2017 inició con un balance del sistema alimentario venezolano caracterizado por una reducción sostenida de la producción nacional, las importaciones y el consumo de alimentos, que comenzaron a generar niveles alarmantes de desnutrición aguda, tensión social y una afectación en todas las dimensiones de lo social y económico.

Detrás de las grandes rupturas en el orden constitucional que ocurrieron en el año, de la tensión social que esto generó y del despliegue represivo, avanzó la estatización y la consolidación de estructuras garantizadas con ilegalidad, hacia el Estado y la economía comunal usando lo alimentario como medio de control territorial y político. Los movimientos del Estado en el 2017, desde su rol de garante del derecho a la alimentación, fueron profusos, incluyendo la promulgación de al menos 12 regulaciones entre disposiciones, leyes, decretos y resoluciones, así como una veintena de programas, planes y misiones aisladas que se sumaron a su sistema habitual de misiones para tener un impacto en lo alimentario.

Algunas cifras que reflejan la dramática situación del sistema alimentario venezolano en el 2017 fueron: se sembró solo el 42% de lo sembrado en el 2016; pasamos de 783 mil hectáreas cosechadas de maíz en el año 2008, a aproximadamente 430 mil en 2017, una caída de 45%. 58% menos superficie cosechada de arroz en 2017 respecto al año anterior; en hortalizas la superficie de siembra disminuyó 75%. Venezuela pasó de tener un rebaño de bovinos de alrededor de 14 millones de cabezas en el 2007, a tener cerca de 9.5 millones a inicios del 2017; según información de la Federación nacional de avicultores de Venezuela (Fenavi), se produjo una caída de 50,5 % en la producción de carne de pollo y 54% de la producción de huevos; el consumo nacional de azúcar es de 1 millón 200 mil toneladas, y para el 2017 se estima que la producción fue de apenas 300 mil toneladas. Se registró una disminución de 48% en la producción de aceite; disminución de 40% de la producción de la industria alimentaria desde el 2015, 20% a mitad del 2017. Para el mes de agosto de 2017 la producción de alimentos acumulaba 23 meses consecutivos de contracción interanual. Caída del 38% en la importación de alimentos respecto al 2016. Al finalizar 2017, el valor de las importaciones de alimentos por habitante se redujo en 72,2% respecto a 2013.

Según las estimaciones de los investigadores del Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL), en el 2017 Venezuela atravesó una insuficiencia crítica de la disponibilidad de energía alimentaria, esto es, la oferta de alimentos -totalizando producción e importaciones-, no fue suficiente para cubrir los mínimos de energía requeridos para toda la población. Se estima que la oferta alimentaria posible (disponibilidad para consumo humano de energía alimentaria/persona/día) es inferior al 95% de los requerimientos normativos establecidos por el Instituto Nacional de Nutrición (INN). Para que una nación se considere en Seguridad Alimentaria esta suficiencia tendría que ser de 110%.

Por su parte la Oficina Regional de la FAO para América Latina marcó un hito al mostrar la situación en su reporte anual sobre el panorama de la Seguridad Alimentaria en la región para el 2017. En este informe se reporta que Venezuela fue el país que mostró la mayor alza en subalimentación, indicador que señala cuántos habitantes de la nación no alcanzan a llenar sus requerimientos nutricionales mínimos a partir de la oferta alimentaria nacional. Según los cálculos de la agencia, a las personas con hambre registradas en 2016 en Venezuela, se sumaron 1,3 millones más, lo que lleva a un balance de 1.8 millones de venezolanos en situación de hambre a partir de la oferta alimentaria que se le puede garantizar. La merma general del desempeño de la región en su lucha contra el hambre, de acuerdo con el análisis, se explica en gran parte por la situación de Venezuela. Más de la mitad de las personas que engrosaron el número de personas subalimentados en América Latina desde el 2015, fueron venezolanos.

El daño resultante de la vulneración del Derecho a la Alimentación tocó varias dimensiones que constituyen en sí otras violaciones, entre ellas la violación al derecho a la vida, a la identidad, a la integridad personal. Este daño se ha registrado entre los venezolanos en, al menos estas dimensiones: 9 de cada 10 venezolanos no puede pagar su alimentación diaria; 8 de cada 10 venezolanos declararon haber comido menos por no contar con suficiente alimento en el hogar o por la escasez; aproximadamente 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día; la dieta tradicional continúa perdiendo calidad y cantidad, se centra en arroz, maíz, harina de trigo y tubérculos.

Al cierre del 2017 Caritas Venezuela reportó un aumento de 100% en las cifras de desnutrición aguda en menores de 5 años. De los primeros registros, en noviembre del 2016, que indicaban una desnutrición aguda grave en el 8% de los niños, se pasó a un nivel de 16,2% con desnutrición aguda grave (moderada y severa). El 33% de los niños, incluso recuperados, mostraron un retardo del crecimiento irreversible. Un 52% de estas formas de desnutrición ocurre en menores de 2 años. Estudios de la Fundación Bengoa, realizado en niños pre-escolares de 3 a 5 años de Maracaibo, Mérida y Caracas, mostraron que el 11,7% de los niños pre-escolares evaluados presentaron retardo en el crecimiento expresado como talla baja y muy baja. En riesgo nutricional se registraba el 14,9% de los niños evaluados.

Lo característico del año fue la severidad de la desnutrición y las muertes asociadas. En el 2016 las denuncias de niños con desnutrición fueron más frecuentes, pero es en el 2017 que se hace evidente que esta desnutrición comenzó a profundizarse hacia cuadros muy severos y a cobrar cada vez más vidas.


Prensa Provea