimos como ahora lo dice la AVEC (Asociación Venezolana de Educación Católica), evangelizamos educando y educamos evangelizando”.
– Precisamente, por la activa presencia del Vicariato Apostólico en el territorio de Amazonas, por los informes de los misioneros, de su propia percepción en ocho años en el cargo, ¿Cómo describiría la situación?
Desde el punto de vista sociopolítico, Amazonas siempre ha sido un estado olvidado. La configuración geográfica de ese gran río Orinoco que surca el Estado y la división por parte del río del estado Apure y Amazonas prácticamente nos ha dejado siempre aislados. Por eso Amazonas ha sido un estado olvidado hoy, prácticamente desconocido. Aquel boom de la conquista del Sur y el reconocimiento de las riquezas que están en el subsuelo de Amazonas comenzó a proyectar las ansias de explotar el estado Amazonas, pero no se piensa a nivel gubernamental cómo ofrecerle al amazonense, al indígena una promoción integral.
Yo identificaría Amazonas como un estado olvidado, un Estado no querido, un estado desconocido porque si desconoce a su población, están desconociendo al estado y, por supuesto, se convierte en un estado olvidado desde el punto de vista estructural.
Fíjate algo, para nosotros es importante la pedagogía del respeto de las culturas y eso es un trabajo lento, pues implica conocer otro mundo, conocer la idiosincrasia de otro grupo de personas; en pocas palabras, se trata de reconocer que los habitantes de acá también son venezolanos. Siempre digo, los venezolanos desconocen, a causa del abandono del Estado, que tienen hermanitos aquí, hermanitos y hermanitas aquí en Amazonas, así como están los andinos, así como están los maracuchos, así como están los guaros oye, están los amazonenses. Esos son hermanos nuestros; son ciudadanos del país con características bien particulares y de inmensa riqueza cultural, pero venezolanos al fin a quienes hoy le niegan derechos.
– Usted califica al estado Amazonas como un “estado olvidado” que no recibe la atención integral estructural que demandaría de acuerdo a las exigencias de la población. Me gustaría, retomando esa línea, que describa algunos aspectos de esa realidad social de los pueblos indígenas y también de los derechos de la naturaleza que explicarían esa caracterización que usted hoy nos comparte
Mira, acá hubo un desarrollo interrumpido, inconstante desde el punto de vista de la gestión gubernamental. La idea era que el indígena en su condición de pueblo originario tomara las riendas también en la conducción del Estado, pero esto no se concretó en el tiempo. Más bien hay una lista larga de engaños y ofertas que no se materializaron.
Por otro lado, se sabía que el estado Amazonas formaba parte del macizo o escudo guayanés y si en Bolívar hay riqueza mineral, oye, aquí tiene que haber también; entonces surge últimamente, bueno, quiero decir en los últimos 20 años, la idea de realizar estudios y diagnósticos con tecnología sofisticada sobre el potencial o cuantificar la riqueza mineral que hay en Amazonas.
Como era de esperarse, eso ha destapado el mito de El Dorado, ha renovado el mito de El Dorado en los indígenas en la Amazonas y tenemos las consecuencias que ahora tenemos.
No lo quiero poner como característica, pero, ciertamente, al tener la condición Amazonas de estado limítrofe o fronterizo ha complejizado la situación y potenciado los problemas precedentes, esto debido a la presencia de grupos desmovilizados del conflicto armado de Colombia. Esa es una realidad.
Prácticamente, todas las fuerzas guerrilleras o grupos irregulares se han refugiado o han gozado de una concesión gubernamental para actuar en estos territorios. Afortunadamente, hay un interés de muchas organizaciones, entre ellas de pueblos indígenas, de resistir a los abusos y rescatar una visión más dialogante con el medio ambiente. Hay una conciencia que crece en la sociedad civil, nacional e internacional, y en grupos organizados de comunidades indígenas, de elevar las voces contra la tímida y vaga respuesta del gobierno venezolano, pero también de los presidentes de los países amazónicos, frente al desafío del cambio climático y las amenazas del bioma amazónico.
El Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho comprende el estado de Amazonas. La sede episcopal se encuentra en la ciudad de Puerto Ayacucho, donde se encuentra la cátedral de Santa María Auxiliadora cuyo murales internos muestran la simbiosis de la cosmovisión indígena. El Estado Amazonas tiene características muy peculiares: una extensión significativa de 180.000 K2, que forma parte del Macizo Guayanés, constituida en su gran mayoría por selvas del sistema subtropical húmedo.
