En las calles de Lima, el número de vendedores informales se ha multiplicado desde 2015. Los recién llegados son en su mayoría venezolanos y son fáciles de reconocer: llevan gorras con una V brillante en el frente y chaquetas con la bandera amarilla, azul y roja de su país de origen en el pecho. También venden productos atípicos para los peruanos, como pastelería y arepas venezolanas, un producto básico nacional hecho de harina de maíz.


Luis Antonio Pérez vende chocolate caliente y pan dulce. El joven de 24 años llegó desde Barquisimeto, Venezuela, a pie y haciendo autostop. Él y su mejor amigo duraron 20 días para llegar a Lima. Antonio estaba estudiando filosofía en una universidad en Venezuela, pero a medida que la situación empeoraba, tuvo que abandonar la escuela. “Era estudiar o comer, y elegí comer”, dijo.

Más de dos millones de venezolanos han abandonado su país desde 2015. Más de 450.000 se han dirigido a Perú, la cifra más alta de llegadas después de Colombia, que tiene a casi un millón de venezolanos en su territorio. Perú también se ha convertido en el principal país de destino para los venezolanos que buscan protección internacional, con más de 150.000 solicitudes de asilo.

“Felicito a Perú por mantener sus puertas abiertas y por crear alternativas legales para permitir la estadía de los venezolanos. Responder a las necesidades humanitarias de los venezolanos y aliviar sus requisitos legales para trabajar y acceder a los servicios sociales en los países de acogida debería ser una prioridad regional, y requerirá más apoyo de la comunidad internacional”, dijo el Alto Comisionado, Filippo Grandi, durante una visita a Lima y Tumbes, en la frontera de Perú con Ecuador.

Grandi estuvo en una misión de una semana en América del Sur para conocer de primera mano las necesidades de los venezolanos que han abandonado su país y discutir las mejores respuestas con los países de acogida en la región.

Luis Antonio está parado con su termo en una esquina concurrida frente a la sede de la Superintendencia Nacional de Migraciones de Perú. Desde mayo de 2018, la oficina ha estado abierta las 24 horas del día para atender la gran cantidad de solicitudes de venezolanos que buscan legalizar su condición en el país. Lima es el único lugar donde pueden obtener los documentos necesarios para obtener un permiso temporal que les permite trabajar, y miles de personas visitan la oficina todos los días.

“Son más vulnerables si no se registran formalmente”.

Un área de recepción ha sido transformada en un centro de cuidado infantil, donde los maestros voluntarios de la escuela primaria cuidan a los niños mientras sus padres esperan su papeleo. Los juguetes, crayones y bloques disponibles son donaciones de oficiales de migración.

Perú está tratando de facilitar el proceso de regularización de la condición migratoria de los venezolanos, en un esfuerzo por darles acceso rápido a las oportunidades de trabajo. En enero de 2017, el Gobierno peruano estableció un Permiso Temporal de Permanencia para los venezolanos que ingresaron legalmente a Perú, otorgándoles el derecho a trabajar, estudiar y abrir una cuenta bancaria por un año, con la posibilidad de renovación. Más de 110.000 venezolanos han obtenido hasta ahora el permiso.

“Necesitábamos un mecanismo que les permitiera permanecer en Perú. Son más vulnerables si no se registran formalmente”, dijo Roxana del Águila, gerente general de la Superintendencia Nacional de Migraciones, sobre el Permiso Temporal de Permanencia.

El acceso a los servicios sociales salvó la vida de la esposa de Kelvin Briceño. Poco después de que la familia se reuniera en Lima en enero de 2018, Marelis cayó gravemente enferma. Una noche ella se desmayó, y Kelvin la llevó al hospital. Marelis pasó 22 días en la unidad de cuidados intensivos con insuficiencia renal.

Las ganancias de Kelvin vendiendo té helado en la calle no eran suficientes para pagar las cuentas del hospital. Además de eso, tenía que cuidar de su hija Jimena, de dos años, completamente solo.

“No tenía dinero para pagar, no tenía seguro de salud”, dijo Kelvin. “Tenía miedo de que ella volviera a enfermarse, porque no podíamos costear su diálisis con regularidad”.

Tres semanas después, Marelis entró en crisis nuevamente. Ella pasó otros 12 días en el hospital. Pero en ese momento, ella había podido legalizar su condición en Perú debido a su enfermedad. Su tarjeta de residencia le otorga acceso al sistema de salud pública. Muy pocos venezolanos (solo el 0,6% de los que están en Perú) tienen residencia extraordinaria relacionada con la vulnerabilidad como la de Marelis y, por lo tanto, tienen acceso al sistema nacional de salud.

Marelis ahora puede obtener su diálisis con regularidad. Kelvin está en proceso de obtener el Permiso Temporal de Permanencia para él y su hija Jimena, pero actualmente el permiso no otorga acceso al sistema de salud. Sólo las mujeres embarazadas y los niños menores de cinco años tienen acceso a la salud pública.

La familia sale adelante vendiendo empanadas. Kelvin cocina temprano en la mañana y una iglesia local les ofreció un espacio para vivir.

“Tenía miedo de que ella volviera a enfermarse, porque no podíamos costear su diálisis con regularidad”.

Los refugiados y migrantes venezolanos que llegan a Perú necesitan urgentemente asesoramiento y apoyo. Más allá de la comida y el albergue, los difíciles viajes que han atravesado han tenido un impacto duradero en su salud psicológica.

Poco después de su llegada al albergue temporal de Scalabrini, Luz Tamara Angulo comenzó a brindar apoyo psicosocial a otros venezolanos. Aunque solo ha estado en Perú durante cuatro meses y medio, Luz se ha convertido en la persona a quien acuden los 80 refugiados y migrantes venezolanos que actualmente viven en el albergue.

Ella escucha pacientemente sus historias y responde a sus preguntas sobre cómo encontrar un trabajo o legalizar su condición. Más de un cuarto de ellos son niños. Luz presta especial atención a sus necesidades psicológicas.

“Muchos están ansiosos por lo desconocido, porque han perdido su hogar”, dijo Luz. “Era su comunidad, su familia, perder todo eso en un abrir y cerrar de ojos es algo que no entienden”.

Luz también ha notado que muchos niños no habían comido lo suficiente durante mucho tiempo. “Eso tiene un gran impacto en los aspectos cognitivos del niño”, dijo ella.

“El tipo de trabajo que están realizando también tiene un impacto psicológico”.

El psicólogo Julio Rondinel ha notado patrones similares entre los adultos. Trabaja con un grupo de venezolanos en Callao, un suburbio de la clase trabajadora de Lima que ha visto un aumento dramático en el número de venezolanos que viven allí. La depresión y la ansiedad son muy comunes.

Muchos sufren una “crisis emocional” debido al hecho de que una gran parte de su familia todavía está en Venezuela, explica el psicólogo. “Representan la esperanza de que toda la familia sobreviva. Estar aquí significa que vienen a salvar a los demás”, dijo.

Otro factor que aumenta su estrés emocional es que muchos de los venezolanos que llegan a Perú son profesionales educados, dijo Rondinel. En Venezuela, eran maestros, médicos e ingenieros, mientras que aquí en Perú luchan por conseguir algún trabajo y, a menudo, terminan siendo vendedores informales en la calle. “El tipo de trabajo que están realizando también tiene un impacto psicológico”, dijo. “Afecta su confianza, su aceptación social”.

Migsoe Moreno, de 40 años, es una de las pacientes de Rondinel. Ella era maestra en Venezuela, pero en los tres meses que ha vivido en Lima, no ha podido encontrar un trabajo estable y ha tenido que recurrir a la venta ambulante para mantenerse a sí misma y a sus dos hijas.

“Somos personas preparadas y queremos contribuir con nuestro conocimiento a este país”, dijo Migsoe con lágrimas en los ojos. “Queremos formalizar nuestra estadía en este país que nos abre sus puertas”.


Marta Martinez | Prensa Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados | Lima, Perú