– Como autoridad de la iglesia católica en el estado Amazonas, cuáles líneas de acción prioriza en su trabajo en un contexto no exento de limitaciones y de las precariedades y el abandono que padecen los habitantes de este territorio.
La Iglesia como fruto del Sínodo Amazónico que se realizó en 2019 nos ha dado una hora de ruta que ratifican nuestro compromiso como iglesia en salida y comprometida con la defensa de la casa común y de los pobres. De allí nace, la Conferencia Eclesial Panamazónica (CEAMA) como un organismo permanente, representativo y de carácter institucional para la Región Amazónica.
Reconocemos, primeramente, la actitud que han asumido los pueblos indígenas para defender la biodiversidad de sus territorios. Los exhortamos, a pesar de las políticas de miedo y atropellos a seguir en defensa de la vida. Por eso, en la Asamblea de CEAMA (2023) se aprobó un comunicado que propone “ser capaces de aprender, desaprender y reprender con los pueblos de la Amazonía”.
Entonces, esto nos llama a hablar claro y a preguntar a viva voz ¿Quiénes han destrozado la Amazonía?, ¿quiénes promovieron el Arco Minero?, ¿Quién permitió la explotación minera en el parque nacional Yapacana? Estas preguntas deben responderlas los representantes del Estado y lamentamos que nadie se responsabilice de estos daños.
Ahora bien, nosotros tenemos una Oficina de Derechos Humanos adscrita al Vicariato Apostólico y en este tema yo veo que el futuro pinta bien pues. ¿En qué sentido? Pues considero que sembrar hoy en materia de formación y capacitación es tarea vital; sembrar a nivel de conocimiento, de promoción y defensa de derechos humanos. Tarde o temprano eso va a germinar como ya lo vemos, ya hay brotes muy bellos de conciencia de derechos humanos como hay también nosotros lo hemos probado durante la celebración de los 90 años de presencia salesiana.
– ¿Hay elementos diferenciadores del impacto de la crisis institucional en Amazonas? ¿Es igual que en otros estados? ¿Cómo lo evalúa?
Las consecuencias del debilitamiento de las instituciones públicas son generales. Ocurren en menor o mayor medida en Maracaibo, en Barquisimeto, en Valencia y se palpa aquí también. Claro, aquí un poco más agravado por las razones que hemos expuesto ya.
El desconocimiento de la realidad de violación de derechos humanos, eso es una constante que viene desde hace décadas aquí en el país, o sea suceden las cosas que suceden y no se investiga y aquí no hay culpable de nada, no hay responsabilidad social y eso es allá y eso es aquí y más cuando la actitud que hay hacia la amazonense es una actitud de más bien como de rechazo, de desprestigio y desvalorización.
Por ello, la Oficina de Derechos Humanos está en esa línea, de ofrecer un espacio donde la gente pueda denunciar o donde al menos puedan echar el cuento de la arbitrariedad y del abuso. También estamos, y lo hacemos siempre, en la disposición de acompañar y articular esfuerzos por el bien común de las personas; de orientar a las personas para que canalicen sus denuncias en las instituciones que tienen la obligación de atender al ciudadano de Amazonas.
Acá quiero hacer un paréntesis para comentar un aspecto que también lo hemos madurado con la Oficina de Derechos Humanos: no nos toca a nosotros como Vicariato hacer lo que tiene que hacer por obligación en el Estado. O sea, no nos toca a nosotros suplir al Estado en educación; no nos toca a suplir la gestión en salud, etc.
Tenemos claro nuestra labor. No hay que dejar morir los problemas, no podemos dejar que se nos silencie, no por el hecho de ser amazonense, por el hecho de estar en esta zona de Venezuela, alejada del centro político y urbano del país, no es que vamos a estar callados como si aquí no ha pasado nada.
Ahora esto no es fácil. Todas estas situaciones referentes a la minería o a la presencia de los grupos irregulares, oye, a nosotros nos preocupa el silencio en las instituciones llamadas a velar por la integridad del territorio y en la preservación del derecho a la vida y de los derechos a una vida digna.
Fíjate, lo que pasó con el desalojo del Yapacana tras la “Operación Autana”. Los mismos indígenas denunciaron que ahí hay presencia militar y hay interés en militares en mantener las balsas de los militares. Todo esto de lo que hablo es, precisamente, evidencias de la falta de garantías legales conforme a lo que está en la Constitución.
La Constitución, la Constitución
“Mira, al inicio nosotros los venezolanos nos resistimos a la reforma de la Constitución recordarán. Pero hay que reconocer que tenemos una tremenda Constitución nosotros como obispos venezolanos con muchísima frecuencia hemos dirigidos las exhortaciones al Estado a través de las cuales exigimos que, por favor, cumpla con su deber.
Y el deber del Estado está en la Constitución. Entonces estamos convencidos que si en Venezuela se cumplieran el articulado de la Constitución seríamos un pueblo feliz.
¿Por qué? Porque la institución oficial cumple con su deber; la Fuerza Armada cumple con su deber; nosotros como iglesia cumplimos con nuestro deber, que no significa arrinconarnos y meternos en la sacristía porque esa es otra, hay una concepción en la relación Iglesia y Estado donde tenemos funcionarios, gobernadores y alcaldes, que creen que la Iglesia no tiene que hablar de política, que cree que la Iglesia no tiene que denunciar la violación de los derechos humanos, que creen que la Iglesia no tiene que denunciar la atrocidades que ocurran en una determinada región”.
EL ADN de la resistencia amazonense
El recorrido por Puerto Ayacucho y San Fernando de Atabapo denota, además de las realidades concernientes a la discriminación y la marginación de las comunidades indígenas, una convicción de los pobladores, de los maestros, activistas e investigadores sobre el reconocimiento de organizarse para defender y exigir derechos.
El obispoJonny Reyes subraya la fuerza de los amazonenses y la “esperanza activa” por un mañana mejor. “Acá la gente es sencilla. Gente buena. Cuando voy a las comunidades a discutir, a escuchar, oye yo me dijo, pero si esta gente no le está pidiendo grandes cosas al gobierno”, puntualiza.
“Oye, le está pidiendo salud, o sea, ponle un CDI que hubo tiempo que funcionó pone una escuela buena, brindar un servicio de electricidad estable; una buena bomba para bombear el agua del río, ahí está. La gente hasta se ha reinventado con las telecomunicaciones y resulta que muchos pueblos aislados han adquirido paneles de energía solar para conectarse a internet.
La esperanza del amazonense es desde lo elemental. Es decir, exigen contar con las condiciones para generarse sus propias oportunidades.
– Para finalizar, ¿cuáles son los sueños y las aspiraciones del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho para Amazonas y el país?
Bueno, mira, nosotros como como Iglesia y como Congregación Salesiana estamos en la tónica de los sueños. El Papa en el documento post sinodal de la Amazonía nos regaló el documento llamado Querida Amazonía en el que nos planteó las categorías del sueño social, sueño ecológico, sueño cultural y sueño eclesial.
Los sueños tienen de bueno que siempre son proyección de uno, pero siempre a futuro verdad y eso es bello y ahorita estamos como congregación celebrando los 200 años de el sueño que tuvo Don Bosco a sus nueve años.
Entonces, yo creo que el mensaje es una invitación a la esperanza una esperanza, activa por supuesto, no una esperanza de ponernos a mirar el cielo. Primero, hay que saber que hay gente buena en Venezuela y que hay gente que se la está jugando. Yo me pongo a ver el hecho de los maestros: los maestros son unos héroes chicos, cuando tú vas al Alto Orinoco y ves que están dando clases todos los días. Todos los días cuando vas a La Esmeralda y ves que están dando clase todos los días; en el Liceo Junín (San Fernando de Atabapo) la mística es total, de grandes sacrificios para mantener viva la educación.
Cuando tú ves un joven, una señora, una enfermera poniendo su tiempo poniendo, sus cualidades al servicio de los demás voluntariamente hay que tener esperanza. Cuando uno ves a un maestro con un sueldo ofensivo violatorio de su derecho al salario justo dando clases y enseñanza, eso es esperanza.
Finalizamos esta conversación con un poema de Juan Carlos Galeano, «Los que creyeron», en Amazonia y otros poemas (Bogotá, 2011) La poesía ayuda a expresar una dolorosa sensación que hoy muchos compartimos. En las actuales condiciones, con este modo de tratar a la Amazonia, tanta vida y tanta hermosura están en peligro, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada o, en su defecto, pesan más los intereses económicos de militares, empresarios y políticos locales.